miércoles, 28 de enero de 2015

LA GUERRA COMO TELÓN DE FONDO: DOS NOVEDADES DE EDITORIAL GREGAL



   La gironesa Editorial Gregal es una editora catalana, asentada en Maçanet de la Selva, un sello editor independiente, que también edita en castellano. Lo hace en su proyecto Argán, el nombre elegido para acoger sus colecciones en español (Álbum ilustrado, Ensayo, Novela, Todos somos únicos). El argán, conocido como el árbol de las estrellas, es una especie espinosa de gran talla, que da un fruto parecido a la almendra, con una semilla que se tritura para obtener aceite alimentario y de efectos altamente hidratantes para el cuerpo. Su madera, por razón de su dureza extrema, es altamente apreciada en marquetería. Los responsables de este proyecto editorial eligieron el nombre de esta especie botánica para denominar las colecciones de libros en castellano por la belleza de la palabra, las cualidades de sus frutos con aplicaciones sobre todo a la belleza y cuidado personal, por la dureza y resistencia del árbol, y también como homenaje a las raíces andaluzas del principal responsable. Editorial Gregal edita así mismo libros escritos originariamente en otras lenguas periféricas del estado español. Hace muy poco lo hizo con la versión española de la novela Olympia ring, 1934 de Xabier López López.

    La calidad de sus productos literarios me mueven a acercarme hoy a dos de sus novedades del pasado año. Las dos con las guerras como telón de fondo. Es este un avance editorial, meramente informativo, elaborado primordialmente en base a las presentaciones editoriales de estos dos libros. Más tarde volveré a estos dos títulos con una valoración crítica.



Un río dos márgenes

Ramón Valls Bausá

Editorial Gregal, Maçanet de la Selva, 2014, 430 páginas.



   El autor, Ramón Valls Bausá (Barcelona, 1947)  es un escritor que frecuenta diversos géneros: la narrativa juvenil, la novela negra, urbana y social. Con esta novela da un giro radical a su proyecto escritural y se adentra, con una larga y compleja novela, en la microhistoria de dos personas de estatus sociales diferentes que desde bandos opuestos vivieron la tragedia de la Guerra Civil española. Sus ideales o convicciones les forzaron a participar en aquel dramático enfrentamiento que determinó en gran medida en futuro de sus vidas.

   La novela tiene sus raíces en los diarios de un combatiente republicano, cedido al escritor. Ese hecho hizo que Ramón Valls revisase su propia historia de las vivencias de su padre, transmitida por tradición oral.

   El resultado es esta novela de historias  cruzadas de dos hombres, uno casi niño y el otro joven  que afrontaron la Guerra Civil, siguiendo cada uno sus propias convicciones, y marcados ambos por el peso de sus particulares circunstancias. Uno frente al otro, en dos márgenes opuestos como reza el título. Historia novelada que alterna las dos biografías, entreverada por el marcador semántico de la ficción, y que quiere dar respuesta a preguntas fatídicas y a la necesidad de superar aquel terrible conflicto.



Amapola negra

I- Génesis. 1914

Francisco Malero

Editorial Gregal, Maçanet de la Selva, 2014, 495 páginas.



   Francisco Melero (Barcelona, 1974) es autor de varios libros de relatos y de una novela, El faro del unicornio, una incursión en el género fantástico al estilo de Borges, que quedó tercer finalista del Premio Planeta en el año 2009. Es un apasionado del subgénero de la novela histórica. Se ha documentando ampliamente sobre la Primera Guerra Mundial. Fruto de sus investigaciones es un ambicioso proyecto literario, Amapola negra, que nace con la intención de aportar en cuatro volúmenes una visión global de  la primera Gran Guerra, que englobe los principales acontecimientos de la misma, tanto desde la perspectiva bélica como desde el plano social y humano, teniendo en cuenta además la mirada y el pensamiento de los dos bandos contendientes.

   Génesis. 1914 es el primer volumen de ese ambicioso proyecto. En el libro narra Francisco Melero cómo en 1914 la sinrazón se apodera de Europa. La lucha hegemónica entre potencias es un polvorín que explota  a partir de un hecho específico ocurrido en los confines del Imperio Austro-Húngaro. A partir de ese momento, la cuestión nacional va a primar sobre el interés individual o colectivo. Las sociedades se arremolinan en torno a sus ejércitos y respaldan sin reservas la intervención armada. Pero esta Guerra, debido a los progresos tecnológicos, nada tiene que ver con las campañas bélicas precedentes. Desparece la épica de la batalla substituida por modos de matar masivamente,

    La trama de esta primera entrega nos presenta a Henry Taylor, un joven de Terranova que se alista voluntario porque pretende reencontrase con sus raíces europeas. También a Otto von Durnstein, oficial bávaro de origen austriaco, que no comparte, sin embargo, el espíritu bélico de sus camaradas prusianos, pero que es enviado de forma inesperada al centro del conflicto. A Enzo Salandra, un ingeniero italiano que se convierte en piloto de aeroplanos del ejército alemán. A Brigitte Labenenne, una joven francesa de profundas creencias humanistas que abomina de la guerra y se impone como misión detener el conflicto. Y finalmente a Baltasar Moné, un empresario textil español natural de Barcelona que se desplaza a los escenarios bélicos con falsas credenciales de corresponsal de guerra con la intención de hacer negocios con los dos bandos. Sobre estos protagonistas se basa la trama de esta amplia novela poco menos que coral.



