viernes, 28 de junio de 2013

"LA TERNURA CANÍBAL": ANTROPOFAGIA SENTIMENTAL Y OTRAS HISTORIAS



La ternura caníbal
Enrique Serna
Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2013, 270 páginas.


   Una colectánea de relatos en cuyo epicentro se encuentran los conflictos de poder y las relaciones de pareja. Así describe su autor, Enrique Serna, este volumen que la Editorial Páginas de Espuma publica simultáneamente en España y en México, porque el autor y su curriculum literario son realmente merecedores de lecturas y reconocimientos que traspase fronteras y el océano que nos separa. Enrique Serna (México, DF, 1959) es un novelista de reconocido prestigio en tierras aztecas desde la aparición de sus novelas Señorita México, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de literatura), Ángeles del abismo o La sangre erguida, entre otras. Y los mismo cabe decir de sus libros de cuentos Amores de segunda mano y El orgasmógrafo. Relatos que llevan su firma forman parte de antologías de renombre, como la preparada por García Márquez para la revista Cambio. Todo ello se convierte en prometedoras premisas para hacernos llegar a la conclusión de que el lector va a encontrar en este volumen los cuentos de un gran contador e historias.
   Los diez relatos de mediana extensión de La ternura caníbal son en este caso la prueba del algodón para comprobar si Enrique Serna profundiza lo debido o con la agudeza requerida en los conflictos que tienen su origen en las relaciones sentimentales. Pero vaya por delante la primera advertencia: no todos los relatos del libro giran en torno de los conflictos sentimentales, de esa suerte de guerra fría o caliente que, explícita o soterrada, corroe a muchas parejas. Quizás otro hilo conductor, la existencia como farsa trágica, amalgama con más propiedad el abanico de crueldades en las que muchas veces quedamos inmensos y que pueden ser de vida o muerte.
   Pero de lo que no cabe duda es que Enrique Serna es un excelente investigador de la conducta humana. Y en ella halla un sinfín de pesadillas que han llegado a hacer pensar que el escritor mexicano cultiva una literatura amarga. Una valoración que no se ajusta  a la realidad, aunque sus personajes, casi siempre seres solitarios, resentidos, peleados con todo el género humano, sí suelen ser seres atormentados.
   La lucha por el poder en las relaciones de pareja es, como he dicho, el hielo conductor de algunos de los cuentos de esta colección. En ellos el autor nos encara con aquellos conflictos que se generan cuando el egoísmo es más fuerte que la entrega amorosa hasta que llega el momento en el que los amantes, creyéndose actores de una guerra de abnegación y ternura, los que hacen realmente es depredar emotivamente al otro. De ahí los apropiado del título que casa perfectamente con una buena parte de los cuentos del libro. Esta antropofagia sentimental está presente en los relatos sobre parejas, comenzando por el que abre el libro, “Entierro maya”, un cuento perfectamente estructurado y con una buena ejecución, con un final sorpresivo y coherente con el título: un viejo general, enfermo del corazón, casi se muere de placer en los encuentros sexuales con su aún joven esposa. Cuando, por no escuchar los consejos del médico, llega la muerte, se cumple a la perfección el plan que el viejo general había urdido: tener un entierro maya. Y quizás de una forma mucho más llamativa en los que llevan por título “Drama de honor” y “Material de lectura”. En el primero reconoce el narrador que lo ideal sería que nadie necesitara tener aventuras fuera del matrimonio, pero la monogamia es una carga muy pesada. Por eso y puesto que hasta el obispo tiene sus citas con efebos y llevado el asunto con discreción ¿no será el swinger con sus aportes de emociones frescas la solución, como pretende un marido infiel que logra convencer a su esposa? La resolución del cuento, sin embargo, aunque original, no es demasiado convincente, porque tener un pene desconocido y de grandes dimensiones metido entre las piernas puede convertirse en una aventura traviesa, pero difícilmente en un hecho transcendente y rompedor de la vida sentimental de una mujer enamorada. Similar planteamiento es el que nutre el relato “Material de lectura”: una mujer madura, insatisfecha de su vida y que ya no soporta al borracho de su marido, impotente y rico venido a menos, realiza en su compañía un viaje al Amazonas y, ya que está en la selva, le va sacar todo el jugo al viaje, entregándose a  una placentera promiscuidad, hasta el punto de que la verga categórica del mulato le devuelve “el instinto poético soterrado desde la infancia”.
   Pero la colectánea agrupa también otros cuentos, cuyo centro nodal no se asienta en los conflictos de pareja. Quizás el más logrado de todos ellos es “La vanagloria”. Un relato que nos presenta la insatisfacción existencial de un profesor de secundaria, poeta incipiente que recibe una carta providencial de Octavio Paz celebrando uno de sus poemarios. La respuesta elogiosa del poeta mexicano por antonomasia desata en el protagonista una obsesión por el prestigio que le coloca en las puertas del extravío.
   Pese a la desigual temática y estructura constructiva, La ternura caníbal nos revela  un narrador perspicaz, dominador del oficio, dueño de una gran habilidad narrativa que, con una inequívoca vena satírica, ahonda en la vida privada de los personajes, escudriñando en sus motivaciones más ocultas.

