miércoles, 9 de marzo de 2011

J. R. ACKERLEY, LAS BIOGRAFÍAS DEL ALMA


Mi padre y yo
J. R. Ackerley
Editorial Anagrama, Barcelona 2011, 245 páginas.

   A los veinte anos de su edición en “Panorama de narrativas”, Anagrama recupera, con todo merecimiento, Mi padre y yo de Joe Randoph Ackerley (1896 – 1967), un verdadero paradigma moderno de la autobiografía, hasta el punto de que Ackerley le da nombre al principal premio británico de literatura autobiográfica. Aunque Mi padre y yo quizás sea mucho más que relato biográfico, ya que las peripecias vitales que el autor narra, son en muchas ocasiones verdaderamente novelescas. Es indiscutible el acierto editorial al reeditar este libro imprescindible en la colección “Otra vuelta de tuerca”, que desde 2009 recupera de forma ecléctica la más alta y exigente literatura, aquellos tesoros escondidos de las colecciones emblemáticas del sello editorial, que en su día fueron celebradas. Y Mi padre y yo es, sin ninguna duda, uno de esos “tesoros escondidos”.
   Sin embargo, el autor, J. R. Ackerley, fue un escritor imprevisible, de obra literaria parca, porque nunca se sentía capaz de arrancar y porque pocas veces paraba en casa. Gastaba su tiempo y sus energías buscando en pubs, callejones y en el Cuerpo de Guardia de su Majestad, al Amigo Ideal, jóvenes que le proporcionaran sexo a través del amor – objetivo en el que fracasa – o amor a través del sexo. Mi padre y yo es un libro póstumo, editado al año siguiente de la muerte del autor. Sobre las relaciones padre – hijo y sobre la difícil convivencia entre ambos, teníamos dos documentos emblemáticos: los escritos kafkianos, El juicio y Carta al padre. La tragedia tiñe la relación entre el joven del relato de Kafka y su áspero, justiciero y extravagante progenitor. En Mi padre y yo el modelo y el porqué son otros. La razón de ser del libro en la mente de Ackerley es doble: por una parte, su propia sensación de fracaso, de inadecuación personal, de inutilidad y pérdida. Y por otra, saber los motivos de la vida secreta del padre, un adúltero que mantuvo hasta su muerte dos familias en absoluto secreto y sin que una supiera de la otra. Al escribirlo, pretende analizar el alma del padre y al mismo tiempo autoanalizarse. El resultado es una historia hecha de excavaciones, de fragmentos y ramificaciones. El objetivo: entrar en las escondidas sombras de ese “huerto secreto” de su progenitor.
   Ackerley relata la vida visible y la invisible pero imaginada. La suya y la del padre. De la suya, este libro es un testimonio crudo, avasallador, sin concesiones. El “huerto secreto” del padre está documentado en dos cartas. El resto, la doble vida y las vicisitudes de las dos familias es, en buena medida, fruto de la ficción . Una ficción que se nos muestra en forma de investigación de la juventud del padre – quizás cautivo también del redil de la homosexualidad – y de su pasado más cercano. Ambas, en la pluma de Ackerley, crean un relato apasionado y morboso.  
J. R. Ackerley, retrato de Bachardy
   El capítulo 12 narra con detalles y con suma naturalidad, como si de un relato oral se tratara, la sordidez e infelicidad de su propia vida amorosa. Todo comienza con el regalo de un muñequito negro que le pide a su padre cuando en su niñez le operan de peritonitis. Ese muñequito siempre saldrá a la superficie. Recuerda como sombras los amores platónicos de su adolescencia, cuando percibe el sexo como algo deseable, pero culpable. Desprecia el cuerpo femenino (“A las chicas las despreciaba: ¿cómo podían atraer los cuerpos suaves, blandos y bulbosos de esas criaturas tontas e insubstanciales si las comparaba con la belleza muscular del cuerpo masculino?” pagina 136). Se contempla a si mismo en la tradición de los clásicos griegos. Pero no se atreve a nada más que a besar (“la distancia entre la boca y la entrepierna parecía demasiado grande”, página 137). Inicia una larga búsqueda del amor a través del sexo; en el horizonte, la utopía del Amigo Ideal. Buscando chicos se considera un ave rapaz, diligente, pero no osado ni imprudente. Mas, ¿cómo hallar el Amigo Ideal en una ciudad tan puritana como Londres en los años veinte? Sus primeros pasos le encaminan a los chulos y merodeadores callejeros. Después al Cuerpo de Guardia de su Majestad, que tenía un largo historial de prostitución homosexual.
   Ackerley, al igual que hiciera con sus presas, intenta capturar su propia existencia. Por eso, a la par que narra acontecimientos, aventuras, conquistas, transmite también estados de ánimo que, recuerda, no fueron los gloriosos y gozosos orgasmos, sino la absoluta miseria, papeles de desecho, como los que encuentra en las cajas de cartón que coleccionaba su madre demente en la ancianidad. La felicidad le llega más tarde  a través  de una perra loba. Pero esa será otra historia. La de este libro es la biografía de la propia alma y la de sus aledaños y el intento de captar la del progenitor en una época extremadamente puritana y deambulando por ambientes lúgubres, sórdidos y clandestinos. En un texto que revolucionará el género autobiográfico, suturando realidad y ficción y a años luz de cualquier pacata blandenguería.

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