Francisco Martínez Bouzas

domingo, 25 de enero de 2015

FRUSTRADAS PROMESAS DE FELICIDAD A CORTO PLAZO



Pronto seremos felices

Ignacio Vidal-Folch

Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona 2014, 325 páginas



   Esta novela del  periodista cultural Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1952) tiene su origen remoto en la caída del Muro de Berlín, cuyo aniversario se celebró el pasado 9 de noviembre. Aquel día del año 1989 se inició el paso del comunismo al capitalismo en los países del Este, lo que dio lugar a una verdadera y precipitada carrera de privatizaciones y a una eclosión de negocios oscuros que el autor conoció bien por su trabajo como corresponsal periodístico en esos países y en esos años. A esa alocada parafernalia de privatizaciones a precio de saldo acudieron algunos empresarios españoles, aunque sin lograr ningún contrato porque parece ser que no  sabían sobornar, o lo hacían mucho peor que alemanes y austríacos. En ese proceso, vivido en primera mano, hunde sus raíces  la trama de Pronto seremos felices. Ignacio Vidal-Folch recicla pues en forma de ficción sus vivencias en esos países del Este, a cuya descomposición, a finales de los ochenta, asiste como espectador escéptico pero privilegiado.

   Pronto seremos felices es una novela itinerante que viaja por esos países, pero es sobre todo una ficción crepuscular, de desmoronamientos que avanzan hacia un despedazamiento. Pero también es un relato que rezuma nostalgias, las añoranzas del fin de las euforias y sueños juveniles, confiesa el autor. Porque la euforia con la que se inició el proceso de transición del comunismo al capitalismo, concluyó convirtiéndose en escepticismo desesperado, al ver cómo todo lo que se había previsto para el futuro -esa pronta felicidad a la que alude el título- quedó sin cumplir y en el lugar de las utopías se instaló la delincuencia, la corrupción y las mafias. Una novela pues que nace del interés por “chequear qué pasó con las eufóricas ilusiones” en la Europa del Este.

   La novela engarza en su trama varios temas de dimensión universal: la esencia y persistencia del amor, la amistad, la traición y todo lo que bajo estas palabras puede existir de sólido y permanente. Estos grandes ejes temáticos los desarrolla Vidal-Folch a través de una trama en la encontramos a un viajante español que trabaja como delegado de su empresa en los países del Este, y que nos cuenta en primera persona un viaje en tren que emprende hacia Praga, y aprovecha  la excusa de cerrar un acuerdo comercial para revivir los recuerdos con ciertas personas que habían sido muy importantes en su propia experiencia vital en los años agitados del cambio desde el comunismo hacia el capitalismo. Inicia de este modo la reconstrucción de su pasado por países y ciudades como Rumania, Bulgaria, la antigua Checoslovaquia, Brno. Sofía, Bucarest. Un tiempo que ya no existe, un tiempo desabrido, amargo. Y con el recorrido por ciudades y países se reencuentran con su memoria las historias de aquellas mujeres y hombres que conoció durante ese cuarto de siglo que media entre sus vivencias reales y sus recuerdos: Camila, su secretaria, que él comparaba con los arbustos, que jamás renunció a su carnet del Partido Comunista, y a la que busca desesperadamente, mas sus huellas, por motivos políticos, se han perdido definitivamente. A Alina, una coleccionista de amantes, entre ellos el propio protagonista. A Petru, héroe durante la dictadura de Ceaucescu  y villano tras el derrumbamiento de la misma. A Otik, un cura que sufrió en carne propia la persecución religiosa en Praga. A Felipe, un español, un hijo de la Guerra española, que quedó encallado en la Bulgaria comunista y ahora vive el gran desconcierto de una realidad capitalista igualmente opresora.

   Y como la nueva delincuencia de los países del Este forma parte casi indisoluble de su realidad social, por la novela también transitan las mafias rusas que se expanden hacia los antiguos países de la órbita soviética. La delincuencia que surgió auspiciada por las descontroladas privatizaciones  de los bienes estatales de la que surgieron grandes magnates como el Pirata de Praga, Viktor Kozeny que con dos mil dólares se convirtió en propietario de medio país. O grandes frustraciones y naufragios humanos como el poeta obligado a suicidarse, un espía comunista que enloquece. El protagonista se encontrará con algunos de ellos. A otros los reconstruye casi como espectros desde los recuerdos crepusculares de su memoria.

   A través de estos y otros personajes, Vidal-Folch crea un gran mural colectivo de la desilusión, contrapuesta a la propaganda capitalista, publicitada tras la caída del Muro, y que frustró tantas esperanzas, porque, si algo aparece nítido en esta novela es ese escenario de desencantos, de aspiraciones y de promesas sin cumplir. Ilusiones de prosperidad desvanecidas a corto, a medio o a largo plazo. De ahí lo apropiado de un título -Pronto seremos felices- que juega sarcásticamente con las promesas incumplidas por los gobernantes y poderosos que tienen en sus manos el timón del capitalismo salvaje en los países exsoviéticas que visita el protagonista. Se ha ganado en libertad, sobre todo para enriquecerse unos pocos, pero no en bienestar para toda la población.