Francisco Martínez Bouzas




Enrique Serna




Fragmentos

“TANIA DEJÓ A LOS NIÑOS encargados con la sirvienta y al volante de una Suburban roja con vidrios polarizados, tomó la avenida Tetabiates rumbo al consultorio de su marido. Necesitaba descubrir la verdad por amarga que fuera, y sin embargo, el temor de enfrentarse con ella le tensaba los músculos de la espalda. Por desgracia, sus intuiciones nunca fallaban: Ramiro se había enredado con alguna puta, quizá conocida suya, y esta vez no se trataba de un simple capricho. De un tiempo a esta parte andaba esquivo, distante, perdido en un limbo de vanidad y egoísmo. No cabía en su piel de tanta hinchazón, como si le hubieran inflado los huevos con gas butano. Se acicalaba horas frente al espejo, celebraba con desgano los éxitos escolares de los niños, perdía el hilo de la charla en las comidas familiares de los domingos y en la cama pagaba el débito conyugal con una destreza de autómata, economizando el ardor y la pasión que sin duda prodigaba en el lecho enemigo.”

…..

“Bajo la maraña de falacias edulcoradas con palabras tiernas, Ramiro había deslizado una amenaza muy clara: o le entras al swinger o sigo teniendo amantes a tus espaldas. Su artera extorsión ameritaba una ruptura inmediata, pero Tanía estaba tan confundida que no se atrevió a echarlo de casa ni a pedir el divorcio, como le dictaba sus conciencia. Había podido manejar a Ramiro cuando era un adúltero convencional, que ocultaba sus aventuras y pedía perdón al ser descubierto. Pero no sabía cómo tratar a ese libertino cursi, que defendía el intercambio de parejas como si fuera la mayor fineza del corazón. Su propuesta era tan sórdida que ni siquiera se atrevió a comentarla con una amiga íntima en busca de consejo, pues la confidente podía creer que usaba subterfugios taimados para proponerle un trueque de maridos. En busca de luz interior, un lunes por la tarde, cuando regresaba de hacer la compra en el súper, se metió a rezar en el templo del Sagrado Corazón.”

…..


ESTABA GOZANDO EN SUEÑOS a doña Leonor Acevedo, la presidenta del patronato de obras pías, cuando un llanto infantil me despertó en la alta madrugada. Era un llanto sostenido y rabioso, que poco a poco fue ganando intensidad hasta perforar mis tímpanos. Tan hechizado me tenía el voluptuoso cuerpo de Leonor que, en el primer momento no quise dar crédito a mis oídos. Por fortuna, los berridos me apartaron de la cópula onírica antes de tener poluciones. Pensé primero que se trataba de una criatura enferma. Lo extraño era que el llanto provenía de la calle principal del pueblo, en donde estaban instalados los juegos mecánicos de la feria. Cuando logré aplacar la erección con un chorro de agua helada, bajé las escaleras de la casa parroquial, temiendo que alguna madre soltera hubiese abandonado a su retoño. No sería nada raro: el hospicio el pueblo está lleno de niños a quienes sus madres dejaron tirados en cualquier parte, porque los jóvenes preñan a sus novias antes de irse de braceros  al otro lado, y luego no les quieren cumplir las promesas del matrimonio.”

(Enrique Serna, La ternura caníbal, páginas 51-52, 71, 225-226)

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