sábado, 14 de mayo de 2011

NARRATIVA POSTNOCILLA

Exhumación
Luna Miguel  y Antonio J. Rodríguez
Ediciones Alpha Decay, Barcelona 2010, 55 páginas.

   Son ellos Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez. Nacida ella en 1990. Estudiante de periodismo y comunicación social, pero, desde los once años, con un impresionante curriculum a sus espaldas en el mundo de las letras y de la comunicación. Sus poemas se hallan traducidos a  varios idiomas y ejerce de columnista del diario Público. Él alcanzó la mayoría de edad tres años antes. También estudia periodismo y literatura. Crítico literario en Quimera y periodista cultural en varios medios impresos y digitales. Pertenecen, como otros/as muchos/as a la llamada generación postnocilla. Son precoces, el mundo juvenil bulle en sus cuerpos, sobre todo en sus cerebros. Escriben con la crema de cacao endulzando sus paladares y manchando sus manos. Y lo hacen en un tono entre gamberro y transcendente, con la osadía del que se considera artista adolescente, irresponsables, descarados, captadores de lo inmediato, inmersos en la ciencia de la blogoadolescencia. Y han escrito un libro: Exhumación. Alguien ha afirmado sobre este primer hijo que ha parido su filosofía juvenil, que es la prescuela de algo que promete, que marcará las tendencias de lo que será la literatura dentro de diez o de quince años. El futuro dirá si el funicular que conducen estos postadolescentes, será capaz de subir la montaña.
   Exhumación es un librito de poco más de cincuenta páginas que halla acomodo en la colección Apha Mini, del que un lector que no se halle inmerso en los ritmos y maquinarias de estos juegos, modas y poses juveniles, entenderá más bien poco. Las heroínas de carne y hueso son dos chicas Djuna y Amanda. Mas el gran protagonista es su lenguaje, el lenguaje que se manifiesta en múltiples registros: tonos líricos, otros burlescos y paródicos y alguno que remeda la crítica literaria. Y todos anclados en la transgresión y en la catarsis.
   La trama argumental gira sobre la historia de esa pareja formada por esas dos chicas, Amanda y Djuna. Ambas deciden alejarse no solo de los prejuicios, sino sobre todo del círculo existencial en el que no cesan de aburrirse. Para ello, dejan que afuera sigan colisionando los mundos, mientras ellas exploran los submundos de las discotecas en las que pululan personajes hijos del aluvión, que parecen haber escapado de películas subrrealistas. En ese ambiente noctámbulo, sueltan sermones contra lo divino y lo humano. Contra sus congéneres, empezando por los tíos elegantes con un fan a la altura del lóbulo de su oreja, contra las tías diseñadas en función de los parámetros de Voge International, contra los modernos que miran mal a otros modernos porque les superan en modernidad, contra los technopunks que te aprisionan, contra las lindas gatitas que reparten caramelos a las japonesitas  manga…Y entre los reproches, la atracción amorosa  de Djuna hacia Amanda, cuyo parangón es una diosa griega que huye del sexo masculino, pero no de la calma que le proporciona una sexualidad no conflictiva.
   En definitiva, un experimento fruto de la osadía de dos postadolescentes  con un gran caché en el mundo literario digital, que explora las formas de sacralizar lo anecdótico e insubstancial con el arma del lenguaje. A caballo entre el caos y el happy end. Tejidas sus cortas páginas con frases contrapunteadas, neologismos atrevidos, anglicismos que testimonian la colonización, y le dan al texto el tono castizo propio de una generación que ha medrado entre los espacios discotequeros. Con su segunda casa en los blogs  y alimentada, no con la nocilla de los supermercados, sino con la crema de Internet y el sabor de la música “entre lo electro – étnico y lo pagano”. Mas, aunque ellos adelanten la literatura de la nueva generación, cosa que está por ver, esta resistirá. Peores  desiertos y noches de piedra ha superado en su devenir.
Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez

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