   Crónica viva y muy realista del cambio efectuado en esos países situados tras el antiguo Telón de Acero en su caminar hacia un estado de bienestar en progresivo declive tras la globalización y debido en buena parte a que, desparecido el comunismo, ya no hay enemigos ni adversarios a los que convencer. Ya no existen pseudo utopías que le hagan frente a la onda expansiva de un capitalismo ultraliberal, despiadado y cada vez menos democrático.

  
Cadáver de Ceaucescu, fusilado en Rumanía 
Novela que también recupera múltiples microhistorias: narración de experiencias no de grandes personajes de la historia reciente en esos países, sino las de la gente de la calle, que han tenido un cierto peso en la vida  del Vidal-Folch, corresponsal español. A través de las páginas de la novela se las recupera del olvido y se les concede voz. Homenaje y celebración pues de los seres anónimos, pero en el fondo, los grandes protagonistas de la historia.

   La novela está levantada a base de relatos que podrían funcionar independientemente, o incluso ser suprimido alguno de ellos sin sufrir menoscabo la trama argumental. Una trama cohesionada por un único narrador, siempre presente, que maneja las distintas voces e hilos narrativos desde una aparente invisibilidad, hasta el punto que concluida la novela, es muy poco lo que de él conocemos. Vidal-Folch se sirve de un estilo de prosa muy densa en ciertos momentos. Echa mano así mismo de la metaliteratura para dilatar el espacio de la narración y extender horizontes, como confiesa el autor. Y modula todo el relato no sólo con recuerdos nostálgicos, sino también con humor, con sarcasmo y fina ironía, sin renunciar a transcribir secuencias pavorosos como la ejecución de Ceaucescu  y su esposa, narrada una y otra vez por la televisión en un ambiente familiar que no le presta más atención que a un bloque de anuncios.



Francisco Martínez Bouzas



                                                    
Ignacio Vidal-Folch

Fragmentos.



“La señora Rugénova resolvió muchas noches de Camila recibiéndola en su casa a despecho de su adhesión al partid., que ya todo el mundo denostaba. (Alguna vez le pedí a Camila que tirase cu carnet de afiliada, sólo porque me encantaba verla en pose heroica, en jarras, y oírla exclamar: «¡Nunca! ¿Los dirigentes pueden estar equivocados pero las ideas generosas no caducan!».) La Rugénova contribuía modestamente al derrumbamiento de aquel régimen con la fuerza de sus sarcasmos. Cada noche disponía de nuevas anécdotas más o menos aparatosas para comparar la calidad de vida de los occidentales -su superior cultura, su teatro más avanzado, su cine más vistoso, sus óperas más suntuosas, sus grandes exposiciones de arte, ay, inaccesibles para ella, sus coches más veloces y cómodos, su ropa de un gusto infinitamente superior, la calidad de sus electrodomésticos- con la escasez local y la necedad de su clase dirigente.”



…..



“En las afueras de Bucarest se rodó una película que excitó al mundo entero.

Es un documental -en realidad una snuff movie- de ritmo tan apresurado y elíptico que el cineasta se ahorró los detalles superfluos y las transiciones y cortó por lo sano: así la primera escena transcurre en el aula de un cuartel de infantería donde una pareja de ancianos -los dos protagonistas-, envueltos en abrigos, las cabezas cubiertas, él con su negro gorro de astracán, ella con un pañuelo de seda anudado a la manera campesina, asisten entre atónitos a irritados al alegato de un fiscal y al veredicto de un juez invisible que en dos minutos les condena a muerte.

-La sentencia será ejecutada inmediatamente.

Segunda escena: al escuchar la sentencia, los condenados superan un instante de asombro, se yerguen, con sus gorros y sus abrigos, y protestan la mar de exaltados.

-¡No reconocemos a este tribunal!

En la siguiente escena irrumpen unos soldados imprecisos que les reducen, les maniatan, les fuerzan a cruzar una puerta…

Y en la cuarta y última, los dos viejecitos cascarrabias y vagamente ridículos ya sólo son dos inertes bultos al pie de una tapia, en un charco de sangre que corre en oscuros regatos por el cuarteado pavimento. Una mano apoya el cañón de una pistola en la cabeza del varón y le asesta el llamado «tiro de gracia». A continuación repite el tiro en la cabeza de la mujer, de la que se desplaza el pañuelo como de un papirotazo…THE END.

Pocos meses antes, a principios de otoño del año 1989, tuve el privilegio de estrechar la mano de aquellos dos ancianos durante una recepción a los invitados extranjeros del que iba a ser el último congreso del Partido. Conocidos como «el Caudillo» y «la Científica de renombre mundial», relucientes de honores, adorados y temidos, no podían imaginar que serían tan rápidamente despojados del poder, la gloria y la vida, y presidían con la pompa de siempre el Congreso.”



