viernes, 30 de marzo de 2012

LITERATURA MEMORIAL: IMRE KERTÉSZ, PRIMO LEVI

Los hundidos y los salvados
Primo Levi
Tradución de Pilar Gómez Bedate
El Aleph Editores, Barcelona, 270 páginas


Kaddish por el hijo no nacido
Imre Kertész
Tradución de  Adan Kovacsics
Acantilado, Barcelona, 152 páginas
(LIBROS DE FONDO)



Curiosas circunstancias han provocado que el 2002 haya sido un año sumamente propicio para la floración de una literatura memorial de indiscutible calado. Verdaderos alegatos contra la desmemoria.
La publicación de las memorias en las que García Márquez desnudó una parte de su vida y las tiradas millonarias de un libro detrás del que se encuentra el gran mito de la literatura actual, coincidieron en el tiempo con la concesión del Nobel a Imre Kertész y con la traducción al español de I sommersi e i salvati, el tomo que cierra la trilogía de Primo Levi sobre su experiencia en los campos de exterminio nazis. Las memorias de Gabo no precisan panegíricos ni exégesis publicitarias. La firma del escritor más universal de cuantos existen hoy día justifica la 'gabomanía' desatada en su momento y prueban que Vivir para contarla no fue únicamente un fenómeno mediático.  .
Muy distinta es la situación de Imre Kertész y Primo Levi. El primer premio Nobel húngaro era hasta el día en que la Academia sueca acordó otorgarle el galardón, prácticamente un escritor desconocido en Occidente y su obra traducida al español por una pequeña editora catalana. La memoria de Primo Levi se difumina silenciosamente desde aquel día de abril de l987 en que su cuerpo se precipitó por el hueco de la escalera de la misma casa en que nació. Todo ello a pesar de que diez años después de su muerte, y a modo de homenaje, Franceso Rosi llevara a la pantalla la versión cinematográfica de La tregua, una de sus obras.

Los dos escritores supervivientes del exterminio entienden los campos de concentración como una siniestra señal de peligro. En los dos brotó en los días del Lager la necesidad interior de dar testimonio, de hablar a los "demás" para que supiésemos lo que aconteció y jamás olvidemos lo que el hombre hizo con el hombre. Los dos reconocen que ninguna lengua cuenta con las suficientes palabras para expresar la ofensa recibida por la humanidad en los campos de exterminio, el aniquilamiento del ser humano.
Pero también los dos no permitieron que la desesperanza anidara en sus almas y minara completamente los deseos de sobrevivir en ese infierno llamado Auschwitz-Bikerneau. Los dos coincidieron en aquel territorio del exterminio nazi y los dos fueron liberados en 1945. Primo Levi fue uno de los 20 supervivientes italianos de Auschwitz. Imre Kertész, un simple número entre el medio millón de húngaros deportados en el mismo, que convirtieron el magiar en la lengua más hablada en el campo de exterminio.
El azar los unió de nuevo en el año 2002. Imre Kertész recibe el premio Nobel de Literatura, el primer y definitivo reconocimiento a escala planetaria de la literatura del Holocausto. En las mismas fechas en las que aparece traducido al español I sommersi e i salvati de Primo Levi. El Aleph Editores completa así su trilogía memorial (Si esto es un hombre, La tregua, Los hundidos y los salvados).

La Academia sueca reconoce en la trilogía de Kertész (Sin destino, Fracaso, Kaddish por el hijo no nacido) la experiencia frágil del hombre contra la arbitrariedad desalmada de la historia. Arbitrariedad que dejó en el Nobel húngaro terribles cicatrices que hacen que el protagonista de Kaddish por el hijo no nacido rece para que no se produzca el nacimiento de un ser humano en un mundo que permite la existencia de horrores como los de Auschwitz.
La Academia sueca tenía una deuda con la literatura memorial de los campos en los que se consumó el genocidio. En Kertész, al menos de forma simbólica, se premia a otros testigos de la barbarie, entre ellos a Primo Levi, a Jorge Semprún (El largo viaje), a Roberto Antelme (La especie humana) y también a Jean Améry, Violeta Friedman o Paul Celan.
Imre Kertész es un escritor distante de su tierra e incluso de Europa. Se considera un ciudadano del mundo y no olvida que en su día fueron asesinados seiscientos mil húngaros y Occidente calló. Su primera novela después del Nobel, titulada Liquidación, fue su último libro sobre el Holocausto y, a la vez, una fabulación contemporánea que se desarrolla en la Hungría de la caída del régimen comunista.

La obra de Kertész es enormemente compleja. Sus libros son muestras lúcidas de un autoanálisis doloroso, brutal y sin concesiones sobre el acontecimiento más traumático de la civilización occidental y del que él mismo fue víctima y ahora es testigo. Textos duros, filosóficos, existenciales, alejados del sentimentalismo, pero inmensamente perspicaces. Rezuman memoria y son una constante advertencia de cómo la gente, con frecuencia de forma inconsciente, se integra en la maquinaria del poder que exige sumisión y silencio. En la mente del escritor magiar, Auschwitz acabó únicamente porque cambió la suerte de la guerra, pero nunca ha existido en Occidente nada que pueda considerarse una negación fundamental de lo que fue y supuso el Lager siniestro.
En Si esto es un hombre, el primer trabajo literario de Primo Levi y principio de su trilogía memorial, el autor recupera con austera serenidad sus recuerdos personales en los campos de exterminio. Su testimonio sobre lo inhumano de Auschwitz y las terribles convulsiones del alma sometida a la convivencia con la muerte, le devuelven al horror su realidad y lo hacen tangible.

La tregua, la segunda entrega de la trilogía, es el libro del retorno. Los escasos supervivientes italianos de Auschwitz culminan un viaje tortuoso y esperpéntico a través de media Europa y el lector asiste atónito a la riqueza infinita de matices de la humanidad encontrados a través de su viaje, pero atenazado por el miedo a escuchar de nuevo la orden del amanecer en Auschwitz, la palabra extranjera, la orden temida y esperada: "¡A levantarse!","Wstawác".

En Los hundidos y los salvados Primo Levi efectúa una reflexión radical sobre cuestiones esenciales como la libertad, la vergüenza, la complicidad, el compromiso y un alegato a favor de la piedad como categoría básica de una ética que merezca ser llamada humana. E invita a reflexionar sobre algo que aconteció. De manera increíble pero real ocurrió que un pueblo civilizado, criado en la cuna del florecimiento cultural de Weimar, siguió a un histrión que hoy movería a risa. Y sin embargo sucedió y por consiguiente puede volver a  suceder.

