domingo, 13 de julio de 2014

CUATRO NOVEDADES DE EDITORIAL ANAGRAMA



Jorge Herralde, fundador y director de Anagrama

Jorge Herralde fundó Anagrama en 1967, "en aquella Barcelona bulliciosa que alentaba toda clase de proyectos culturales". No obstante, y después de varios forcejeos con la censura, los primeros libros no vieron la luz hasta abril de 1969. Libros que aparecieron en tres colecciones ya míticas: “Argumentos”, “Documentos” y  “Textos”. Posteriormente Anagrama amplió sus colecciones: “Panorama de narrativas”, “Narrativas hispánicas”  y “Compactos”, en la que se editan los libros de bolsillo de este sello editor, paradigma de la edición independiente porque desde hace muchos años Jorge Herralde sigue siendo el “último mohicano”. En la actualidad en Anagrama conviven en buena harmonía otras colecciones como “Crónicas”, “Edición Limitada”, colección de bolsillo de tapa dura, inaugurada en 2013; y lo último de lo último, el lanzamiento de una singular colección “La conjura de la risa” que acaba de echar a andar.

   De esta editorial de culto, pero al mismo tiempo ampliamente extendida y valorada en todos los países de habla hispánica,  reseño hoy, aunque solamente de forma informativa y en base a las respectivas presentaciones editoriales, cuatro novedades de la programación mayo-julio 2014. Tiempo habrá, después de la lectura de estas cuatro novedades, para emitir un juicio valorativo sobre sus haberes y deberes. Vaya pues, por tanto años de historia y de tesón para mantener la edición independiente, este pequeño y modesto plus promocional.





La hierba de las noches

Patrick Modiano

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

Colección: “Panorama de narrativas”, 166 páginas

   
 “En La hierba de las noches, Modiano nos invita, como en otras de sus novelas, a un intenso viaje por un París espectral. La ciudad se configura como una geografía interior, hecha de capas de tiempo que se confunden y entremezclan en esa evocación y búsqueda del tiempo perdido que hace Jean, el protagonista de la novela, escritor y tal vez álter ego del propio Modiano. Jean reconstruye en su escritura los fragmentos de su juventud, en los años sesenta, capturados en una libreta negra; abre una brecha en el tiempo y describe su deriva por la ciudad recordada, sigue el rastro de los ausentes e intenta resolver el misterio de un pasado lleno de interrogantes. Y traza una ruta, que oscila entre el hoy y el ayer, siguiendo la pista de una turbia historia de tintes policiales –en la que aparece un leitmotiv del universo modianesco, la exploración del pútrido territorio de la Ocupación– pero también el recuerdo de Dannie, un viejo amor.

Y como en las mejores novelas negras, en el corazón de la trama hay un enigma. Dannie no es quien parece ser, su identidad se desdobla y multi­plica como el laberinto de espacios que transitan los amantes. Jean la acompañará en algunas de sus desconcertantes misiones. Porque ella, junto con los huéspedes del Unic Hôtel, es una de los protagonistas, los perso­najes «verdaderos» de una trama compleja que el lector irá descubriendo a medida que avanza la novela. Y es entonces cuando la ficción de Modiano revela también su poder para documentar una época, y por sus páginas vemos aparecer a los fantasmas de la turbulenta historia de la Francia poscolonial, con el asunto Ben Barka como oscuro corazón de las tinieblas. La hierba de las noches es una novela magistral, un hipnótico relato sobre los laberintos de la memoria y los pasadizos secretos de la Historia que mantiene al lector en vilo hasta la última página.”

 

Profecía

Sandro Veronesi

Traducción de Xavier González Rovira

Colección: Panorama de narrativas, 72 páginas.



   “Algún tiempo después de la muerte de su madre, Alessandro Veronesi tendrá que enfrentarse también a la enfermedad terminal de su padre. Esta situación, en la que se invierten los papeles tradicionales de padre e hijo, siendo éste quien ejerce de guía, dará paso a momentos trágicos pero también grotescos: la burocracia asociada a la enfermedad, la hipocresía de una eutanasia que oculta su nombre, la difícil selección de cuidadores, los destellos de humor del moribundo, la desgarradora paranoia...

   Unánimemente aclamado por la crítica, Profecía nos ofrece la bien conocida historia de la muerte de los progenitores con una nueva luz, gracias a su sabiduría narrativa: un punto de vista inusual (el tú de un desdoblamiento que acaba también implicando al lector) y el uso de un futuro que, como indica el título, remite a los textos apocalípticos (porque de un pequeño apocalipsis cotidiano aquí se trata).

   Completan este volumen otros dos relatos que tienen también las relaciones paterno-filiales como tema principal. El primero cuenta la historia de un joven que pretende darle un sentido póstumo a la muerte (y tal vez a toda la vida) de su padre mediante lo que podríamos denominar «una ética del resentimiento». El segundo, en cambio, nos sitúa ante los conflictos más graves de dos jóvenes en el microcosmos de las pequeñas tragedias cotidianas que habitan nuestro día a día, como en esas narraciones de Carver cuyos personajes vagan por su existencia en busca de un sentido que se les escapa. Tres relatos, en definitiva, que presentan diversas perspectivas sobre la experiencia de lo que representa el paso de la inocencia dolorida (con Salinger y Cheever ahora de fondo) a una madurez en la que ese ser maduro nos exige la capacidad de aceptar el Mal en forma de resentimiento, de dolor, de desamor o, en fin, la muerte del padre como imagen de la propia.”





