sábado, 26 de marzo de 2011

LEONORA, LA NOVIA DEL VIENTO, LA YEGUA DE LA NOCHE


Leonora
Elena Poniatowska
Editorial Seix Barral, Barcelona 2011, 510 páginas.


 A lo largo de su dilatada carrera como periodista y narradora, Elena Poniatowska le ha dado voz en las páginas de sus obras a los sin voz de su país, entre ellos a Josefina Bórquez, en la ficción Jesusa Palancares de Hasta no verte Jesús mío (1969), una lavandera y medium que participó e la revolución mexicana, permitiéndole conocer la verdadera miseria del México real. Pero Elena Poniatowska, ella misma una leyenda, también le ha prestado su palabra y su fantásticas imposturas a otras mujeres, mexicanas o no, a las que admira o con las que se conduele (Tina Modotti de Tinísima, Angelina Beloff de Querido Diego. Te abraza Quiela). En esa misma tradición se inserta su última novela, Leonora, con la que ha conseguido el Premio Biblioteca Breve 2011.
   Desde el punto de vista literario, Leonora es una sutura de géneros: biografía y ficción, o como confiesa la escritora, “una novela inspirada en Leonora Carrington, pero en vez de una historia alusiva, decidí escribir directamente sobre ella”. Y a fe que la vida de Leonora Carrington  (Lancashire 1917) tiene mucho de novela. Hija de un magnate de la industria británica y de una mujer irlandesa, de la que hereda su querencia por la alífera y subterránea magia celta. Para el padre, “rey de la negrura”, que trasuda autoridad en cada acto o en cada palabra, la manera de vivir de su hija está determinada por su nacimiento y por su herencia. Pero Leonora nace con un decálogo de rebeldía incrustado en sus genes y, si su padre piensa que a las mujeres hay que educarlas para complacer, ella se muestra rebelde, inasible, excéntrica, iluminada, capaz de transformar su libertad en fuerza viva. Rompe convenciones sociales y ataduras religiosas y decide realizarse como persona y como artista. Lo hará en el movimiento surrealista, seducida por la personalidad y la obra de uno de sus máximos pontífices, Max Ernst, del que se convierte en discípula y amante alucinada. Y Max, orgulloso, la exhibe como su novia del viento y su yegua de la noche.
Elena Poniatowska
   Ella es la encarnación de los que André Breton llamó l’amour fou. Rompe esquemas y se consagra  a ser rebelde. Mas su rebeldía es sagrada y la saca de su interior cuando quiere, no cuando alguien se lo ordena. Elena Poniatowska describe con inmensa fuerza verbal su irrefrenable  relación amorosa con Max Ernst. Y también la crisis de locura cuando, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la policía francesa confina al alemán en un campo de concentración. Su estancia en el Madrid de la posguerra civil, su obsesión antifascista. Y, convertida en una piltrafa humana, su encierro en un manicomio para ricos de Santander, donde aplacan sus incontenibles delirios  con Cardiazol. Su fuga de los psiquiatras españoles, el escape del continente de la locura y su inserción en México D.F, al que embruja con sus colores, sus cuentos, sus delirios. Sus matrimonios, sus hijos, su labor pictórica y literaria, su amistad con la pintora Remedios Varo, la vivencia aterrorizada de la “balancera” de Tlatelolco, porque en aquella revuelta estudiantil participaban sus hijos.
   La novela es un tributo a la fuerza incontenible de esta mujer que se lanza al vacío, segura de los que lleva dentro. Fanática de sus convicciones. Así fue y así es Leonora Carrington, una figura extraordinaria y a la vez perturbadora, en la que fermentan todos los sueños y pesadillas del “glorioso” siglo XX.
   La capacidad de Elena Poniatowska para fabular esta biografía es infinita, casi tan grande como el delirio creativo de Leonora Carrington, legado de su sangre celta. Recrea además la periodista y escritora con gran agudeza el movimiento surrealista, el vivir alucinado de sus representantes, su magisterio subversivo, repleto, sin embargo de contradicciones. Un torbellino estético que arrebata por su fuerza creadora y que congrega y destruye a muchas mujeres quizás, porque como decía Breton, esta nueva forma de ver el mundo se centra en lo femenino, como alternativa a la lógica secular patriarcal.
   Como ya quedó señalado, en este retrato de la personalidad secreta y privada de Leonora Carrington, la escritora mexicana conjuga ficción e historia, historia biográfica. La ficción, como marcador semántico que es, somete a  sus leyes a todo lo que toca. No es esta pues en puridad una novela histórica, una biografía. Sin embargo, esa lengua fuerte, incontenible, a veces arrebatada de Elena Poniatowska y la musicalidad de su prosa ilustran bellamente la increíble existencia de Leonora Carrington, esa fantasiosa e indomable novia del viento y yegua  de la noche como la quiso ver Max Ernst. O como la hiena, su otro yo, como ella se percibe en su único autorretrato en el que substituye al caballito del balancín de su niñez, que huye hacia la libertad de los árboles. Porque “hay que volar por encima de todo”.


Leonora Carrington, Autorretrato en el Albergue del Caballo del Alba

Fragmentos
  
"Max contribuye con un caballito mecedora comprado en una tienda de antigüedades que Leonora pinta al lado de la hiena, su otro yo, en el cuadro que comenzó en The inn of the daw horse. Le da las últimas pinceladas a sus pantalones blancos y a sus cabellos alborotados. Tártaro huye por la ventana hacia la libertad de los árboles. Hay que volar por encima de todo. La vida estalla dentro de Leonora, no hay vuelta atrás, galopa como lo hacía sobre Winkie, barre con cualquier osbtáculo. Dragones de dedos largos y sepientes monstruosas con hocicos de jabalí podrían desgarrar su piel, que ella seguiría adelante. Es una potrenca, respinga, levanta remolinos. Nada la detine. Su fuerza anonada al pintor, que no la deja ni de noche ni de día, y la acecha inquieto, no vaya a escapárse como el caballo de su autorretrato".



…..

“De vuelta a la Ciudad de México, Leonora va a la peluquería. También corta el mural en tres. En el extremo izquierdo del «mundo de abajo» pinta una gran cabeza de jaguar, en el derecho, una Ceiba. En el «mundo terrenal» destaca la figura de un caballo blanco más grande que uno normal. A los chamulas los dibuja pequeñitos. Un sol y una luna iluminan el cielo, que cruza una serpiente voladora. Sobre la tierra se multiplican tapires, buitres, leopardos y monos araña. Mientras pinta, Leonora se repite la profecía de Popol Vuh:«Del seno de la obscuridad nacerá la luz que nos permitirá ver lo que nos rodea.»
Son días de fervor. A Leonora le parece tener una marimba interna y sus sonidos la apresuran. «Quisiera poder pintar ese sonido de madera.» Así como en San Cristóbal fumaba un cigarro tras otro para espantar a los mosquitos, ahora deja un volcán de colillas al lado de su caballete.”