El escritor que murió trágicamente en l987, no tuvo la oportunidad de contemplar cómo todo se está repitiendo de nuevo: personajes tan inhumano como Hitler dirigen hoy el muchos estados. Un personaje de parecida categoría moral dirigió no hace mucho el estado de Israel, llegando a marcar  los cuerpos de los palestinos y haciendo de la historia de Primo Levi algo más desolador que nunca, como escribió L. García Montero. Auschwitz que cambió de nombre, pero que nunca dejó de existir.

Francisco Martínez Bouzas


Imre Kertész

Fragmentos

"Y dejad de decir por fin, dije con toda probabilidad, que Auschwitz no tiene explicación, que Auschwitz es el producto de fuerzas irracionales, inconcebibles para la razón, porque el mal siempre tiene una explicación racional, es posible que el propio Satanás sea irracional, como lo es Yago, pero sus criaturas sí son racionales, todos sus actos se derivan de algo, igual que una fórmula matemática; se derivan de algún interés, del afán de lucro, de la pereza, del deseo de poder y de placer, de la cobardía, de la satisfacción de este o de aquel instinto, y si no, pues de alguna locura al fin y al cabo, de la paranoia, de la manía depresiva, de la piromanía, del sadismo, del asesinato sexual, del masoquismo, de la megalomanía demiúrgica o de otro tipo, de la necrofilia, qué sé yo de qué perversión de las muchas que hay o de todas juntas quizá, porque, dije con toda probabilidad, porque prestad atención, porque lo verdaderamente irracional y lo que no tiene explicación no es el mal, sino lo contrario: el bien. "

(Imre Kertész, Kaddish por el hijo no nacido)

…..


Primo Levi
“Los jóvenes suelen preguntarnos, con mayor frecuencia y más insistencia a medida de que pasa el tiempo, quiénes eran, de qué pasta estaban hechos nuestros «esbirros». La palabra se refiere a nuestros ex guardianes, a los SS, y a mi entender no es apropiada: hace pensar en individuos retorcidos, mal nacidos, sádicos, marcados por un vicio de origen. Y, en lugar de ello, estaban hechos de nuestra misma pasta, eran seres humanos medios, medianamente inteligentes, medianamente malvados: salvo excepciones, no eran monstruos, tenían nuestro mismo rostro, pero habían sido mal educados. Eran, en su mayoría, gente gregaria y funcionarios vulgares y diligentes: algunos fanáticamente persuadidos por la palabra nazi, muchos indiferentes, o temerosos del castigo, o deseosos de hacer carrera, o demasiado obedientes. Todos habían sufrido la aterradora deseducación suministrada e impuesta desde la escuela como habían querido Hitler y sus colaboradores, completada después por el Drill de las SS. Muchos se habían alistado en esa milicia por el prestigio que confería, por su omnipotencia o también, sólo para escapar de las dificultades familiares. Algunos, poquísimos en verdad, se arrepintieron, pidieron ser transferidos al frente, proporcionaron cautas ayudas a los prisioneros, o eligieron el suicidio. Debe quedar bien claro que responsables, en grado menor o mayor, fueron todos, pero que detrás de su responsabilidad está la de la gran mayoría de los alemanes, que al principio aceptaron, por pereza mental, por cálculo miope, por estupidez, por orgullo nacional, las «grandes palabras»  del cabo Hitler, lo siguieron mientras la fortuna y la falta de escrúpulos lo favoreció, fueron arrollados por su caída, se afligieron por los lutos, la miseria y el remordimiento, y fueron rehabilitados pocos años más tarde por un juego político vergonzoso”

(Primo Levi, Los hundidos y los salvados, páginas 269-270)

lunes, 26 de marzo de 2012

NOVEDADES DE CAPITÁN SWING LIBROS: TEXTOS COMO DINAMITA

Capitan Swing Libros es otra de esas pequeñas editoriales que afrontan la crisis no solo con optimismo, sino sobre todo con calidad, originalidad y propuestas para los lectores realmente muy avanzadas. Desde la calidad y la singularidad en efecto Capitán Swing Libros hace frente a la uniformidad del “libro único”. Las obras impresas, especialmente si son innovadoras, con temáticas actuales combaten, hoy y siempre, los proyectos totalitarios.
Así lo viene haciendo desde los últimos años este sello editorial madrileño que dirige un joven editor y sociólogo, Daniel Moreno. Un sello editor especializado sobre todo en ensayo, en ensayo-reportaje, aunque tampoco deseche la narrativa  comprometida con los conflictos sociales. Los lectores  son capaces de elegir la calidad de los buenos productos, por mucha presión publicitaria que ejerzan los megagrupos editoriales que, en sus ansías depredadoras, engulleron, con contadas y honrosas excepciones,  a la mayoría  de las editoriales españolas. Pero frente a esas ansías depredadores, por desgracia consumadas casi siempre, han ido surgiendo en los últimos años, pequeños sellos editores independientes.
Uno de ellos es sin duda la casa editorial madrileña a la que me estoy refiriendo. Inconformista y revoltosa  en sus productos editoriales, en sus cuatro colecciones, como aquellas revueltas agrarias cartistas, aquel movimiento social del siglo XIX que propugnaba la destrucción de las máquinas ya que le quitaban el trabajo a los jornaleros. Tan inconformita y militante como el "Captain Swing" el ficticio lider, fruto de la imaginación de los cabecillas de aquellas revueltas y de cuya figura toma nombre la editorial madrileña. Una verdadera declaración de intenciones: lectura crítica del pasado proyectada en el presente.
Hoy traigo a este cuaderno cuatro de sus últimas novedades editadas todas ellas este año. Es la impresión provisional, la primera ojeada, extraída sobre todo de las respectivas presentaciones editoriales. En otro momento volveré sobre estos libros con comentarios más reposados y valorativos.


El Crack-Up, autor: Francis Scott Fitzgerald, Prólogo  de Jesús Alonso López, traducción de  Mariano Antolín Rato (Colección Entrelíneas, 374 páginas):

Publicado en 1945, El Crack-Up es una colección de ensayos, cartas inéditas y apuntes de F. Scott Fitzgerald compilada y editada por Edmund Wilson poco después de su muerte. Incluye también valoraciones favorables de su obra a cargo de celebridades como Glenway Wescott, John Dos Passos o John Peale Bishop. Los ensayos no tuvieron buena acogida en su época, en especial las confesiones personales. Sin embargo, el libro nos permite comprender mejor la mente del escritor estadounidense durante el período más difícil de su vida.
El Crack-Up cuenta la historia de la brusca caída de Fitzgerald desde una vida de éxito y glamour a otra de vacío y desesperanza, así como de su voluntariosa recuperación. Esta intensa y reveladora colección de escritos describe la trayectoria de un hombre cuya personalidad nos sigue cautivando, cuya alegría y genio temerarios lo convirtieron en un símbolo viviente en la época del jazz. A los que crecieron con El gran Gatsby o con Suave es la noche, esta extraordinaria recopilación de escritos autobiográficos les ofrece una mezcla única y personal del romance y la realidad encarnados tanto en la vida como en la literatura de Fitzgerald.