La lección de anatomía

Marta Sanz

Prólogo de Rafael Chirves

Colección: Narrativas hispánicas, 360 páginas.



  “Una mujer se queda desnuda para que los demás la miren. La midan. Su cuerpo es el texto en el que se ha escrito su biografía. La mano derecha es más grande que la izquierda porque es la mano con que la mujer agarra, escribe, acaricia, desencaja la tapa de los botes de legumbres. Antes, a la mujer su abuela le da unos azotazos en el culo. Va al colegio y se forja un pequeño corazón competitivo. Nada como si fuera un besugo. Ama desesperadamente a su madre y la salva de morir en un ridículo incendio. Canta desgañitándose Pájaro Chogüí y se hace amiga de muchas niñas y mujeres, y del niño más gamberro de octavo de egebé. Desprecia a las asistentas y va cada noche a los cines de verano. Para seducir se aprieta las carnes ridículamente como si su cuerpo fuera el de otra persona. Bebe, fuma, se pone mala y tiene miedo de sus alumnos. Se manifiesta. Se casa. Trabaja de ocho a ocho. Miente y dice la verdad. Como casi todo el mundo. Cumple cuarenta años. Se queda quieta. Reclama el derecho a dejar de complacer. El derecho a la lentitud.

   La lección de anatomía es una novela autobiográfica, de aprendizaje, escrita con el sentido del humor y el colmillo retorcido de la novela picaresca: el pudor no tiene que ver con el contenido de lo que se cuenta –morfologías del pene, pelos del pubis, la primera menstruación–, sino con el hecho de saberlo contar. El lenguaje expulsa al relato del espacio de la obscenidad ramplona y del morbo para darle otro sentido: el de una autobiografía novelada o una novela autobiográfica (¿el orden de los factores altera el producto?) que no explota la singularidad de la voz en primera persona, sino que la acerca a su comunidad anulando la distancia entre el nosotros y el yo, dentro y fuera, ser y parecer, porque, como decía Vonnegut parafraseando a Wilde, «somos lo que aparentamos ser, así que deberíamos tener cuidado con lo que aparentamos ser». Las lecciones de anatomía terminan convirtiéndose en lecciones de geografía e historia, y quizá la percepción de los cuarenta años como lugar desde el que echar la vista atrás sea un acto elegiaco, un signo de madurez en un mundo peterpanesco o una conducta forzada por el envejecimiento prematuro al que nos somete el cambio de era y la obsolescencia electrodoméstica.

   Anagrama da una segunda oportunidad a esta La lección de anatomía, que ha sido revisada, reestructurada y ampliada por Marta Sanz. De este libro a la vez viejo y nuevo, singularísimo en el panorama de la narrativa hispánica, escribe Rafael Chirbes en su prólogo: «Su estilo ágil (salpicado de fogonazos brillantes), su inusual habilidad para retratar situaciones y para penetrar en la psicología de los personajes, y su fino oído para capturar la lengua hablada con vivacidad admirable convierten la escritura de nuestra novelista más en una gozosa representación de vida que en una melancólica o sombría manipulación de seres muertos."



El Anticuerpo

Julio José Ordovás

Colección: Narrativas hispánicas, 133 páginas

   
 “Cuando empezamos a leer encontramos en las novelas al amigo mayor que nos abre los ojos y la cabeza. Algunas de las mejores historias que nos han contado son, de hecho, relatos de una amistad entre un adolescente con hambre de aventuras y un adulto que alimenta sus sueños. Hawkins no pudo resistirse al poder de encantamiento de John Silver, y de la relación entre Huckleberry y el negro Jim lo que queda, como escribió Bolaño, es una lección de amistad que es también una lección de civilización de dos seres totalmente marginales que se tienen el uno al otro y se cuidan sin ternezas ni blanduras. El protagonista de El Anticuerpo llega, atravesando los tejados de su pueblo, a una isla en la que un náufrago se consume bajo el sol. El náufrago sabe que de esa isla que es la casa del cura nadie puede rescatarlo, pero agradece la compañía de ese loco que anda por los tejados. Josu es una rata punk que no soporta el azul del cielo y echa de menos el olor de las cloacas. Los dos amigos se parecen más de lo que creen. A ambos les gustan los problemas y son unos traidores a la realidad. Julio José Ordovás ha querido relatar, en su primera novela, el aprendizaje de vivir fuera del orden y cuesta abajo. En la España de los ochenta, Cristo abandonaba las procesiones, se iba de bares y de conciertos y amanecía en un portal con una jeringuilla clavada en cada brazo. España cambiaba para seguir siendo la misma de siempre. Un país beato, represivo, resignado y lleno de moscas. Si Long John Silver era un pirata y Jim un esclavo, Josu es un yonqui. Ni tiene nada ni espera nada. Pero no ha perdido las ganas de reírse y aún le quedan fuerzas para columpiarse sobre el abismo.”


Francisco Martínez Bouzas

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