(Ignacio Vidal-Folch, Pronto seremos felices, páginas 44, 203-204)

jueves, 22 de enero de 2015

FANTÁSTICAS FARMACOPEAS Y PRODIGIOSOS CURANDEROS



Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos
Álvaro Cunqueiro
Epílogo de Víctor F. Freixanes
Mar Maior (sello de Editorial Galaxia), Vigo 2014, 180 páginas.

   Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911-Vigo, 198) es uno de los grandes escritores de todos los tiempos. Su amplísima obra conjuga con maestría todos los géneros (lírica, narrativa, teatro). Y su calidad soporta todas las mediciones y comparaciones porque sus textos son irrepetibles. Y sin embargo Álvaro Cunqueiro sigue siendo un gran ignorado, especialmente fuera de las fronteras gallegas. Como ha escrito su hijo, César Cunqueiro, todavía hay quien le identifica únicamente como gastrónomo. Por eso mismo el gran universo Cunqueiro, a pesar de las ediciones de sus obras completas tanto en gallego como en español, “goza” de una inmerecida invisibilidad, debida quizás al carácter singular y excéntrico de su producción literaria. El nuevo sello editor Mar Maior sale al mercado global dando a conocer, dentro de la Biblioteca Álvaro Cunqueiro, cuatro de los textos narrativos del escritor mindoniense. Uno de ellos es esta Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos, publicada originariamente en español en el año 1976.
   Esta amalgama de textos en los que se dan cita una potente imaginación y una prodigiosas erudición, forma parte de la obra relatística de Cunqueiro: relatos al margen de sus grandes novelas que o bien configuran un friso del hombre y de la realidad gallega, o bien se “extravían” en fabulosos territorios imaginados, localizados en todos las geografías y en todos los tiempos.
   Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos tiene su origen, si le concedemos crédito a las palabras preliminares del escritor, en los “ocios bastantes” que, desde párvulo, tuvo la oportunidad de disfrutar en la oficina de la botica que su padre poseía en los bajos del palacio episcopal de la vieja villa medieval de Mondoñedo. Y en el libro, confiesa Cunqueiro, en una inigualable sinopsis, “va reunida mi ciencia boticaria, mi saber de farmacopea fantástica, desde la farmacia de Elsinor, castillo muy venteado,  a la botica de La Meca, con su caimán en el techo; desde los venenos de Mahaut d’Artois, que pusieron fin a los Capetos de Francia, a la botica de los señores traductores de Toledo. Se trata aquí del polvo del cuerno del unicornio, obligatorio en las farmacias inglesas todavía en el siglo XVIII, de la piedra bezoar, de la mandrágora, de los Kutbub-al-mawäzin gabirianos. Todo ello compone un mundo a la vez cierto y fantástico, por el que pasa el hombre buscando salud y la larga vida, o dando la muerte.”
   El libro estructurado en dos partes (“Tertulia de boticas”–“Escuela de curanderos”) brota de la capacidad soñadora de Cunqueiro (“Soy un soñador. La mitad del ser humano es sueño”), y de esa prodigiosa erudición, especializada a través de los años en cosas inútiles, tal como bromeaba el escritor mindoniense poco antes de morir. La fantasía de Cunqueiro nos remite en efecto a la botica de La Meca, con el caimán de probada virginidad prendido del techo, con cientos de hierbas entre ellas la famosa yizad, nacida del ámbar, que convierte en fértiles a camellas y mujeres; a la del Preste Juan de las Indias, de la que formaban parte los vientos; a la del viejo Alamut especializada en pócimas con viborillas de oro y en hierbas continentes; a la farmacopea persa especializada en hierbas y en aceites -el de oro especialmente, para la curación de la lepra- que se tomaba con crin de caballo blanco; a la botica de Elsinor, fecunda en venenos y en hierbas como la bermimalva explosiva o voladora; a la del nigromante y volador obispo compostelano Diego Peláez  que había obtenido de un demonio el “licor de la presencia futura”; la botica de los libertinos franceses del siglo XVIII en la que se surtía para sus orgías el marqués de Sade; la de Hama, la melodiosa, en la que los enfermos se curaban columpiándose sobre los rosales. Y así hasta veintiocho boticas registradas por Álvaro Cunquero con la misma fuerza fabuladora.
   El universo de las farmacopeas fantásticas tiene su prolongación en los relatos sobre curanderos, gente que el escritor ha conocido según nos dice. Son los “menciñeiros” gallegos, intuitivos, geniales y poseedores de ciertos poderes mágicos, y que de hecho curaban, o por lo menos sospechaban: Perrón de Braña, Borrallo de Lagoa, El señor Cordal, Cerviño de Moldes, Leivas de Vereda, El cojo de Entrebo, Xil de Ribeira, Melle de Loboso, Lamas Vello.
  