F. SCOTT FITZGERALD

Narrador estadounidense, considerado el máximo intérprete literario de la llamada “era del jazz” de los años veinte de su país. Obtuvo gran popularidad con su primera novela, A este lado del paraíso (1920), lo que le permitió publicar sus cuentos en revistas de prestigio como The Saturday Evening Post, y convertirse en una de las figuras más representativas del “sueño americano” de la década de 1920.
En Francia escribió la que se considera su obra maestra, El gran Gastby (1925), la historia del éxito y posterior decadencia de un traficante de alcohol durante la ley seca. Fitzgerald describió en sus páginas un arquetipo que estaba surgiendo por entonces en Estados Unidos: el individuo de clase baja y de escasa moral, que para triunfar utiliza cualquier medio a su alcance. Su libro póstumo y testimonial El Crack Up (publicado en 1945 por Edmund Wilson) es la crónica escalofriante de su desintegración como hombre y como escritor.


La jungla, autor: Upton Sinclair, presentación de César de Vicente, traducción de Antonio Samons (Colección Polifonías, 540 páginas):

Cuando La jungla se publicó por entregas en el periódico socialista The Appeal to Reason en 1905, era un tercio más extensa que la edición comercial y censurada que se publicó en forma de libro al año siguiente. Esta expurgada edición eliminaba gran parte del sabor étnico del original, así como las más brillantes descripciones de la industria cárnica y algunos de los comentarios más punzantes y políticos de Sinclair.
Escrito tras una visita a los mataderos de Chicago, se trata de una descripción dura y realista de las inhumanas condiciones de trabajo en el sector. No es frecuente que un libro tenga semejante impacto político, pero su publicación generó protestas a favor de reformas laborales y agrícolas a lo largo y ancho de Estados Unidos, y dio lugar a una investigación de Roosevelt y el gobierno federal que culminó en la “Pure Food Legislation” de 1906, acogida favorablemente por la opinión pública. Esta edición contiene los 36 capítulos de la versión original sin censurar, y una interesante introducción que desvela los criterios censores aplicados en la edición comercial.

UPTON SINCLAIR

Novelista y dramaturgo estadounidense de la Escuela Realista de Chicago que llevó la crítica social y los ideales de la lucha política a la ficción testimonial.
Autor de más de un centenar de libros, Upton Sinclair se dio a conocer a través de La jungla (1905), aunque escribió otras muchas novelas de tema social y político, y varios estudios en defensa de la prohibición o en contra de la prensa, lo cierto es que ninguno tuvo el éxito de su primera novela. De su famosa colección de once novelas sobre Lanny Budd, un adinerado agente secreto que participa en importantes acontecimientos internacionales, cabe destacar El fin del mundo (1940) y Los dientes del dragón (1942), que trata de la Alemania nazi y fue galardonada con el Premio Pulitzer en 1943.


Composición nº 1(1962), autor: Marc Saporta, presentación de Miguel Ángel Ramos, traducción de Jules Alqzr (Colección Inclasificables , 344 páginas sin paginar en caja de cartón)

Entre los precursores de los textos no lineales, de la fragmentación del discurso que hoy sirve de paradigma a la literatura hipertextual, se encuentra el novelista francés Marc Saporta.
Composition nº1 está compuesto de páginas sin encuadernar y sin numerar, dispuestas al azar en una caja. Cada página contiene una narración autónoma, el lector decide en qué orden desea leer el libro, y hasta dónde quiere llegar antes de comenzar de nuevo. En el prefacio, el autor indica: "Se ruega que el lector disponga de estas páginas como de una baraja de cartas (…) Del encadenamiento de las circunstancias depende que la historia acabe bien o mal. Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito". La filosofía de Saporta sugiere que el tiempo y el orden en que se producen los acontecimientos en nuestras vidas tienen un papel más decisivo incluso que la propia naturaleza de los mismos.
Libro artefacto, libro dinamita que nos aconseja ese barajado   de páginas para que nos atrevamos a barajar y revolver nuestra memoria al menos una vez en la vida para abrirnos a lo insólito, a lo novedoso, a  lo desconocido.

MARC SAPORTA

Marc Saporta (1923-2009) fue un ensayista, novelista y analista literario francés, miembro del Nouveau Roman. Es autor de novelas tan relevantes como Le Furet (1959), La Distribución (1961), La Quete (1961), Composición nº 1 (1964). Tradujo al francés a Kerouac, Hemingway y M. L. King.


La esposa diminuta,  autor: Andrew Kaufman, traducción de Leticia García Guerrero, ilustraciones de Tom Percival (Colección Polifonías, 91 páginas)


 La singular trama de este libro arranca cuando un hombre con un «llamativo sombrero morado» entra en la sucursal nº 117 del British Bank of North America. Tras un disparo al techo y un pequeño discurso, exige que le entreguen cualquier objeto que tenga un valor sentimental para su dueño, por lo que termina huyendo de la escena con un par de fotos arrugadas, un recibo, una calculadora y un ejemplar sobado de El extranjero de Albert Camus. Como resultado de su extra­vagante irrupción, sus víctimas se ven menguando día a día, casadas con muñecos de nieve, convertidas en mermelada o persiguiendo sus corazones todavía palpi­tantes a través del tráfico.
Si todo esto suena ligeramente ridículo, es porque lo es. Kaufman apuntaba a un mensaje existencial más profundo cuando escribió este homenaje a la mediocridad. La esposa diminuta no es la versión menor de una novela más extensa, sino una completa, pintoresca y cautivadora descripción de los demonios que llevamos con nosotros sin darnos cuenta; un cuento de hadas para adultos bien hecho y sin concesiones al sentimentalismo, gracias al mordaz sentido del humor de su autor.

SINOPSIS

Un ladrón irrumpe en un banco armado con una pistola, pero no pide dinero. En vez de eso, ordena a cada uno de los clientes que le entreguen el bien más preciado que tengan en ese momento. Los clientes salen indemnes del singular atraco, pero pronto comienzan a suceder cosas extrañas. Una ve cómo un tatuaje se le desprende del tobillo y comienza a perseguirla, otro se despierta y descubre que está hecho de caramelo, y Stacey Hinterland se percata de que está menguando día a día...
The Tiny Wife es una fábula sobre cómo perderse por accidente y encontrarse a uno mismo en el amor de otro.