…..

“El 12 de octubre la revista ¡Siempre! publica un artículo de José Alvarado: «Había belleza y luz en las almas de los muchachos muertos. Querían hacer de México morada para la justicia y verdad: la libertad, el pan y el alfabeto para los oprimidos y los olvidados. Un país libre de la miseria y el engaño. Y ahora son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas. Algún día habrá una lámpara votiva en memoria de todos ellos.»
Las noticias devuelven a Leonora a la salida de Francia en 1940. Otros padres buscan a sus hijos. Manuela Garín y Rogelio Álvarez  publican un desplegado en El Día preguntando dónde está Raúl; su hijo desaparecido. «Los tienen incomunicados en el campo militar número uno.» «Los han torturado.» «El ejército no le permite la entrada a nadie.» «Los desvistieron  en Tlatelolco y los mantuvieron encuerados bajo la lluvia.» «Los tratan como a asesinos.» «Herberto Castillo escapó de milagro entre las rocas del Pedregal.» La palabra cárcel es una constante. Ahora no son los alemanes que invaden Francia y amenazan a Leonora, ahora la persiguen los mexicanos, van a masacrar a sus hijos.

(Elena Poniatowska, Leonora, páginas 83, 437, 463)


lunes, 21 de marzo de 2011

UN ESTREMECIDO VIAJE ENTRE EL PASADO Y EL PRESENTE

Un amor único
Johanna Adorján
Editorial Seix Barral, Barcelona 2011, 157 páginas.


"El 13 de octubre de 1991, mis abuelos se quitaron la vida. Era domingo. Verdaderamente, no es día propicio para suicidarse”. Un excelente y estremecedor comienzo que solo en parte nos hace olvidar la desafortunada elección de un mal título, que suena a sentimentalismo cursi y, en este caso, también en el original alemán (Eine exclusive Liebe). Y a fe que se trata de un libro sentimental, conmovedor que destila por igual una gran pena, pero también una gran paz. La recreación ficcional de la existencia de Vera e István, dos judíos húngaros, sobrevivientes al holocausto nazi, fugitivos de la represión soviética en Hungría en 1956, refugiados en Dinamarca donde rehacen sus vidas. Envejecen juntos y juntos se suicidan. Él, médico, ochenta y dos años, con una enfermedad terminal que pautaba sus días y con la muerte en el horizonte inmediato. Ella, una mujer hermosa, setenta y un anos, perfectamente sana. Pero ha tomado la decisión de no sobrevivir a su hombre. Un pacto, un juramento que  habían hecho mucho tiempo atrás, al final de la segunda Guerra Mundial.
   Su nieta Johanna Adorján, dieciséis años después, reconstruye la vida de sus abuelos, en un viaje al pasado de la pareja desde el día del suicidio que nos anticipa esa prolepsis que inaugura el texto. Y desde su propio presente, echando mano del testimonio de familiares, amigos, conocidos y haciendo incluso hablar a los objetos que acompañaron a la pareja en sus últimos días. A través de todo ello se reconstruye en la mente del lector el carácter y la determinación de esta pareja que juntos superaron dificultades y juntos afrontan un suicidio compartido, explicable, a primera vista por una única razón: lo publicado en la esquela mortuoria de un periódico danés: “Su gran amor es la respuesta”.

Johanna Adorján

   Pero la misma autora se pregunta si hay algo más, si toda la verdad queda reflejada en esas palabras. ¿Quizás el miedo de una mujer a no ser amada, a quedar sola, abandonada en una residencia de ancianos? ¿O quizás el triunfo de los nazis medio siglo después, como afirma Michel Onfray, contra la tesis bienintencionada pero de nefastas consecuencias de Adorno? En buena medida el texto de Johanna Adorján no desecha esa tesis. En su reflexión sobre la identidad judía, se pregunta si no será típicamente judío suicidarse cuando has sobrevivido al holocausto. De hecho muchos supervivientes judíos de los campos de exterminio se han quitado la vida: Primo Levi, Arthur Koestler, Jean Amery, Bruno Bettelheim…Pero además esta biografía – novela alude a otra respuesta: la incapacidad de comunicar el pasado infernal sufrido en los campos de exterminio nazis. Mauthausen y Gunskirchen en el caso de István. La familia nada sabe de lo que el abuelo soportó en el campo de aniquilamiento. Solamente que tuvo que aprender a dormir mientras caminaba, so pena de que le pegaran un tiro. A veces la memoria es piadosa y no retiene según que cosas, concluye  Adorján.
   La autora juega con dos hilos para conducir la trama que, a su vez, coloca en tres momentos temporales distintos. El último día en la existencia de los abuelos, descrito minuto a minuto; lo que hacen, lo que piensan, lo que ven estos dos seres desde que se levantan hasta que se entregan a la muerte. Produce escalofrío leer como cortan las cápsulas que contienen el polvo blanco, la preparación del suicidio siguiendo las pautas de Final Exit, un manual de instrucciones para acabar sin dolor con la propia vida, como si fuera un sueño sin un despertar. El pasado de la pareja desde que se conocieron en 1940 en Budapest. Y el propio presente de la nieta reconstruyendo el pasado, desde ese salto a un bucólico  paisaje austriaco entre laderas verdes, en cuya cima se alza “como un fuerte de juguete, el antiguo campo de concentración de Mauthausen”, hasta  el informe de la policía danesa sobre el fallecimiento de los abuelos.
   Hilos conductores y dimensiones temporales perfectamente engastadas en este debut de Johanna Adorján, sin duda sorprendente. Memoria estremecida de una gran historia de amor, teñida de nostalgia más que de sentimentalismo. Un amor tan fuerte, tan perdurable, que se impone incluso a la muerte.

sábado, 19 de marzo de 2011

FAMILIAS COMO LA MÍA: NARRATIVA ANTI - LECTORES INDOLENTES

Familias como la mía
Francisco Ferrer Lerín
Tusquets Editores, Barcelona 2011, 332 páginas.