Imagen de una botica antigua
No poco se ha especulado sobre el paralelismo de estas recreaciones fantásticas con Borges y con los autores del boom latinoamericano. Pero Cunqueiro siempre esquivaba esas semejanzas y comparaciones. Él tenía sus propias coordenadas, sus tendencias transgresoras movidas por la ilusión fabuladora que se deja sentir en su obra mucho más que en el realismo mágico. Su insondable capacidad fabuladora, su erudición sin límites, su conocimiento profundo de las tradiciones míticas dieron  luz a textos como los de este libro, nacidos del imaginario de la phantasia  en su sentido más clásico, es decir, esa forma  indirecta de la que dispone nuestra conciencia para representar el mundo mediante imágenes, mediante los mitos a los que ya Platón les otorgaba la función de sostener las esperanzas.
   Los textos de Cunqueiro sobre farmacopeas  y sobre curanderos se entroncan pues con ese rol biológico de la imaginación, con eso que Bergson llamó la “función fabuladora”, en cuanto reacción frente al poder disolvente de la sola razón y la desazón de la dura realidad cotidiana. Leamos pues  estas muestras del mundo cierto y fantástico de Cunqueiro, no como opio negativo y alienante, sino como alimento de eso que también somos los humanos: sueño, imaginación, emotividad, pasión, nuestros únicos asideros de ese horizonte que es la esperanza.

Francisco Martínez Bouzas

                                                    
Álvaro Cunqueiro
Fragmentos

“¡SEA ALABADO EL DIOS único y misericordioso!
La primera noticia detallada de la farmacia de la ciudad santa de La Meca la tenemos por Ahmad el Gafiquí, el más célebre de los botánicos y farmacólogos de Al Andalus, famoso por su Kitab al adwiya al mufrada, o Libro de los medicamentos simples. A Ahmed le trajeron de La Meca, de la gran botica protegida por los Califas, una uña del caimán que allí colgaba del techo. Este caimán -como más tarde el de todas las farmacias renacentistas germanas- había de ser de sexo masculino y virgen o, por lo menos, que no hubiese tenido contacto alguno con mujeres. Aquí entraba una tradición alejandrina recogida por Plinio, según la cual, en el antiguo Egipto, las mujeres se prostituían con los cocodrilos. El califa Harun al Rahid regaló en dos ocasiones caimanes y manteca de caimán  a la botica de La Meca, traídos de los caimanes de Basora por sus pilotos que iban a Especiería, al trato de la canela, la pimienta y el calvo.”

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“A parte de los venenos, que se incluían en la política familiar de la dinastía y aun en la política general del reino, la botica de Elsinor era fértil en hierbas, parte de ellas importadas de Oriente desde las primeras navegaciones viquingas por el Mediterráneo, y parte cultivada en un islote en el foso de Elsinor. Se hacían cocimientos de amapola para evitar el soñar con sucesos sangrientos, y de bermimalva explosiva o voladora, llamada así porque llegando a madurez la flor malva y bermeja, que tiene forma de tulipán, pero el tamaño de una cereza, estalla, y hay que recoger, en el aire los vilanos que despide: esta infusión era usada por los ancianos para soñar acciones eróticas, como las de los años mozos y las de las novelas. Este cocimiento se usaría más tarde en Alemania, y su consumo duró hasta los días del consejero Goethe. Los últimos coitos de este parece que fueron sueños, como se prueba con Bettina von Arnim, por ejemplo. Las más de las infusiones de Elsinor están relacionadas con los sueños, y muchas se usaban contra el sudor frío.”

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“Xil fuera músico militar, clarinete, creo, y dejó la banda de música de un regimiento en Burgos para venir a hacerse cargo de la clientela paterna. De los tiempos militares, guardaba el ros para cubrirse en invierno, dentro de casa. Xil herborizaba, y las medicinas las preparaba él mismo, y no cobraba. Xil estaba soltero, y los más de los días vivía en casa de una hermana, o si había curado a uno de Piñeiro, por ejemplo, paseando y viendo nacer el río Miño, o echando una mano en la matanza o en la labranza, o haciendo zuecas. Escuchaba toser la gente a mucha  distancia, y corría hasta donde le parecía que estaba el tosedor, y aunque hubiese varias personas, acertaba con aquel, y se ponía aparte con él, para estudiarlo. Estaba, sobre todo contra la leche.
-Si la leche fuese necesaria para el ser humano, estaríamos mamando toda la vida. Un ternero deja de mamar, y se pasa a la hierba y no vuelve  a mamar. Un zorro deja de mamar, un conejo deja de mamar, y ya no vuelve a probar la leche. Comen de otras cosas. Hay que seguir lo natural.
Apartando la leche de la dieta, Xil recetaba quesos curados, jamón, vino caliente, vino dulce, baños y las esencias, que así llamaba a sus hierbas. Y a cada enfermo daba la suya.
-Tú eres amargo para la genciana -le decía a uno-. Tú eres flojo para la manzanilla -le decía a otro-. Tú mojas la sal de higuera -le dijo a Roque de Valente, que era un tipo pequeño, amarillo, siempre asqueado, salivando, tacaño.”

(Álvaro Cunqueiro, Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos, páginas 13, 52, 156)

martes, 20 de enero de 2015

"OLYMPIA RING, 1934": UNA INDISCUTIBLE NOVELA NEGRA



Olympia ring, 1934

Xabier López López

Traducción de Daniel P. Torres

Editorial Gregal, Maçanet de la Selva (Girona), 2014, 251 páginas



   Xabier López López (Bergondo, A Coruña, 1974), el autor de Olympia ring, 1934, es uno de los más acreditados narradores de la actual narrativa gallega. Un narrador todavía joven -debutó en 1999- y su obra, una decena de libros entre novelas y relatos, se extiende  a lo largo de estos primeros años del siglo actual. Xabier López ha obtenido algunos de los más importantes galardones literarios (Premio García Barros, Premio de la Crítica Española, Premio Xerais de Novela, entre otros). Escritor que tiene la capacidad y la habilidad para frecuentar con éxito varios subgéneros narrativos y suturar de una forma plausible  tramas argumentales y marcos escénicos. Todo eso lo hallará el lector en esta novela, escrita originalmente en gallego, pero traducida y publicada simultáneamente en español.