ANDREW KAUFMAN

Escritor, director y productor de radio canadiense. Fue miembro de "Perpetual Motion Roadshow", una publicación underground en la que figuraban detacados novelistas, poetas, dibujantes, músicos y cómico. En la actualidad trabaja como productor en la Radio CBC de Toronto. Su película corta Aberistiwith fue proyectada en festivales de Europa y Canadá. Entre sus novelas cabe destacar Todos mis amigos son superhéroes (2003), La Biblia impermeable (2009) y La esposa diminuta (2010)

domingo, 25 de marzo de 2012

"TRISTANO MUERE", UNA ELEGÍA TRÁGICA EN LA MUERTE DE ANTONIO TABUCCHI*

Tristano muere
Antonio Tabucchi
Editorial Anagrama, Barcelona, 2004, 192 páginas.


Antonio Tabucchi (Vecchiano,1943-Lisboa 2012 ), profesor universitario de literatura portuguesa, ha sido conocido sobre todo por sus relatos, por sus novelas y también por su producción ensayística. Enamorado de la literatura portuguesa, hasta el punto de haberse nacionalizado portugués, traductor y comentador de Fernando Pessoa, Tabucchi ha recogido en su narrativa la tendencia del poeta portugués a multiplicar los planos de la realidad, a añadir constantemente nuevas presencias, a extender las situaciones hasta el punto de hacerlas inconmensurables.
Pero si ha habido un escritor versátil, éste es por antonomasia Antonio Tabucchi. Conocido sobre todo por Sostiene Pereira, el narrador italiano es mucho más que ese paréntesis de novelas fáciles, populares, epopeicas como la citada o La cabeza perdida de Damasceno Monteiro. Tabucchi es sobre todo el delicado y exigente refinamiento de Dama de Porto Pim, Nocturno hindú, Sueño de sueños & Los tres últimos días de Fernando Pessoa. Así como su novela epistolar, Se está haciendo cada vez más tarde y el monólogo desencantado de Tristano muere, seguramente su novela más ambiciosa y en la que el maestro italiano, el mejor escritor de su generación, trabajó doce años y que vio  la luz en la mayoría de las lenguas del mundo, incluidas las minoritarias. El mismo autor ha manifestado que Tristano muere es la novela de su vida, auque no le resultará fácil superar el éxito de Sostiene Pereira, con más de 200.000 ejemplares vendidos sólo en España. En ella, más que en ninguna otra, Tabucchi cultiva la tendencia a multiplicar los planos de la realidad representada, a añadir constantemente nuevas presencias, a ampliar las situaciones hasta el punto de hacerlas inconmensurables, prácticamente infinitas.
Diremos de manera esquemática que Tristano muere es la historia de un viejo partisano, un luchador antifascista que está muriendo en el último agosto del pasado siglo y hace acudir junto a su lecho a un escritor, que ya había escrito una versión novelada de sus vivencias, para transmitirle con el poder de la palabra, en la agonía, oprimido por la  gangrena  y con el ritmo cadencioso que la morfina le otorga a su voz, el equívoco cuadro de su vida, hecho de contradicciones, omisiones, dudas, falsos recuerdos, imaginaciones, deseos incumplidos. Un cuadro que puede ser visto como la biografía moral del siglo XX o, como confiesa el escritor, como la tarjeta de identidad donde se perciben las huellas digitales de la pasada centuria
Tristano esta agonizando en un agosto toscano, un agosto que parece que nunca va a terminar, entre el dolor y la canícula, pero en su interior existen muchas cosas de las que quiere liberarse. Muchas cosas que necesita contar y comprender y entender al recordarlas. Por eso convoca a este personaje, al que siempre llamará escritor y que nunca habla, no actúa como interlocutor. Está allí, a su lado como un fantasma para ser el fiduciario de unas palabras, de una larga confesión que será una especie de testamento en el que Tristano, al no tener nada que dejar, lega, como en la Edad Media sus llagas y heridas.
En la novela están presentes algunos de los grandes interrogantes merecedores de ser formulados en nuestro tiempo. El protagonista llega por ejemplo a preguntarse si, después de haber luchado por la democracia y por la libertad, mereció realmente la pena. En buena medida se siente amargado, escéptico y no halla respuestas. Cuando luchaba en las montañas, todo estaba claro. Ahora en cambio, todo es oscuridad. Ni siquiera queda claro y patente el sentido de la civilización occidental. Occidente, un faro de luz en una mano y una bomba atómica en la otra. ¿Mereció la pena haber combatido, haber matado para vernos inmersos en este frágil hoy, en esta alba del tercer milenio, construida de mil tragedias y falsos pasos adelante, hasta la irrupción del dios supremo, el  fuego eléctrico, el “tontintolín”, la nueva tiranía televisiva superior a cualquier clase de ismo? Inteligente, audaz y esclarecedora la forma como Tabucchi representa la crisis de la civilización occidental, de sus valores  e ideales, de sus principios morales.
Y la gran pregunta que palpita en toda la novela: ¿puede ser contada una vida? ¿O simplemente se vive y nada más? ¿Es la vida un juego de espejos? Seguir su rastro no resulta fácil ya que la vida no nos viene dada en orden alfabético. Se muestra un poco aquí y un poco allá, como migajas, y el gran problema es poderlas recoger. Algunas veces la pregunta adquiere tintes más radicales: ¿qué es la vida? Tristano no busca tanto el sentido de su vida como el de la vida en general, pero se encuentra con muros infranqueables porque la realidad se confunde con el sueño, lo que ha acontecido con los deseos. Y la vida, en definitiva, más que una suma de hechos, es una catarata de  preguntas sin respuesta, algo indecible.
Tristano muere tiene como subtítulo “Una vida”. Sin embargo la novela no es en ningún momento la crónica de una existencia. Al final del libro, lo que de Tristano sabemos, es muy poco y este poco se nos presenta confuso, recuerdos acuosos que se apoyan unos en otros. Sin embargo este profundo monólogo sobre lo indecible nos hará reflexionar sobre los meandros de la historia, esa historia que llega hasta nuestros días, en un viaje a través de la memoria, densa indagación sobre el sentido del heroísmo  y de la vileza en una cara a cara con la muerte.
Todo esto y mucho más es Tristano muere, un título que nos recuerda a Malone muere de Samuel Beckett y que Tabucchi quiere que se respete en las versiones a otras lenguas. Un título que rinde homenaje a Leopardi, al Tristano de las Operette Morali, una figura que observa el mundo con pesimismo y amargura. Y el empleo de un presente muy especial: elástico, dilatado. Un presente que dura un mes entero, que se prolonga para indicar que Tristano muere en cada página del libro, pero que sabe al final del mes de agosto que será definitivamente expulsado de la vida. Mientras tanto respira y habla reafirmando la superioridad de la palabra, de la voz sobre la tradición escrita. “De todo lo que somos, de todo lo que fuimos, quedan las palabras que hemos dicho...”
Novela compleja, dura, despiadada, de la que el lector sale  como mínimo perturbado y confuso, como el siglo que Tabucchi pretende contar, corroído también por la gangrena. Fragmentalismo, prosa selecta, novela -poema. El desarrollo del libro es dilatado, pero a la vez fragmentario. Lo que acontece lo hace a trechos, se detiene, se reinicia, se interrelaciona, se superpone. Una novela, pues, que se construye como un rompecabezas y emplea la técnica del monólogo interior de Joyce y del desdoblamiento de Pessoa. Una pieza de ficción muy alejada de los productos literarios de simple consumo, pero muy rica en todos sus planos, que funcionan como un juego de espejos, como retratos que son de la realidad y llega hasta nosotros como un monólogo desilusionado y formalmente muy fragmentado.