   No caben medias tintas. A Francisco Ferrer Lerín se le ama o se le odia. Me refiero, por descontado, a la obra de un hombre que tiene la sensación, él mismo, de haber sido devorado por la leyenda. Su fama de escritor de culto, de raro de la literatura, generador del fenómeno poético de los Novísimos, amigo y compañero de generación de Pere Gimferrer y de Félix de Azúa – hubo un tiempo en el que su nombre fue identificado como heterónimo del primero – jugador de póquer, aunque nunca se consideró un tahúr, pero si que desplumó a no pocos pichones, verdaderos maleantes de la sociedad catalana, todo esto, repito, contribuyó a agrandar la leyenda. Un bien día, fascinado por las aves necrófagas, dejó atrás sus amistades y se convirtió en un bartleby, aunque siguió escribiendo a la sombra y sin darle demasiado valor a lo que hacía, porque escribir le resultaba extraordinariamente fácil. Los lectores le hicieron regresar a la poesía y en el año 2010 su poemario Fámulo se alzó con el Premio de la Crítica de poesía en español. Pero antes, en la primavera de 2005, aparece publicada en una editora aragonesa su autobiografía, Niquel. Familias como la mía, es, en su primera parte, la versión revisada de Niquel, una novela vinculada a la leyenda de experto jugador de póquer, de trasiego clandestino de carroña, a su dedicación a la defensa y cuidado de las grandes aves necrófagas y a otros menesteres menos gloriosos y cuya verosimilitud suscita muchos interrogantes.
   La lectura de Familias como la mía  me produce la impresión de estar no ante un autor raro, sino de haber chocado de frente con un escritor sumamente inteligente. Uno de esos seres aventajados que han optado por una actividad anómala – así define Ferrer Lerín la escritura -, cuyas propuestas ganan lectores incondicionales para toda la vida y claudicaciones en la tercera página entre los indolentes o livianos.
   No resulta arduo reproducir en una sinopsis el contenido de la novela. Partiendo del hecho, reconocido por el escritor de que la novela es su propia autobiografía, si bien dulcificada, el lector reconocerá de inmediato en el protagonista, Pablo Amatller Moragas, a un alter ego de Ferrer Lerín. Un miembro de la burguesía catalana, mal estudiante de medicina, decide escribir un diario secreto. Y a través de esa bitácora nos enteramos de su prehistoria como jugador de naipes en las timbas barcelonesas del tardofranquismo, su despertar a la pasión literaria a través del falangista Ernesto Giménez Caballero. Abandona los estudios al desaparecer su padre y empieza una temporada de “suculentas cenas, suculentas hembras, suculentas timbas”. Es testigo de los días  en los que se comienza a hablar catalán en Barcelona y está agradecido  a los trasportes públicos por el amplio abanico  que le ofrecen para desarrollar las técnicas de frotación con mujeres que le permitían aliviarse. Le sobreviene el servicio militar y con él, un cúmulo de pillerías, pero también el encuentro con ciertos personajes que marcarán su existencia futura: la pasión por las aves necrófagas y el inicio en los secretos del espionaje en el tardofranquismo, lo que le permite vivir de cerca el atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco. Y más tarde, hasta 1986, al servicio de la Fundación América, eufemismo que encubre el espionaje norteamericano. El personaje Pablo Amatller es una suerte de pícaro del pasado siglo, un ser que vive en el filo de la navaja, entre timbas, muladares, sexo y esa pasión “redentora” por las aves necrófagas.
   Mucho más difícil será categorizar la novela. En cuanto al contenido, Ferrer Lerín habla de autobiografía dulcificada. Por las razones que sea – él las identifica con la “cobardía ante los riesgos que acarrearía la relación objetiva de los hechos” -  elude el relato de muchos acontecimientos o simplemente los cercena. Está en su derecho, porque Familias como la mía es ficción, no biografía. Y lo mismo acontece con los numerosos episodios sexuales que salpican el texto, endosados por razones de comercialidad. Un erotismo finísimo y muy intenso que se expresa entrevelado, a escondidas, en una época pacata, o sexo abultado, grotesco, llevado al esperpento y que recuerda la estética valleinclenesca..
   La implicación semiforzosa en los servicios secretos del franquismo agonizante nada en la ambigüedad y, desconocedor como soy de la biografía real de Ferrer Lerín más allá de lo que cualquiera puede leer en Internet, coloco entre interrogantes su verosimilitud, aunque, reitero, esa condición poco importa en una obra de ficción como esta.
   La forma de la novela: compleja, indigerible para esos lectores indolentes a los que me he referido. Ferrer Lerín narra rompiendo cánones, pautas y modas. La construcción de la novela semeja huir intencionadamente de la perfección narrativa, de las vertebraciones canónicas, y optar por describir escenas o retratar personajes con un nivel de escritura elevadísimo, engordada por la excelente y minuciosa descripción del detalle. Aquí es, sin duda, donde la prosa de Ferrer Lerín adquiere una tonalidad de color difuso pero muy eficaz, que le convierte en autor de culto. El carácter fragmentario del discurso en Familias como la mía, induce así mismo a hacerle merecedor de dicho epíteto.
Adenda: hasta el momento no he señalado que Familias como la mía articula una segunda parte: “Nora Peb”. Es otro libro, inconcluso. Apuntes, información o galería de personajes, “almacén de vocablos, expresiones y atmósferas”, para ser usados por el propio escritor, o un legado a las nuevas generaciones de escribanos, fotógrafos, cineastas, artistas plásticos. Poco que ver, pues, con la primera parte, aunque en sus páginas divisemos, de vez en cuando, la presencia de ese tahúr que se gana la vida a costa de malhechores y alimenta las aves carroñeras con cuerpos descompuestos.

Francisco Ferrer Lerín

miércoles, 16 de marzo de 2011

CONTRA EL CAPITALISMO COMO ESTADO NATURAL


Noticias de ninguna parte
William Morris
Capitán Swing Libros, Madrid 2011, 298 páginas.