   En prácticamente todos los sistemas literarios proliferan narradores que, de forma reiterada o eventual, cultivan la novela detectivesca. Sin embargo, son muy pocos aquellos que son capaces de dar un paso más y aventurarse en los territorios de la novela negra. En la narrativa gallega, uno de estos últimos es Xabier López López. Lo hizo de una forma convincente en la novela A vida que nos mata (2003), traducida recientemente al español, y lo vuelve hacer ahora en su última cosecha narrativa, Olympia ring, 1934. La novela editada en el 2003 fue la presentación de un periodista, el “plumífero” Sebastián Faraldo, “un adolescente de cincuenta años y cien kilos”, que contra el parecer de la justicia decide perforar los secretos de un crimen.

   En esta nueva entrega narrativa, el periodista obeso y sentimental vuelve a actuar como accidental sabueso, también en la época de la República, pero no en el Gran Hotel Mondariz-Balneario, en Madrid, Bilbao, Pontevedra y Vigo, sino en la convulsa Barcelona del año 1934. El atípico periodista de sucesos de Pontevedra viaja a Barcelona junto con Valiña, el director del Matutino, el periódico en el que trabaja, para cubrir como cronista deportivo la velada en la que se van a enfrentar por el título mundial del peso pluma el catalán Josep Gironés y Freddie Miller, así como los combates previos, con mucho dinero de apuestas en juego. En uno de ellos intervendrá Manuel Ramírez Castro, O Camión, un boxeador pontevedrés, inteligente, culto, con estudios de bachillerato y concienciado políticamente ya que es miembro del Partido Galeguista. Aunque también viaja realizando el papel de encubridor sin saberlo de las andanzas y aventuras erótico-sentimentales de Valiña, el director del periódico. En el combate entre O Camión y su adversario deportivo, Marc Martell, el boxeador gallego cae en el ring y muere de forma fulminante y sospechosa.

   Tanto la policía como la justicia dan por sentado que lo que había sucedido en aquella velada boxística había sido un accidente casual. Por su parte, Sebastián Faraldo sospecha que se trata de una “muerte matada”, y, al mismo tiempo que ejerce de cronista deportivo, inicia una indagación que lo zambulle en la tensa Barcelona del año 1934, una ciudad agitada desde el punto de vista político y social por la ruptura que Lluís Companys y la Generalit acaban de llevar a cabo con el gobierno de Madrid, la proclamación del Estat Català, la declaración del estado de guerra, intervención armada y reclusión de los miembros del gobierno de la Generalitat en el buque Uruguay, fondeado en el puerto barcelonés. Una ciudad además dominada por el pistolerismo, el terrorismo blanco, el Sindicato Libre, los chulos, los galopines, con bajos fondos muy activos y apuestas amañadas en torno al mundo del pugilato.

   A través de una investigación en la que cobran protagonismo numerosos personajes secundarios y en la que se suturan  múltiples historias fragmentarias, Sebastián Faraldo conducirá la pesquisa de los autores y del porqué del crimen, hasta llegar a un desenlace insospechado: O Camión, el boxeador pontevedrés solamente había sido un pobre actor en una tragedia que no era la suya.

   Xabier López López  le brinda al lector una trama vigorosa, en la que se amalgaman de forma armónica dos grandes ejes narrativos: la propia intriga investigadora y la radiografía histórico-social de la Barcelona de 1934, y también, aunque en menor medida, una imagen de Galicia, centrada sobre todo en la visión moderna de la ciudad de Pontevedra. Reproduce en efecto el autor, con mucha fidelidad y gran rigor histórico, e incluso geográfico-toponímico, el clima social de la Barcelona del 34 y de los años previos. La Barcelona obscura de los bajos fondos, de los negocios sucios, de los tugurios, de los pequeños y no tan pequeños gángsters, la fisonomía física y humana del bario del Raval, el ambiente marchito y decadente de los clubs ingleses o la dura existencia de las clases proletarias en los suburbios y barrios marginales.

   Todo eso más la ambivalente descripción del mundo del boxeo (sus conexiones con el hampa, pero también el extremo sacrifico de un deporte duro), constituyen el marco escénico, el telón de fondo, a través del cual el periodista obeso y sentimental, conduce sus pesquisas sobre la “muerte matada” de O Camión. Acierta plenamente el autor en la caracterización física y emocional de los personajes; no solamente del protagonista, sino también de otros actores secundarios, aunque con indudable peso en el desarrollo de la acción: César Valiña, Malparit, Mister White, Blas Candame, Mar Martell, o ese Eduardo Cortiñas, de sobrenombre Notario, apoyo de Faraldo e en Pontevedra.