Francisco Martínez Bouzas

Antonio Tabucchi
                                                    
* Este texto, con leves variantes, fue publicado el día 9 de enero de 2005 en el suplemento  Gaceta Dominical del periódico El País de Cali (Colombia). Hoy lo reproduzco en homenaje a Antonio Tabucchi, uno de los grandes referentes literarios de Europa, fallecido en este día en Lisboa a los 68 años de edad.

martes, 20 de marzo de 2012

SARAH WATERS, DE LA NARRACIÓN DEL LESBIANISMO A LA CARA OCULTA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Ronda nocturna
Sarah Waters
Traducción de Jaime Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 573 páginas
(LIBROS DE FONDO)


La narradora galesa Sarah Waters, considerada la reina de la ficción histórica lesbiana, vio traducida  al español su cuarta novela, The Night Watch, editada en el año 2007 por la Editorial Anagrama de Barcelona. Una versión encabezada por un título oportuno, Ronda nocturna,  hace posible que los lectores hispanos podamos deleitarnos una vez más con  el espléndido ritmo narrativo de Sarah Waters. La escritora británica forma parte de la nómina de escritores de la Revista Granta en la pasada década. Cada diez años, en efecto, se considera que en las letras británicas nace una nueva generación de narradores. La forman, en teoría, los veinte escritores menores de cuarenta años elegidos cada decenio, desde 1983, por la Revista literaria Granta. Julian Barnes, Martin Amis, Ian McEwan o Salman Rushdie formaron parte, entre otros, de la lista Granta de  1983. Diez años más tarde, ingresaban en la misma Kazuo Ishiguro, Hanif Kureishi, Hill Self. Y en el año 2003  hacía su ingreso en el club de los jóvenes literatos Granta la galesa Sarah Waters.
Tal hecho, con independencia del valor intrínseco de su escritura, iba a significar que las obras de esta narradora llegarían a las manos de los lectores acompañadas de un plus  promocional inestimable. El éxito de ventas y las traducciones a numerosas lenguas non han hecho más que confirmar la consolidación de una narradora de inmenso talento, conocida igualmente por sus estudios sobre género y sexualidad. Pero sobre todo por haber firmado cinco novelas (El lustre de la perla, Afinidad, Falsa identidad, títulos de sus  versiones al español) que constituyen sin duda la mejor trilogía del amor lésbico de la literatura contemporánea. Y sobre todo, la crónica novelada de su normalización en la época victoriana. Sin embargo, la escritora galesa no se acerca al tema del lesbianismo desde la militancia, sino mediante el relato, contándonos verdaderas historias de amor que se desenvuelven en atmósferas y escenarios  dickensianos, perfectamente recreados mediante la ficción y la pluma de la escritora galesa.
Pero en su penúltima novela, Ronda nocturna, la puritana Inglaterra victoriana del siglo XIX le cede el protagonismo a un nuevo tiempo ficcional : los años cuarenta del pasado siglo. Un nuevo espacio, un período traumático, en el que Sarah Waters sitúa su prosa brillante y rica en matices. Una época marcada por la Segunda Guerra Mundial y por su posguerra. Un período prácticamente ausente del imaginario británico y que para la narradora supone “un nuevo punto de partida”. Y no únicamente porque cambie la ambientación, sino también porque Sarah Waters, en esta última novela, se aclimata a una nueva voz narrativa: una tercera persona que lo sabe todo, y con la que nunca había experimentado hasta el momento.
Después de documentarse profusa y profundamente sobre la vida cotidiana de este período, Sarah Waters llegó a la conclusión de que, al contrario de lo que se pueda pensar, fue un tiempo de amor y también de grandes oportunidades, en especial  para muchas mujeres que se vieron obligadas a ejercer empleos masculinos, a trabajar fuera de sus hogares sin dejar de lado sus tareas domésticas. Pero una vez que la Guerra concluyó y los varones retornaron del campo de batalla  a sus hogares, las mujeres fueron otra vez desterradas al ámbito doméstico, hecho que originó no pocos problemas como queda reflejado de forma magistral en esta historia coral que es Ronda nocturna.
La novela se halla estructurada al revés. El tiempo del relato empieza en 1947 y mediante una analépsis concluye en plena Guerra, en 1945. Un artificio o artimaña narrativa que la autora justifica de la siguiente forma: “Cuando conoces a alguien, lo que ves es su presente y poco a poco te vas sumergiendo en su pasado”.
La novela es en realidad un cruce de historias de cuatro personajes corrientes en una época traumática: los días dramáticos del Blitz, con los bombardeos sin tregua con los que el Reich intentaba devastar la capital británica. La base argumental de la novela no es otra que la captación de las repercusiones que aquellos hechos tuvieron en la población civil, personificada en cuatro protagonistas: Viv, Helen, Duncan y Kay. Ellos, sus palabras y sus hechos, ponen de manifiesto el fuerte impacto existencial que a muchos ciudadanos londinenses les hacía imposible soportar la presión de verse enfrentados cara a cara con una muerte casi segura, mientras que a otros les abría la puerta de impensables oportunidades  de vivir y realizarse de una forma distinta, con una libertad que jamás habían soñado, pero que los estigmatizaría para siempre.
Sarah Waters es un gran recuperadora de historias perdidas. En Ronda nocturna esas historias son las de Viv, Helen, Duncan y Kay, cuatro jóvenes con las que Sarah Waters pretende simbolizar la respuesta de la gente ordinaria frente a la guerra. En un ambiente de devastación y de horror surgen los amores, amores ocultos por obvios motivos sociales: los que germinan entre mujeres en un tiempo que no es el de hoy; también los que semejan perfilarse entre personas de distinto sexo, porque alguno de los personajes está casado y al mismo tiempo se halla indeciso sobre el destino de su matrimonio.
La estructuración del relato en tres períodos evita la reconstrucción de los particulares avatares de cada personaje a través de flashbacks y hace que nazca  en el lector un especial interés: el de descubrir, en la tercera parte de la novela, los orígenes de las relaciones. Cómo nacieron y cómo se alimentaron los amores y desamores, que secretos permanecieron sin verbalizar  y, en especial, cómo la guerra actuó de inflexible y férrea directora, haciendo que todos los personajes, que aparecen en el relato a través de escenas entrecruzadas, y muy humanizados, se pregunten al concluir el conflicto: y tú, ¿cómo lo soportaste, cómo resististe?
Las respuestas nos llegan de personajes mucho más humanos que los que Sarah Waters había creado para su trilogía victoriana. Al relatarnos sus vicisitudes -también su sexualidad sin eufemismos- la autora pretende acabar con el estereotipo heterosexual de aquellos días: “Me interesaba recuperar historias jamás contadas o que permanecieron silenciadas, como el hecho de que hubo muchos homosexuales que fueron héroes de guerra”