   Entre las numerosas y polifacéticas actividades que durante su vida ejerció William Morris (empresario, editor, diseñador, miembro del movimiento “Arts & Crafts”), sobresale una: escritor de ciencia ficción. Su activismo político le permitió contactar con las familias de Marx y Engels y, junto con algunos de sus miembros, fundó la Liga Socialista, de la que fue un activo militante. Noticias de ninguna parte, editada ahora en español por Capitán Swing Libros, halla su contexto y su ubicación en esta ideología y práctica del socialismo en las que vivió su autor.
   El lector de William Morris se encontrará ante una utopía socialista, cuyo original inglés New from Nowhere fue editado en 1890. El “maravilloso utópico” surge, como bien es sabido, en el caldo de cultivo de las carencias e imperfecciones en las que, a lo largo del tiempo, se realizan las relaciones sociales. Se suele diferenciar entre utopías negativas y utopías sociales formuladas positivamente. Estas últimas representan la imagen de una sociedad mejor. Son por consiguiente un antitipo. La mayoría no pasaron de ser diseños teóricos jamás realizados en su cabalidad, entre ellas la Ciudad platónica de las Leyes y del Orden. También los primeros pensadores socialistas – Fourier, Saint – Simon, Owen y Proudhon – formularon diseños utópicos.
   Noticias de ninguna parte se engloba en estas mismas corrientes socialistas, de las que su autor fue un fervoroso impulsor en la Inglaterra de finales del siglo XIX. Y como toda utopía es una ucronía. Como utopía positiva que es, representa la aspiración de un mundo mejor, partiendo del análisis de un presente deplorable. Es pues el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Morris, en efecto, nos lega en su novela la visión del futuro que ansiaba para la humanidad: una sociedad rural.
   La narración se sustenta en una estructura muy simple. El protagonista, después de una animada discusión la noche anterior en la Liga Socialista, despierta en otro tiempo, un tiempo que había corrido más de cien años hacia el futuro, en pleno tercer milenio. Y lo que halla a su alrededor,  es un mundo idílico y amigable, basado en la vida rural, en la que una sencillez elemental preside la vida. Las máquinas y el estrés social han desaparecido, se han demolido los barrios miserables y, en esa vida campestre, la nivelación social es absoluta. El trabajo no aliena, sino que permite que la gente pueda crear, y todo el mundo disfruta de la abundancia. Se ha superado así mismo la dictadura del proletariado y alcanzado la sociedad comunal, con la desaparición del estado.
William Morris
   Pero, más que el núcleo o peripecia argumental, lo que es verdaderamente transcendente en este libro son las ideas que lo sustentan: la bondad natural del ser humano dejado a su libre albedrío, se evaporan muchos de los males de la sociedad, los niños aprenden sin que nadie les enseñe, los problemas de la pareja y los de las mujeres desaparecen con el fin del matrimonio. En definitiva, una utopía socialista que pretende mostrar que los males sociales pueden superarse y la sociedad humana puede alcanzar ese estado idílico en el que sobra el gobierno, sobran las iglesias y sobran la mayoría de las estructuras sociales y el capitalismo deja  de ser el estado natural.
   El recurso que emplea la imaginación de Morris para situarnos en ese nuevo mundo, es la ensoñación. Mas no se trata de un sueño que nos sustraiga totalmente del presente real para introducirnos en el idílico soñado. Morris, con mucha habilidad, combina sueño y plena conciencia, realismo y romance. Al final del viaje por los vericuetos de la ensoñación, arribamos de nuevo al mundo rutinario. Por eso no podemos permanecer como espectadores visionarios de un hermoso país de nunca – jamás. William Morris, como narrador, mantiene con gran habilidad, esa tensión entre ensoñación y realidad. No obstante, esta novela subvierte las bases de ese dogma de universal aceptación en nuestro tiempo, que ve  el capitalismo como el estado natural de las sociedades humanas. Por eso la ingenuidad será sin duda el calificativo que su lectura suscite en la mayoría de los ambientes. Pero el relato de Morris no contiene ni tentaciones totalitarias, ni historicismo teleológico, precisamente porque no se muestra ciego ante las realidad humana y, en su diseño social, nos propone sugerentes reflexiones abordando temas tales como el papel del arte, la disidencia y el trato de las minorías, los nacionalismos…Todos ellos de gran utilidad para efectuar el recorrido histórico hasta ese paraíso primordial de la vida, absolutamente ajeno al capitalismo.


domingo, 13 de marzo de 2011

LA ESCRITURA TRANSGENÉRICA DE SERGIO CHEJFEC


Baroni: un viaje
Sergio Chejfec
Editorial Candaya, Les Gunyoles ( Avinyonet del Penedés) 2010, 191 páginas.

   Confiesa Sergio Chejfec que para él la literatura fue un verdadero acto de voluntad. Sus orígenes familiares son polacos y judíos, pero el yiddish fue en su niñez una lengua fantasma, un muro que le impedía comunicarse con sus hermanos. Además en su familia no se leía. Pero decidió ser escritor, expresar mediante una lengua que no traicionara sus orígenes, lo que deseaba exponer. Y hoy en día se ha convertido en uno de los escritores más originales e innovadores de las letras latinoamericanas. Su literatura refleja en buena medida sus vivencias como emigrante: argentino de origen polaco, emigrante en Venezuela y asentado ahora en Nueva York. Y sus personajes comparten esa condición de perpetuo desplazamiento. Personajes flotantes que deambulan de un sitio a otro, caminantes. Su literatura es ajena al realismo, aunque las novelas que escribe ahora, al contrario de sus primeras creaciones, no están ancladas exclusivamente  en la ficción. Incorporan discursos no narrativos, tomados de los distintos saberes humanos, y con una fuerte presencia de objetos enigmáticos, sobre todo obras de arte, como si la realidad nos estuviera mirando. El vínculo con esos objetos es el motor de arranque de muchas de sus historias.
Sergio Chejfec
   Baroni: un viaje comparte en gran medida estos postulados. Es ante todo una novela híbrida: ensayo, crónica, anotaciones diarias, testimonio, combinación de anécdota y experiencia. Novela, biografía, reflexión y diálogo con el arte y con los objetos artísticos. En este texto no hay ningún núcleo diegético; la historia es un desplazamiento y en ese viaje se concentra el relato. En el viaje y en un personaje: Baroni. Mas Baroni es un personaje vivo, real, una mujer, excéntrica artista popular en su ancianidad, talladora de imágenes policromadas, convertida en centro de la novela. Rafaela Baroni, una artista popular venezolana que habita los pedregales y hondonadas de Boconó, estado de Trujillo,  en las estribaciones andinas venezolanas. Talla figuras de madera con motivos religiosos, digiere mitos populares, es víctima de episodios de catalepsia, muere y resucita con cierta frecuencia, cura enfermos, lee el futuro de las personas, se casa de mentiras.
   Rafaela Baroni, siendo joven, había huido de la casa de sus padres, después de abandonar a sus hijos de corta edad por temor a asesinarlos en uno de sus arrebatos de locura. Permaneció escondida en el cementerio de Boconó, durmiendo entre las tumbas porque, “con la muerte había establecido un vínculo más habitual de lo que cualquiera en Boconó pudiera suponer” (página 36). Y comienza a tallar figuras que Chejfec interpreta como rastros de su pasado. Tal es el caso de la figura de una mujer en la cruz: la juventud apagada, la feminidad cautiva, el cuerpo crucificado.
   Pero la novela no se yergue sobre la peripecia existencial de la protagonista, sino sobre los pensamientos y cavilaciones del narrador ante lo que transmiten las figuras de Baroni: silencio pero también existencia, porque poseen esa engañosa capacidad de conferir vida. Sergio Chejfec sigue el rastro de esta mujer por los caminos de Venezuela, la observa también atentamente en sus tallas. La novela se convierte así en una suerte de incursión a las interioridades del ser de las personas y de sus obras.
   El relato, como ya señalé, se concentra en el viaje por los caminos, ciudades y pueblos de Venezuela y en ese personaje singular al que mira, analiza y lo sitúa en los diversos tiempos de su estadía existencial.
   Libro complejo y a la vez perturbador. Indigerible para aquellos paladares que se alimentan con banales aventuras y best – sellers. Pero, a la vez, narración profunda y vanguardista, sobre todo porque rompe con las fronteras genéricas. En sus páginas conviven la ficción, el ensayo, una suerte de bitácora de viajes e incluso análisis de obras de arte. La sola ficción, como confiesa el escritor, no sirve para entender los misterios del alma de un personaje tan singular como esta anciana que esculpe tallas policromadas, manifestaciones autónomas e incluso divergentes, de unas pocas existencias capaces de replicarse. Esto es Baroni: un viaje. Un periplo por pueblos y ciudades del altiplano venezolano, una poética del paisaje, un homenaje así mismo a poetas y a pintores raros y desconocidos, y sobre todo un encuentro con un personaje capaz de recuperar vida y cultora de la muerte.