Xabier López López
   Un estilo de prosa muy fluido, con frecuentes reproducciones  de frases dialogadas en catalán, un ritmo apropiado que le va ofreciendo al lector pequeñas dosis de intriga hasta desembocar e un final inesperado; una arquitectura compositiva lineal, a partir de la prolepsis inicial, propia del género negro-detectivesco, en la que se da cuenta de la muerte del boxeador gallego, dotan a la acción de Olympia ring, 1934, de la vestimenta apropiada.

   Concluyo con una observación sobre una característica que, en mi opinión, constituye el principal mérito de esta propuesta narrativa de Xabier López: Olympia ring, 1934 no es una novela detectivesca, sino una verdadera novela negra. El hilo conductor en la novela detectivesca es la investigación y la resolución de un hecho criminal, convirtiéndose la indagación del enigma en el elemento estructurador de todo el relato que queda  a merced de esas “máquinas de pensar” que son los detectives clásicos. Frente a eso, la novela negra añade algo muy importante: el retrato crítico de la sociedad y la introspección psicológica, tanto en relación con el investigador como con el criminal o criminales. Así pues, mientras que la novela enigma muestra una gran tendencia a tratar el desciframiento de las incógnitas del crimen como un juego de habilidades, en el que  el misterio y el ingenio tienen un fin en si mismos, la novela negra es mucho más rica: mantiene el misterio, aunque su importancia aparece desplazada o subordinada a la temática y a la ambientación social y a la especulación psicológica. Las dos son hilos narrativos basilares en Olympia ring, 1934.



Francisco Martínez Bouzas



                                                     
Imágenes del combate entre Josep Gironés y Freddie Miller celebrado en el Teatro Olympia de Barcelona (año 1934)

Fragmentos



“El entrenador de Manuel no profirió palabra cuando la puerta se cerró a nuestra espalda. Se limitó  a mirarme en silencio, como si en ese preciso momento importase bien poco convertir aquel pequeño cuarto recubierto de azulejos en una suerte de velatorio. A O Camión lo habían puesto boca arriba en un banco, con la precaución de esconder bajo un albornoz la terrible evidencia de su rostro. Como a su rival, a nadie se le pasaba por la cabeza quitarle los guantes. Lo habían desvestido como a un santo, amontonado a los pies del banco desde los botines al protector bucal, pasando por los calzones y los trocitos de algodón de la nariz, mas no habían osado tocar los guantes, no, los guantes, ni pensarlo, como si fuese  inexcusable dejar bien patente a qué se dedicaba el difunto. Uno de ellos colgaba una mísera pulgada del suelo, como un imposible remate a un brazo que mi imaginación ya veía rígido como el de una estatua; el otro, oculto por entero por el albornoz, descansaba sobre el pecho.”



…..



“Con todo, no era exactamente aquello lo que me perturbaba. Aquel nombre «Raval», arrabal en castellano, resucitaba un viejo recuerdo, lleno de horror, de unos días en los que las redacciones de media España -«de medio mundo», corregía con una risa macabra el viejo Blas Candame-  buscaban entre el terror y  la fascinación nuevas informaciones que publicar bajo el título de «Los horrores de Barcelona». En el Raval, y hay cosas que no se olvidan por más que pasen veinte años, se encontraba aquel tristemente célebre carrer del Ponet, en cuyo número 29, si la memoria no me traiciona -y no lo hace- aquella desalmada mujer llamada Enriqueta Martí -prostituta y proxeneta de menores- se dedicaba a trocear, cocer y quitarle los untos a docenas de niños pequeños, al mismo tiempo que mi paisano Portela Valladares, por aquellos años gobernador civil de la provincia, no se cansaba de repetir a quien quisiese escucharlo que  era «completamente falso el rumor que se está extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición durante los últimos meses de niños y niñas de corta edad que según las habladurías populacheras habrían sido secuestrados».



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“Eran os tiempos del «pistolerismo», tal y como se acaba de bautizar no hace mucho a la época para equipararla con lo que sucede de un tiempo a esta parte en algunas ciudades de la República. Días en los que, bajando de un coche en marcha o saliendo precipitadamente de un portal o de un café, un hombre de gorra o de sombrero de ala flexible propina un par de disparos a otro hombre que camina por la calle. Días en los que los poderosos, como siempre, consiguen que sean los hijos del hambre los que se maten entre ellos, proporcionando armas y excusas y razones a un bando que prefiere creer en ellos antes que en lo que les dicen algunos de sus compañeros de camada.”



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“Según se comenzaba a rumorear, todos los diputados del Parlament todavía presos -salvo uno, a quien nadie se atrevía a ponerle nombre- iban a ser liberados de un momento a otro aunque las buenas noticias se quedaban ahí y no se extendían al ejecutivo: Companys y sus consellers seguían presos en los vapores del puerto y ni siquiera ese rumor que volvía a situar al amigo Portela Valladares como gobernador civil en cuanto se firmase el decreto de disolución definitiva de la Generalitat suponía, lamentablemente, esperanza alguna de solución para sus causas. No obstante, algo dentro de mí me decía que más tarde o más temprano, y como tantas otras veces, la tortilla podía…

Me apresuré a ponerle un telegrama al Notario avisándolo de que en un par de días estaba en casa, que procurase que todo estuviese en su sitio y que hubiese suficiente leña para la estufa.”