Francisco Martínez Bouzas

Sarah Waters

Fragmentos

“Él le subió la falda y le pasó la mano por la parte desnuda de la pierna, debajo de la nalga. Ella pensó que su vestido de crespón se estaría arrugando, que se le estaría enganchando las primorosas medias zurcidas por las hadas, pero ahuyentó el pensamiento. Al volver la cabeza, las campanillas se le cayeron del pelo y se le aplastaron, pero a ella no le importó. Percibió el olor a polvo, el olor repulsivo de la moqueta del hotel; se imaginó a todos los hombres y mujeres que quizá se hubieran abrazado encima o que acaso estaban tendidos así ahora, en otras habitaciones, en otras casas…, unos desconocidos para ellos…La idea, de pronto, le pareció encantadora. Reggie se abatió sobre su  cuerpo, como tenía que ser, y ella dejó que sus miembros se ablandaran, cediendo al peso del otro cuerpo, pero siguió moviendo las caderas. Se olvidó de su padre, de su hermano, de la guerra; se sintió expulsada fuera de sí misma, liberada”.
…..

“-¿Eso es el sentido de esta guerra? –preguntó Julia.
-¿Tú cuál crees que es?
Creo que es nuestro amor  a la barbarie, más que nuestro amor  a la belleza. Creo que el espíritu que se le infundió al edificio de St. Paul ha demostrado ser flaco: es como pan de oro y ahora se está levantando, se descascarilla. Si no nos pudo librar de la última guerra y no ha podido librarnos de esta…, de Hitler y el nazismo, del odio a los judíos, del bombardeo de mujeres y niños en capitales y ciudades…,¿de qué sirve? Si tenemos que combatir con tanto ahínco para conservarlo, ¡si unos ancianos tienen que patrullar por los tejados de las iglesias para barrer de ellas las bombas incendiarias con unos cepillos!, ¿qué valor tiene? ¿Qué lugar ocupa en el centro del corazón humano”

(Sarah Waters, Ronda nocturna, páginas 215, 408-409)

domingo, 18 de marzo de 2012

"LAS HERMANAS BUNNER", CRÓNICA DE LA ABNEGACIÓN FEMENINA

Las hermanas Bunner
Edith Wharton
Traducción de Ismael Attrache
Editorial Contraseña, Zaragoza, 2011, 155 páginas.


La obra más famosa y seguramente más representativa de la escritora newyorkina Edith Wharton es La edad de la inocencia. Sin embargo, para muchos lectores, esta novela, Las hermanas Bunner, que transcurre en la misma época y en la misma ciudad en la que se desarrolla la acción de aquella, es mucho más completa y madura que la descripción de la ostentación, el ambiente refinado y superficial de la alta sociedad burguesa de Nueva York que Edith Wharton deja translucir en La edad de la inocencia. Ahora han cambiado el decorado y los personajes.
Edith Wharton nos permite conocer en esta novela breve a dos hermanas, Ann Eliza y Evelina Bunner. Son poseedoras de una modesta mercería en un barrio humilde, en una calle destartalada y miserable, si bien no carente del calor humano que se transmite entre sus moradores. Su microcosmos se reduce a atender a los escasos clientes, a compartir sus vidas en una existencia no idílica, pero sí estable y armoniosa, con los hombres situados en la periferia de sus vidas, porque las hermanas Bunner ya han olvidado la flor de su juventud y sus sueños de boda se han evaporado por completo.
Pero de pronto la apacible rutina en la que viven inmersas y sus vidas anodinas y grises se trastocan por la llegada de un reloj que Eliza regala a su hermana pequeña el día de su cumpleaños. Con el reloj irrumpe en su vivir cotidiano el relojero alemán al que Eliza se lo había comprado. Ese hombre dislocará a partir de ese momento no sólo su apacible microcosmos exterior, sino sobre todo su mundo interior, haciendo brotar en ellas de nuevo las viejas y marchitas ilusiones. Debido a un fallo del reloj, el señor Ramy, el relojero de origen alemán, comienza a frecuentar la humilde trastienda, hasta que llega un momento en el que pide en matrimonio a Eliza, la hermana mayor.
A partir de entonces, ese perfecto mecanismo que era la rutina de sus vidas se disparata y resquebraja, sin que nadie pueda impedirlo. La conmoción por la inesperada declaración de amor es tremenda, pero Eliza cede de inmediato ante un delicado y hoy quizás incomprensible sentimiento: la renuncia y abnegación de la mayor de las hermanas Brunner, nacida para colocarse siempre en segundo plano y para proteger la felicidad de la hermana menor, que acepta complacida los sacrificios fraternales. El relato toma entonces otros derroteros que nos llevan a un final dramático en el que la hermana menor sucumbe víctima de las circunstancias.
Las hermanas Bunner, como ha señalado la prologuista Soledad Puértolas, es una novela de amor, un amor al que el personaje que nos guía por la historia renuncia, no por pretender ajustarse a los prejuicios sociales de la época, sino por razones mucho más profundas que tienen que ver con lo que para ella es algo sagrado: la unidad fraterna ante la cual el amor y la propia felicidad deben de ceder, pensando que de esta forma consolidará la felicidad de la hermana pequeña.
Edith Wharton profundiza sobre todo en un personaje, en su heroína Ann Eliza. Su destino en la vida es situarse en la trastienda como sostén de su hermana. Una exaltación pues de valores -pseudo valores los llamaríamos posiblemente hoy- como la abnegación, el sacrificio, la renuncia que, no debe olvidarse, formaban parte del estereotipo  genérico femenino en la época en que fue escrito el texto. Ann Eliza ni siquiera sueña con permitirse el lujo de la autocompasión. Casarse con el hombre por el que ella también suspira, le parece un derecho no de ella, sino de su hermana. ¡Casi como la posesión de un hermoso cabello ondulado! Renuncia incluso a reconocer ciertas oportunidades perdidas y ni siquiera se considera merecedora de vestirse con la frágil tela de las ilusiones. Al final, sin embargo atisba la inutilidad de los sacrificios personales y que el  fallecimiento de la hermana por la que tanto se había sacrificado, equivalía a la postrer y definitiva negación de su pasado.
Edith Wharton escribió esta historia en 1892, aunque no sería publicada hasta 1916. Los más de cien años transcurridos no han envejecido ni la substancia ni el perfil de esta novela,  a pesar de que la sociedad actual repudie la abnegación como un trasnochado y agotado modelo femenino. Y no ha envejecido porque la escritora hilvanó y tejió la trama de su historia con una prosa exquisita con la que recrea a la perfección atmósferas y ambientes, a la vez que sabe introducirnos con sutil maestría en la vida y en el interior de estos dos personajes, que viven refugiados en un mundo modesto, limitado, pero dulce y exento de maldad que solo hará acto de presencia en el desenlace y al que tendrán que enfrentarse las hermanas desde la mansedumbre de su inocencia. Un gran texto pues en el que podemos recrearnos todavía hoy, ciento veinte anos después de haber sido escrito.