El Santo Médico y mujer crucificada de Rafela Baroni

miércoles, 9 de marzo de 2011

J. R. ACKERLEY, LAS BIOGRAFÍAS DEL ALMA


Mi padre y yo
J. R. Ackerley
Editorial Anagrama, Barcelona 2011, 245 páginas.

   A los veinte anos de su edición en “Panorama de narrativas”, Anagrama recupera, con todo merecimiento, Mi padre y yo de Joe Randoph Ackerley (1896 – 1967), un verdadero paradigma moderno de la autobiografía, hasta el punto de que Ackerley le da nombre al principal premio británico de literatura autobiográfica. Aunque Mi padre y yo quizás sea mucho más que relato biográfico, ya que las peripecias vitales que el autor narra, son en muchas ocasiones verdaderamente novelescas. Es indiscutible el acierto editorial al reeditar este libro imprescindible en la colección “Otra vuelta de tuerca”, que desde 2009 recupera de forma ecléctica la más alta y exigente literatura, aquellos tesoros escondidos de las colecciones emblemáticas del sello editorial, que en su día fueron celebradas. Y Mi padre y yo es, sin ninguna duda, uno de esos “tesoros escondidos”.
   Sin embargo, el autor, J. R. Ackerley, fue un escritor imprevisible, de obra literaria parca, porque nunca se sentía capaz de arrancar y porque pocas veces paraba en casa. Gastaba su tiempo y sus energías buscando en pubs, callejones y en el Cuerpo de Guardia de su Majestad, al Amigo Ideal, jóvenes que le proporcionaran sexo a través del amor – objetivo en el que fracasa – o amor a través del sexo. Mi padre y yo es un libro póstumo, editado al año siguiente de la muerte del autor. Sobre las relaciones padre – hijo y sobre la difícil convivencia entre ambos, teníamos dos documentos emblemáticos: los escritos kafkianos, El juicio y Carta al padre. La tragedia tiñe la relación entre el joven del relato de Kafka y su áspero, justiciero y extravagante progenitor. En Mi padre y yo el modelo y el porqué son otros. La razón de ser del libro en la mente de Ackerley es doble: por una parte, su propia sensación de fracaso, de inadecuación personal, de inutilidad y pérdida. Y por otra, saber los motivos de la vida secreta del padre, un adúltero que mantuvo hasta su muerte dos familias en absoluto secreto y sin que una supiera de la otra. Al escribirlo, pretende analizar el alma del padre y al mismo tiempo autoanalizarse. El resultado es una historia hecha de excavaciones, de fragmentos y ramificaciones. El objetivo: entrar en las escondidas sombras de ese “huerto secreto” de su progenitor.
   Ackerley relata la vida visible y la invisible pero imaginada. La suya y la del padre. De la suya, este libro es un testimonio crudo, avasallador, sin concesiones. El “huerto secreto” del padre está documentado en dos cartas. El resto, la doble vida y las vicisitudes de las dos familias es, en buena medida, fruto de la ficción . Una ficción que se nos muestra en forma de investigación de la juventud del padre – quizás cautivo también del redil de la homosexualidad – y de su pasado más cercano. Ambas, en la pluma de Ackerley, crean un relato apasionado y morboso.  
J. R. Ackerley, retrato de Bachardy
   El capítulo 12 narra con detalles y con suma naturalidad, como si de un relato oral se tratara, la sordidez e infelicidad de su propia vida amorosa. Todo comienza con el regalo de un muñequito negro que le pide a su padre cuando en su niñez le operan de peritonitis. Ese muñequito siempre saldrá a la superficie. Recuerda como sombras los amores platónicos de su adolescencia, cuando percibe el sexo como algo deseable, pero culpable. Desprecia el cuerpo femenino (“A las chicas las despreciaba: ¿cómo podían atraer los cuerpos suaves, blandos y bulbosos de esas criaturas tontas e insubstanciales si las comparaba con la belleza muscular del cuerpo masculino?” pagina 136). Se contempla a si mismo en la tradición de los clásicos griegos. Pero no se atreve a nada más que a besar (“la distancia entre la boca y la entrepierna parecía demasiado grande”, página 137). Inicia una larga búsqueda del amor a través del sexo; en el horizonte, la utopía del Amigo Ideal. Buscando chicos se considera un ave rapaz, diligente, pero no osado ni imprudente. Mas, ¿cómo hallar el Amigo Ideal en una ciudad tan puritana como Londres en los años veinte? Sus primeros pasos le encaminan a los chulos y merodeadores callejeros. Después al Cuerpo de Guardia de su Majestad, que tenía un largo historial de prostitución homosexual.
   Ackerley, al igual que hiciera con sus presas, intenta capturar su propia existencia. Por eso, a la par que narra acontecimientos, aventuras, conquistas, transmite también estados de ánimo que, recuerda, no fueron los gloriosos y gozosos orgasmos, sino la absoluta miseria, papeles de desecho, como los que encuentra en las cajas de cartón que coleccionaba su madre demente en la ancianidad. La felicidad le llega más tarde  a través  de una perra loba. Pero esa será otra historia. La de este libro es la biografía de la propia alma y la de sus aledaños y el intento de captar la del progenitor en una época extremadamente puritana y deambulando por ambientes lúgubres, sórdidos y clandestinos. En un texto que revolucionará el género autobiográfico, suturando realidad y ficción y a años luz de cualquier pacata blandenguería.

martes, 8 de marzo de 2011

LA LUZ ESENCIAL EN LA NARRATIVA ULTRACORTA DE ROGELIO GUEDEA


Cruce de vías
Rogelio Guedea
Menoscuarto Ediciones, Palencia 2010, 92 páginas.

