sábado, 25 de enero de 2014

"EL PACTO DE LAS VÍRGENES": LA VARITA MÁGICA DE LA MATERNIDAD





El pacto de las vírgenes
Vanessa Schneider
Traducción de Luisa Juanatey
Editorial Pasos Perdidos, Madrid 2013, 155 páginas.
  
   La pensadora francesa Elizabeth Badinter ha escrito que el bebé es el mejor aliado de la dominación masculina. Pero en el año 2008 en Gloucester (Massachusetts) diecisiete adolescentes, la mayor de las cuales no superaba los dieciséis años,  que frecuentaban el mismo instituto, piensan lo contrario cuando pactan quedarse embarazadas a la vez y tener cada una de ellas un hijo. Un gesto definitivo asumido con el propósito de crear una comunidad completamente nueva. Un sueño de libertad: convertirse en madres para llegar así a ser mujeres.
  El acontecimiento ha dado lugar a diversos reportajes, documentales y también a la película “17 filles”, realizada por las hermanas Muriel y Delphine Coulin que sitúan la acción en la ciudad francesa de Lorient. Y también al libro de Vanessa  Schneider, un producto literario híbrido entre la ficción y el reportaje.
   La autora le cede la voz a cuatro de estas adolescentes, Lana, Cindy, Kylie y Sue que aceptan confiar su testimonio a la novelista. A través de secuencias en las que las cuatro protagonistas hablan en primera persona, descubrimos cómo idearon y pusieron en práctica su plan tan descabellado como absurdo. Las cuatro tramaron el plan pero otras chicas del instituto, a medida que se iban enterando, se apuntaban al mismo. De las diecisiete solamente dos tiene pareja. Lana es la figura central, la que decide, la que lo organiza todo. Las otras son como perritos falderos. La mayoría de esas adolescentes ha crecido en un ambiente familiar desestructurado o incluso hostil: padres alcohólicos, con problemas con la justicia,  sin ganas de trabajar, abandonada alguna de ellas a los once años por su madre que se larga a California con un fontanero. Las que tienen novios, éstos a veces no dan la talla. En otras, la educación rígida, el puritanismo, o incluso un racismo solapado (el padre de Sue pretende hacerle al bebé la prueba del ADN para descartar que sea hijo de negro, hispano u oriental) las convierte en rebeldes con una particular idea del feminismo: poder decidir si quieres o no quieres que te vean las tetas (página128).
   Por eso mismo, la decisión del embarazo colectivo puede leerse como una forma de rebeldía de unas adolescentes inmaduras que se aburren en un agujero perdido de América. Aunque en sus sueños y fantasías, el hecho de ser madres todas  a la vez y criar a sus hijos en un mundo ideal, en una especie de falansterio, lo perciben como la gran ocasión de sus vidas, porque piensan que la maternidad será la varita mágica que dotará a sus vidas del sentido que les falta en sus relaciones familiares, y al mismo tiempo les ofrecerá  la oportunidad de crear familias mejores que las de sus padres. Al final, sin embargo, tragedia de una de ellas  por medio, se darán cuenta de que para traer bebés al mundo es preciso madurar y dejarse de fantasías.
   La autora teje la historia valiéndose del testimonio transversal de estas vidas adolescentes que van relatando sus vidas, sobre todo los desamparos familiares, jalonados de heridas y de mundos ilusorios, tan ingenuos como utópicos. Escrito de una forma amena, de fácil lectura aunque carente de profundidad, debido al planteamiento reduccionista de la autora al darle de forma exclusiva la palabra a estas cuatro adolecentes; y por la introducción de cierto suspense artificial y con escaso interés alrededor de ciertos personajes o elementos secundarios. Mas en cualquier caso un nuevo texto que nos permite entrever la otra cara del sueño americano, construido a veces a base de fantasías como la de estas adolecentes que desde sus vidas sin  horizontes fantasean en la maternidad como el gran acontecimiento que dará sentido a sus vidas.
 Francisco Martínez Bouzas
Vanessa Schneider


Fragmentos
“Yo no entiendo qué es lo que os pasa a todas con esto de los niños, tenéis la vida por delante, ¿no? Y a mí, que queráis quedaros embarazadas todas a la vez me parece un rollo chungo. No sé bien de  qué vais pero no está nada claro. Mis colegas me dicen que me he dejado engañar como un pardillo. Y mis padres están hechos polvo. Lo que peor llega mi padre es que ya le puedo decir adiós a la Universidad. Es normal que este cabreado, con la de tiempo que llevaba ahorrando para pagarme los estudios. Porque, claro, con esto del niño voy a tener que trabajar a jornada completa. Mi tío me ha encontrado un curro en la fábrica de conservas que hay al norte de la ciudad. Cindy está contenta porque, como pagan bastante bien, dice que a lo mejor podemos buscarnos un piso pequeño para nosotros solos a mi todo esto me tiene estresado. Tendré que dejar de ir a entrenar y de estar con los colegas, y claro, Lana, entiéndeme yo es que no sé muy bien por donde ando.”
…..
“En ese tiempo ninguna se acostó con nadie, absolutamente con nadie. Era una de las condiciones del pacto. Lo habíamos jurado antes de poner en marcha el plan. Fue un día por la tarde, en la caravana, nos colocamos en círculo detrás de la caravana, sentadas en el suelo con las piernas cruzadas, y fumamos un canuto y bebimos cerveza de la misma botella. Lana nos leyó un texto breve que había escrito -era precioso, la verdad- y que hablaba de un falansterio o algo por el estilo, o sea de un mundo ideal en el que nunca nos separaríamos. Dijo que eso sería así  gracias a los bebés y que era preciso no dudar. Si alguna de nosotras tenía la mínima reserva estaba a tiempo de irse, guardando el secreto, claro. Ninguna se levanto. Nos cogimos con fuerza de la mano y cada una beso a las demás por turno. Qué emoción, me acordaré toda la vida. ¿Sabes?, a mí me recordó a la iglesia.”
(Vanessa Schneider, El pacto de las vírgenes, páginas 62, 123-124)


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