Francisco Martínez Bouzas

Edith Wharton

Fragmentos

“-Veamos, señorita Bunner…- comenzó a decir, acercando el taburete al mostrador-. Creo que debería decirle al fin para qué he venido hoy. Quiero casarme.
Ann Eliza, durante muchos rezos a medianoche, había intentado armarse de valor para cuando escuchara esa declaración, pero ahora que esta se producía se sintió lamentablemente asustada y  poco preparada. El señor Ramy se apoyó con ambos codos en el mostrador; ella advirtió que tenía las uñas limpias y que se había cepillado el sombrero: ¡ni siquiera esas señales le habían puesto sobre aviso!
Al fin se escuchó decir, con una garganta seca en la que le palpitaba el corazón:
-¡Válgame el cielo, señor Ramy!
-Quiero casarme -repitió él-. Estoy muy solo. No es bueno que un hombre viva tan solo, que coma fiambre todos los días.
-No- confirmó quedamente Ann Eliza.
-Y tanto polvo ya me resulta excesivo.
-Sí, el polvo… ¡Es verdad!
El señor Ramy la señaló con uno de sus dedos de yemas cuadradas:
-Le ruego que me acepte.
Ella seguía sin comprender. Se levantó titubeante y apartó la cesta de los botones que se interponía entre ellos (…)
-¿Yo? ¿Yo? -preguntó jadeante”
…..

“Pero otros pesares más serios atormentaban su sobresaltada conciencia. Por primera vez en la vida atisbaba la horrible cuestión de la inutilidad de los sacrificios personales. Hasta entonces ni se le había pasado por la mente poner en duda los principios heredados que habían regido su vida. Pensar en el beneficio de los demás antes que en el suyo propio le había parecido natural y necesario, porque había asumido que eso implicaba la consecución de ese beneficio. Ahora se daba cuenta de que renunciar a las alegrías de la vida no garantiza la transmisión de estas a aquellos por quienes se ha renunciado a ellas; su paraíso familiar estaba deshabitado. Sintió que ya no podía confiar ni siquiera en la bondad ni en Dios y que solo había un abismo negro sobre el tejado de la tienda de las Hermanas Bunner”

(Edith Wharton, Las hermanas Bunner, páginas 77-78, 238)

viernes, 16 de marzo de 2012

"SANTA MARÍA DE LAS FLORES NEGRAS", ÉPICA Y TRAGEDIA DE LOS SALITREROS PAMPINOS

Santa María de las flores negras
Hernán Rivera Letelier
Seix Barral, Buenos Aires, 238 páginas
(LIBROS DE FONDO)


 A Lidia Silva Gaete que me ha hecho llegar este libro desde el Sur del Mundo.