   Microrrelato, cuento breve, microcuento, hiperbreve, minirrelato, narrativa ultracorta…No importan los nombres, sino el reto, la apuesta de aquellos escritores que se atreven con esta quintaesencia de la literatura, que no es un fenómeno nuevo, pero si arduo y que demanda escritores con riñones poderosos. Condensar estructuras narrativas completas en muy pocas palabras. Hay quien establece el límite en ciento cincuenta caracteres. Casi como esos mensajes que enviamos por móvil.
   Rogelio Guedea, un escritor en las antípodas, mexicano residente en Nueva Zelanda, asume el reto y demuestra su maestría en este pequeño volumen, “un espacio en el que las fronteras de la expresión se disuelven, donde pongo en juego todos los recursos estilísticos habidos y por haber”.
   Menoscuarto Ediciones nos ofrece esta pequeña y singular joya, que el autor estructura en tres partes. Las dos primeras, “Andenes” para el escritor, “La literatura del guardagujas” y “Portaequipajes”, se nutren de prosas en las que Rogelio Guedea deja constancia de su filosofía vital y de sus principios filosóficos y estéticos. En pequeñas piezas reflexivas, R. Guedea nos habla de los destinos humanos, destinos marcados, como los senderos de las hormigas, para no perdernos. Nos grita palabras contra la represión, palabras contra los que maniatan las palabras contra la represión. Nos hace partícipes del sentimiento de extranjeridad (“había entre su sombra y su prójimo una red de cristal”, página 17). Enjuicia la vida como sucesión de encuentros y desencuentros ateorizables, con la percepción de la realidad tantas veces emborronada, como cuando un paño de vaho se extiende ante nosotros. Y llega a decir que somos un perro ciego que llevamos nuestros zapatos hacia ninguna parte. Varios de estos textos pueden leerse como series conexionadas de forma explícita o implícita. La sutura es obvia  en “El oficio”, que se prolonga en tres minirrelatos. Es menos explícita en otras narraciones, hechas del vivir diario y de esos momentos de prosas delicadas, familiares, en las que trae a escena la relación con su hijo.
   Pero será preciso alcanzar el tercer andén y su “Vía libre” para darnos de bruces con una explosión de belleza y de emoción, absorbidas y expresadas lingüísticamente. Textos igual de breves, pero mucho más narrativos. Con prosa torrencial, a veces dura, otras muy sensual, lúbrica, capaz de seducirnos siempre, Rogelio Guedea nos regala cuentos concentrados al máximo, hermosos y precisos como teoremas, muy cercanos a la prosa poética y en los

Rogelio Guedea

que encierra ese momento de luz esencial de una historia pensada o vivida. Que el lector no pase por alto esa reescritura de una fábula de Kafka del relato “La mujer que compraba botones para la camisa rosada”; el terror contado en catorce líneas del relato “Torturas”; el amor que viaja en el carrito de compras del relato “Supermercados”. Y sobre todo los seis relatos seriados de “Mujer portátil”. Un homenaje a la mujer. Ante su lectura quizás resuenen de lejos aquellos ecos del Libro de los Proverbios que Fray Luis de León tradujo en dos versos: “Mujer de valor, ¿quién la hallará / Raro y extremado es su precio”. Mas sin encintar los úteros y precintar los deseos y escritos con tal expresividad que nos hace sentir un nudo en el estómago:
   “Mujer que se orine en el imperialismo yanqui / Mujer que nunca diga no:mejor. Una mujer que traiga siempre una bolsa de aire. Y un destornillador. Mujer con llave maestra en las caderas: mujer con un vino rosado para cada ocasión. (…) Mujer sin esquinas: para que nunca termine de empezar. Mujer que no llore por su país. Que ella misma sea un país y que habite. Mujer tuerca o perno. Mujer que me haga falta día y noche, como este día y esta noche que no termino de cantar. (…) Mujer sin distancias, sembradío de chiles verdes, rábano y papayas ( sobre todo papayas sus maduros senos como dos luciérnagas bajo la noche de abril ). Mujer que sepa a mar y mar que no termine en sus espaldas. Una mujer con un piano en los ojos y un testamento en blanco que no quiera firmar” (Páginas 78, 81, 88)
   No cabe duda alguna que Rogelio Guedea domina la gramática del microrrelato: títulos perfectamente elegidos que ejercen con eficacia su función de “dirección”; economía de medios, núcleos diegéticos explícitos o implícitos, textos sugerentes que le encomiendan al lector la tarea rellenar lagunas y elaborar su propia historia. Y una correcta geometría de las palabras para conseguir del lector el efecto pretendido. Por todo ello, Rogelio Guedea es ya una realidad consolidada de la actual literatura latinoamericana, del que sin embargo cabe esperar nuevos y exuberantes frutos.

sábado, 5 de marzo de 2011

RAYMOND CARVER, LOS AÑOS DE PROPINA


Carver y yo
Tess Gallagher
Selección y traducción de Jaime Priede
Bartleby Editores, Madrid, 181 páginas.

   Primer aviso para navegantes de este insondable mar de las letras: que nadie se acerque a este libro pensando que va a hallar morbosos secretos de alcoba. Ni siquiera la novela rosa en la que Maryan Burk, la primera mujer de Carver, convirtió su matrimonio y plasmó también en un libro. No, este es el libro de una gran escritora, Tess Gallagher, en el que recupera y reconstruye su relación con Raymond Carver. La personal y la literaria.
   Pero invoquemos a la historia. Raymond Carver está considerado uno de los grandes escritores de América, un icono, junto con Chéjov quizás el mejor cuentista del siglo XX. Padre del realismo sucio y uno de los pilares del minimalismo, posiblemente debido a la poda que de muchos de sus relatos hizo su editor, Gordon Lish. Carver falleció unos meses antes de cumplir los cincuenta años. Sumergido durante más de media vida en el alcoholismo. Sin embargo, permaneció sobrio los últimos diez años de su existencia. Precisamente los años que vivió al lado de su segunda esposa, la poeta Tess Gallagher. Fueron los años “de propina”, como él mismo los definió, que compensaron las numerosas bajadas al infierno de las primeras cuatro décadas de su existencia.
   Carver dejó de beber el 2 de junio de 1977. Poco después conoce en Dallas a la poeta Tess Gallagher. Su vida en común fue inmensamente placentera, aunque tuvo que ver más con el instinto que con el azar, pero Carver fue feliz. Su vida en común ya forma parte de la historia de la literatura.
   Y Tess Gallagher en el año 2000 escribe Soul Barnacles. Ten more years with Ray, libro del que Bartleby Editores selecciona aquello que puede ser de interés para el lector español. Un libro de mucha calidad, escrito no como homenaje al marido fallecido, sino para legar una idea de la vida en común, del goce de los viajes que hicieron juntos. Y también para dejar testimonio de los acontecimientos importantes que acontecieron después de la muerte del escritor, como la adaptación de los relatos de Carver en la película “Short Cuts” (“Vidas cruzadas”).
   Un libro misceláneo pues, en el que la autora se mueve con gran serenidad entre el pasado y el tiempo actual de la escritura y nos hace presentes momentos importantes de esa propina que fueron los últimos diez años del escritor. El fluir de la relación entre ambos está perfectamente reflejado en la imagen – símbolo: la palabra “colibrí”. Tess Gallagher escribe que el canto del colibrí se solapaba mientras los dos trabajaban. Y Carver concluye el poema titulado “Colibrí” con estos versos: “…Cuando abras / mi carta recordarás / aquellos días y cuánto / cuantísimo te quiero”.
   El texto reúne, como digo, material heterogéneo. Se inicia con el diario de un viaje realizado por la pareja por Europa en abril de 1987. París, Alemania, Suiza, Italia, Inglaterra, Irlanda. Encuentros con editores y amigos como Salman Rushdie o Richard Ford. A continuación un artículo publicado en Granta en otoño de 1988, en el que testimonia que, tras haber
Carver y Tess Gallagher
cruzado un desierto de desesperanza, ella tuvo el privilegio de ver cómo el escritor se convertía en un hombre feliz, que, pese a saber el poco tiempo de vida que le quedaba y al pánico que le provocaba el tumor cerebral, eligió trabajar y escribir sus poemas. Le siguen prólogos, las cartas cruzadas con Robert Altman, director de la película “Short Cuts”, entrevistas y artículos en los que, una vez superado el dolor y el vacío, Tess Gallaguer, casi temiendo cometer un sacrilegio, nos ofrece la radiografía vital del hombre que amó y por el que fue amada. Juntos vivieron días de gran plenitud y hasta descubrieron que podían volar al revés como los colibríes (página 157).
   Así pues, un mosaico de ese brillo nocturno en la memoria que sigue siendo Carver para el alma de la que fue su mujer. Un libro luminoso que no sólo nos introduce en las claves de algunos textos de Carver y en la esencia de la experiencia amorosa, sino que también homenajea, desde la serena tristeza y la aflicción lírica, al hombre y al artista, cuyo último fragmento, hoy convertido en imagen icónica del amor y un puente entre la vida y la muerte, dice así:
                                             “¿Y conseguiste lo que
                                               querías en esta vida?
                                               Sí, lo conseguí.
                                               ¿Y qué querías?
                                               Considerarme amado, sentirme
                                               amado sobre la tierra”

miércoles, 2 de marzo de 2011

EL FARO POR DENTRO, HOMENAJE A LA LUZ Y A LAS SOMBRAS


El faro por dentro
Menchu Gutiérrez
Ediciones Siruela, Madrid 2011, 174 páginas.

   La autora de este libro, Menchu Gutiérrez (Madrid 1957), narradora, traductora y poeta, vivió  durante más de veinte años en el vientre de un faro de la costa norte de España. Y con la misma sensación de vivir un paréntesis temporal con que había llegado a la casa del faro, tuvo que abandonarla un día. El libro que ahora publica Ediciones Siruela, yergue su estructura sobre la fortaleza de dos textos: “El faro por dentro”, relato del último día de estancia de la autora en el faro, su particular homenaje  a la luz que de alguna manera sutura en uno solo a todos los faros, y “Basenji”, un relato más narrativo y ficcional que recibe su rótulo del nombre de una raza de perro africano que jamás ladra. Es el perro mudo que le hace compañía al farero y que se adecua “a una historia que congrega las preguntas esenciales lanzadas por el faro y a la vida que naufraga junto a la luz” (página 11).
   En el primer relato, el punto de partida es la experiencia del faro como un ser vivo, “un animal inmovilizado por un hechizo”. Y de esa experiencia surge el sentimiento de extranjería, la aprensión de estar usurpando un espacio ajeno que no le pertenece. Repasa en esos instantes de despedida los recuerdos de la vida en el faro, pero no los halla en las estancias del edificio sino adheridos a los ojos que buscan en las superficies marinas señales que sean capaces de dar sentido al día. Y de forma vertiginosa, del recuerdo del primer día, regresa al último. Lo que percibe entonces es que todo lo que había estado expuesto a la luz, ahora está dormido. Alrededor, el mar tiránico en el que terminaban ahogándose todas las miradas. También en ese último día de despedidas surgen los sueños, alimentados en las noches del faro: las olas gigantes y amenazadoras avanzando hacia la playa como un regimiento de ballenas. Y a las pupilas de su memoria vienen  finalmente las noches, las más de siete mil noches pasadas en el faro, condensadas ahora en una noche en la que todos los faros encendidos son el faro del fin del mundo. Prosas breves, alimentadas por una fuerte pulsión poética, por los trazos de un lirismo metafísico que encuentra en la luz esa realidad que no sólo ilumina, sino que transciende las esencias terrenales.
Menchu Gutiérrez
   De datación anterior es la novela corta “Basenji”, revisada por la autora y recuperada ahora por Siruela. Es una ficción que nace y crece así mismo como criatura de un faro. El protagonista del relato es un farero que habla en primera persona. Basenji es su perro. Lleva el nombre de una raza de perros  africana. Es un perro desalmado y mudo como las piedras. Atemoriza con sus patas de color cobre y su cabeza en suspenso. No duerme; utiliza la noche para absorber energías. Es capaz de mirar el acantilado como un frío matemático, sin pizca de vértigo. El perro acompaña la soledad, el alcoholismo, las angustias y pesadillas del farero, entre temporales marinos y tormentas del alma. Pero Basenji, un pero desprovisto de emociones, también mata y sobre todo, como perfecto mensajero, trae, como en el antiguo Egipto, los mensajes del mundo de los muertos. Mientras tanto, el faro parece estar anegado de aguas abisales.
   Voz potente y radical la de Menchu Gutiérrez para narrar el viaje alucinado de un hombre hacia el estado obsesivo en el que percibe la realidad lo y los que le rodean, como  peligro y misterio. Un texto con una delgadísima diégesis, nutrido sin embargo de gran fuerza simbólica (el faro, el farero y el perro, descendiente de la raza canina de los jeroglíficos egipcios). El pacto que esta narración demanda, es una lectura poética en la que el lector quiera y sea capaz de asumir toda la carga simbólica del texto y de la escritura de Menchu Gutiérrez. Un libro, pues, que nada tiene que ver con las lecturas convencionales, con los textos comerciales de la literatura de kiosco o de escaparate, sino con experiencias profundas, repletas de haces de luz y también de profundas sombras. Como los territorios de un faro.