Santa María de las flores negras, una novela poco conocida en España, cierra lo que se ha llamado el “imaginario del salitre, un macrotexto literario que rescata la identidad pampina, surgida de la convivencia, a principios del pasado siglo, de los salitreros chilenos, peruanos y bolivianos,  bajo el yugo esclavizante del gringo (en esta caso oligarcas europeos, ingleses sobre todo), dando lugar a historias rebosantes de épica y finalmente a la mayor masacre cometida contra el proletariado. Su autor, Hernán Rivera Letelier, un icono en Chile, escritor autodidacta que ha vivido en propia carne experiencias similares a las que relata, porque en su niñez y preadolescencia experimentó las duras inclemencias de la pampa nortina chilena, así como la inhumana dureza de la vida de los trabajadores del caliche. Por eso mismo, confiesa Rivera Letelier, ahora que en España se ha comenzado a premiar su narrativa: “Basta con verme la cara para comprobar que no soy un intelectual…Mi rostro es la cartografía del desierto”.
Santa María de las flores negras es a la vez epopeya y tragedia y sobre todo un rescate del olvido de un hecho histórico al que es preciso remitir para entender la magnitud épica y trágica del relato de Rivera Letelier. La colonización española dejó profundas huellas en Latinoamérica, calvo de cultivo para la descolonización: la gran riqueza en materias primas de la mayoría de los países latinoamericanos fue explotada por el poder y el dinero de empresas extranjeras, a costa de una mano de obra barata y sumisa, que, sin embargo, luchaba por la supervivencia soñando con mejores condiciones de vida. Ese sueño comenzó a convertirse en reivindicación en la región pampina de Chile. Los trabajadores del salitre vivían en condiciones de semiesclavitud: jornadas de trabajo de catorce horas, en condiciones pavorosas, sin derecho a asistencia médica, sin medidas de seguridad, ni siquiera en los denominados cachuchos (zonas donde el salitre hierve a más de 100º C). Los trabajadores y sus familias vivían en casas propiedad de las empresas y eran remunerados con fichas que los obligaba a comprar en las pulperías de las mismas compañías u oficinas que vendían a un precio excesivo y lo que querían, sin tener en cuenta las necesidades del empleado.
Fueron estas precarias condiciones de vida las que actuaron de fuerza impulsora para organizar a los obreros, que empezaron a reclamar el pago del jornal a dieciocho peniques, la eliminación del sistema de fichas, cubrir los cachuchos para evitar los accidentes mortales y balanzas y varas de medir en las pulperías. A partir de diciembre de 1907, los trabajadores de las distintas oficinas calicheras pampinas se declararon en huelga y comenzaron a afluir a la ciudad portuaria de Iquique. Después de varias negociaciones, miles de trabajadores con sus mujeres e hijos son atrapados en la escuela Santa María. Hasta que el 21 de diciembre las tropas militares, al servicio de la oligarquía, iniciaron una salvaje matanza, asesinando a más de tres mil obreros.
Estos son los hechos históricos documentados sobre los que Rivera Letelier teje una  historia que nos sitúa en el corazón de esos sucesos teñidos por la épica y la tragedia de una masacre de miles de personas indefensas. Fueron más de diez mil personas, entre hombres, mujeres y niños, caminando deshidratados por el desierto -“sentíamos como si en vez de sangre nos corriera salitre ardiendo por las venas” (página 17)-. Es el gran río, esta vez árido y extenuante que brota del desierto, como ha escrito hace muy poco Jorge Edwards y que termina e un inmenso y espantoso drama.
Todo ello narrado desde el punto de vista de un viejo calichero, Olegario Santana, que nunca vio una mujer de verdad, pero que vive con dos jotes sobre las planchas de calamina de su mísera vivienda en medio del desierto y que se suma a la protesta pero sin creer que las cosas vayan a cambiar. Será él quien nos cuente la historia, como un calichero más, puesto ahí como anónimo testigo para registrar todos los detalles y convertirse en la memoria histórica de aquellos hechos.
La novela es la literaturización de aquella gran marcha, un gran sueño de unidad de un heroico y desarrapado tropel de seres humanos confluyendo, a través del desierto, hasta la ciudad de Iquique. Esa épica social, expresada frecuentemente con un “nosotros” comunal que emplea el narrador, al cantar el recorrido por el desierto y las horas y los días del conflicto colectivo, se amalgama con las historias de las experiencias vitales de los personajes de ficción, en las que sobresale un profundo sentido social y humano, pero también contradicciones, celos, rencillas y solidaridad. La solidaridad del hombre, quizás rudo y primitivo. También sus amores y desamores, algunos, especialmente el de la pareja de jóvenes Liria María e Idilio Montaño, descritos en clave quizás un tanto folletinesca, uno de los puntos débiles de la novela.
El narrador finalmente nos sitúa en el trágico desenlace en el que las ametralladoras del general Roberto Silva Renard acorralan y siegan las vidas de miles de seres humanos. También ambientes y escenarios de terror, en la culminación nefasta que el lector comienza a presagiar muy pronto, forman parte de una novela épica en la que no hay héroes individuales. El héroe es todo un pueblo, los hijos del salitre.
En la novela de Rivera Letelier, narrada con un lenguaje claro, directo, aunque muy rico en la terminología de la industria calichera y en el habla popular pampina del Gran Norte, están así mismo presentes el humor y el sarcasmo, referidos a veces de forma carnavalesca. Y sobre todo el espacio físico, las geografías austeras, desoladas pampinas, el sol, la sequedad. Así como la idiosincrasia de sus habitantes, seres escépticos y desengañados que consuelan su explotación y su miseria en los prostíbulos y en las cantinas. Y ¡como no!: tampoco faltan los símbolos: esos jotes carroñeros que han sido interpretados como agoreros de la muerte, pero que el autor quiere ver como emblemas de la explotación.

Francisco Martínez Bouzas


Hernán Rivera Letelier

Fragmentos

“Ya fuera del pueblo, en plena pampa rasa, siguiendo siempre la ruta de la línea del tren, iluminados por antorchas y chonchones de carburo, apuramos el paso animosos y llenos de esperanza por nuestro cometido. En realidad, nos parecía increíble la gran epopeya que estábamos viviendo. Y es que, de pronto, nos dábamos cuenta de que ya no éramos sólo un puñado de obreros de la oficina San Lorenzo, mendigando un aumento de salario al gringo de la cachimaba, sino que de la noche a la mañana, conformando una gran masa de gente soñadora, nos habíamos convertido en una especie de ejército salitrero libertador, en una épica y desharrapada caravana de hombres, mujeres y niños que atravesaban uno de los parajes más inclementes del mundo para exigir por sus justos derechos laborales”
…..

“-Soñar ya es luchar de alguna manera, don Olegario. Alguien dijo por ahí que todos los sueños son insurrectos.
-Es que usted no sabe, doña Gregoria, aquí nos pueden matar a todos como carneros.
-Se podrá matar al soñador, pero no al sueño- respondió ella con voz altiva”
…..

“Eran las tres y cuarenta y ocho minutos de la tarde del sábado 21 de diciembre -el viento del mar aún no comenzaba en Iquique- cuando el general Roberto Silva Renard, desde los alto de su cabalgadura blanca, bajó el brazo dando la orden de fuego.
Al instante, el piquete del O’Higgins hizo su primera descarga hacia la azotea de la escuela en donde, de pie, frente a la plaza, rodeados de banderas y estandarte, con la actitud serena de los que luchan por algo justo, permanecían unos treinta dirigentes del Comité Central. A la descarga de la fusilería varios de ellos cayeron sobre el tumulto que cubría la puerta y las rejas del patio exterior…Era tal la confianza nuestra y la de toda la gente respecto de que el ejército chileno jamás cometería el crimen de disparar sus armas sobre sus compatriotas indefensos, que mientras los de adelante, muchos con el cigarrillo humeante en los labios, caían perforados por los tiros de los fusileros, los de más atrás gritaban a voz en cuellos, convencidos sinceramente de sus palabras, que no había de que asustarse, hermanitos, que sólo eran balas de fogueo”
…..

“Mientras Olegario Santana camina en el apretujamiento tratando de amarrarse el pañuelo en la herida del hombro, y pensando que todo eso no puede ser real, un hombre joven que camina a su lado se ofrece a ayudarle. Mientras le ata el pañuelo, el hombre comienza  a hablar diciéndole que hay que grabar firme en la mollera cada detalle de los que está sucediendo; estarcirlo a fuego en la memoria. Que después los madamases van a querer echar tierra sobre la masacre horrenda, pero ahí estarán ellos entonces para contársela a sus hijos y a los hijos de sus hijos, para que estos a su vez se lo transmitan a las nuevas generaciones”

(Hernán Rivera Letelier, Santa María de las flores negras, páginas 39, 145-46, 215, 224)