martes, 1 de marzo de 2011

NOVEDADES DE EDITORIAL MINÚSCULA


   También este pequeño sello editor barcelonés nos ofrece novedades que seguramente no aspiran a ser best – sellers, pero que merecen ser catalogadas como textos en los que la calidad no ofrece dudas. Desde la calidad se puede hacer frente a la uniformidad del “libro único”. Los lectores son capaces de percibir la calidad de los buenos productos literarios y de elegir consecuentemente a pesar del masivo bombardeo publicitario He aquí cuatro de las  últimas publicaciones de Editorial Minúscula.
 
La muerte del adversario de Hans Keilson. Una obra maestra de Hans Keilson, un intrépido resistente contra el nazismo. Este escritor judío nos brindó en 1959 la explicación más profunda del porqué de la violencia entre los seres humanos. Un clásico sobre el mal en la época nazi que no dejará indiferente a ningún lector. Un sutil y agudo relato psicológico que analiza las dificultades de asumir la llegada al poder de Hitler. La novela de Keilson no ha perdido ni frescura ni actualidad. Erguida a partir de los apuntes que redacta un alemán anónimo en los años previos a la segunda contienda mundial, esta novela, en cuyo andamiaje podemos percibir ecos existenciales de Albert Camus, de Kafka o de Beckett, pretende iluminar la relación del protagonista con el enemigo, al que hubiera asesinado de haber tenido oportunidad.
   Obligado por las circunstancias políticas del momento a permanecer escondido, el actante de este relato turbador sólo encuentra refugio en la escritura. Hans Keilson empezó a redactar esta novela en 1942, pero se vio obligado a enterrar el manuscrito y no pudo retomarlo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. En su ficción, frente a los que aceptan la violencia como algo inevitable, el autor escudriña los lazos psicológicos que instaura el odio en el seno de las comunidades humanas. Un texto, pues, para deleitar y, sobre todo, para hacer reflexionar sobre esa ambivalente conexión que muchas veces se produce entre la víctima y su agresor.

Pasajera a Teherán de Vita Sackville – West. La autora, hija de una conocida bailarina española y de un aristócrata  inglés, nació en Kent en 1892. Como escritora su trabajo está vinculado al círculo de Bloomsbury en el que tuvo contactos y trabó amistad con Virginia Woolf y Dora Carrington entre otras. Su abundante producción literaria se diversifica en novelas como Los eduardianos, biografías como la de Juana de Arco y crónicas de viajes como Pasajera a Teherán que ahora publica en español Editorial Minúscula.
   Vita viajó a Teherán en dos ocasiones con el objetivo de visitar a su marido, un diplomático en la legación británica. Pasajera a Teherán recoge el primer viaje, en el año 1926, al Oriente Próximo. Un periplo sinuoso y pesado, por mar y tierra, acompañada de la poeta Dorothy Wellesley en la primera parte ( visita a la India ). Posteriormente prosigue el viaje en solitario, atravesando las montañas persas. Con la visita de Vita, cuya crónica recogen las páginas de este volumen, Persia, la belleza del país, sus esplendorosos jardines, la amabilidad de sus gentes, aparecen retratados  con minuciosidad y delicadeza. Virginia Woolf, que recibía las cartas de Vita con sus descripciones, escribió en su diario: “No es ingeniosa pero si desbordante y productiva, además de veraz”. En definitiva, la crónica de una experiencia llena de aventuras y de humor. Un año después, Vita regresa a Irán, cruzando a pie con una caravana la cordillera Bajtiari. Esta expedición está recogida en el texto “Doce días”, incluido también en este libro.

Käsebier conquista Berlín de Gabriele Tergit. Gabriele Tergit (1894 – 1982), periodista y escritora de éxito durante la República de Weimar y luchadora antifascista, escribió esta sátira en 1931. Echando mano de diálogos chispeantes y personajes emblemáticos, relata el ascenso vertiginoso a la fama y la caída fulminante de una estrella del mundo del espectáculo. Por pura casualidad y para completar la edición, un periódico publica un artículo sobre un tal Käsebier, un cantante de físico poco agraciado al que los periodista
s convertirán en un emergente producto de éxito de la industria cultural del Berlín de los años veinte. Ávidos de rápidas y suculentas ganancias, empresarios, banqueros y abogados también pretenderán sacar tajada. Käsebier aparece entonces convertido en marca comercial de los más dispares productos. Pero todo cambiará cuando la crisis económica y la tensión política empujen la ciudad hacia el abismo.

Marte en Aries de Alexander Lernet – Holenia. El autor es uno de los escritores austriacos más destacados del siglo XX. Los rumores le hacen hijo de un archiduque de la Casa de Habsburgo. Rainer Maria Rilke, modelo literaio de Alexander Lernet – Holenia, avaló la publicación de sus primeros poemas. Marte en Aries fue escrito en 1941, pero al igual que otros muchos manuscritos ahora recogidos en la colección Alexanderplatz, 18 de Editorial Minúscula, no pudo ver la luz de la edición hasta 1947, ya que Goebbels censuró y prohibió su publicación, al juzgar que menoscababa el heroísmo alemán y resaltaba la capacidad de resistencia de los agredidos.
   El protagonista de la novela, el teniente Wallmoden, cumple con el deber de personarse en su antiguo regimiento para efectuar unos ejercicios militares rutinarios. De pronto y sin darse cuenta, se ve inmerso y participando en la invasión de Polonia. Esa experiencia está recogida de forma realista en las páginas de este libro. Pero la novela no sólo es eso: la intriga, el amor y la irrupción de elementos sobrenaturales que desafían los límites de la realidad, están reflejados en estas páginas de forma realista y  a la vez brillante.