(Xabier López López, Olympia ring, 1934, paginas 69, 170, 211-212, 246)

viernes, 16 de enero de 2015

"LA BUENA LETRA": LITERATURA CIEN POR CIEN INTIMISTA



La buena letra

Rafael Chirbes

Editorial Anagrama, Barcelona, 156 páginas

(LIBROS DE FONDO)



   Regreso hoy a la lectura de La buena letra. Una lectura de la segunda edición de esta pieza narrativa escrita por uno de los mejores novelistas españoles de nuestro tiempo. Una edición -la segunda que hizo Anagrama, las hay posteriores y en otros sellos editoriales-, a la que le falta el último capítulo. No es la primera vez que eso sucede, pero sí una de las más significativas. Nada tiene que ver la ausencia con un error de impresión, sino con un remordimiento del propio autor. El arrepentimiento de un cierto voluntarismo literario que le hizo modular en su día el libro bajo el criterio de la circularidad  consoladora, convirtiendo el tiempo en instrumento implacable y justiciero que acaba por poner las cosas en su sitio. La novela apareció por primera ver en el año 1992, un año de euforias (la Expo, las Olimpíadas), cuando estaba de moda ser moderno y aquella literatura que se arriesgaba a mirar hacia atrás, era valorada como desfasada y caduca.

   La buena letra no es la mejor novela de Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, Valencia, 1949), pero sí una de las que acrecientan la trayectoria inaugurada con Mimou (1988) y jalonada de éxitos como Los disparos del cazador, La larga marcha, La caída de Madrid, Crematorio o En la orilla, novelas, algunas, de esas que marcan cumbres y fronteras.

   En aquella primera versión de 1992, las dos principales protagonistas volvían a encontrase muchos años después. El decurso de una década convenció al escritor de un error de sintaxis narrativa porque, como él mismo afirma, no es misión del tiempo  corregir injusticias, sino al contrario hacerlas más profundas. Por eso, en la reedición y en alguna traducción anterior a otras lenguas, Rafael Chirbes deja al lector compartiendo la rebeldía y el sufrimiento de la madre anciana que no acepta que se hable de su casa, llena de goteras mas también de recuerdos, como de un solar donde se pueden construir nuevas viviendas.

   La buena letra es un ejemplo paradigmático de la llamada literatura intimista. Esa escritura introspectiva que le presta gran atención a las crisis del propio individuo, a sus estados de conciencia o de inconsciencia, que escudriña en las ondulaciones psicológicas de los personajes. Rafael Chirbes siente una cierta aversión por la literatura en abstracto y por eso sutura sus obras al tiempo,  a un tiempo determinado. Deudor indudable de la concepción balzaquiana de la novela, profesa  la máxima de que aquella debe de relatar la vida privada de las naciones. Así pues, el papel del narrador no consiste en escribir editoriales para los periódicos, sino referir lo privado de cada personaje. Novelar así pues historias intimistas que reflejen, no obstante, conflictos mucho más amplios. Los recuerdos que persiguen a sus personajes pero que también los identifican.

   Vemos así como Ana, la protagonista de La buena letra, le cuenta la historia de su generación a su hijo, arrullada por el olor de la madreselva, como si a través de ese acto, se la estuviese refiriendo a ella misma, persiguiendo sombras, las sombras de las ausencias familiares que la han cargado de sufrimientos y le han robado las ganas de vivir. También las miserias familiares, el sufrimiento del padre/abuelo demente, convertido en un niño. El primer invierno después de la Guerra en el que, junto con el frío, la familia es víctima del fanatismo de los vecinos falangistas, como si aún siguiese la guerra, a pesar de haber concluido oficialmente. La lucha por la supervivencia como única forma de amor que se le permite a las familias. Todo eso se lo relata al hijo que ella siente alejado, pero que será el destinatario de la micro épica de su vida y de la de su familia: su resistencia, su rebeldía, el cansancio, la espera de la muerte, viendo como las generaciones de sus descendientes se yerguen sobre las cenizas y sufrimientos de la suya.

   Así pues, cuando se derrumba una casa para construir otra, como sucede en la novela, se arruina una parte fundamental de la memoria, en este caso de la memoria de los perdedores de la Guerra Civil. Todo esto, relatado sin resentimientos, sin maniqueísmos, sin tesis, reflejando únicamente la suave tristeza del tiempo ido. Arropando la novela con una prosa sencilla y natural, con un ritmo pausado que nos muestra, a través del espacio del relato, los vínculos interpersonales y lo privado como espejos de nuestra historia más reciente. Una literatura, en definitiva, en la que la las tristezas y alegrías tienen vida propia y marcan los rumbos de generaciones enteras.



Francisco Martínez Bouzas

                                                     
Rafael Chirbes (foto RTVE)

Fragmentos



“Rumores de fusilamientos que sólo a veces se confirmaban, pero que siempre hacían daño. Aparecieron cadáveres en el manantial, en el huerto de naranjos que tenía una balsa en la que tú siempre querías bañarte cuando eras pequeño y donde una vez casi te ahogas; en la playa, en los arrozales. Aprendimos la suciedad del miedo.

Los fusilados no siempre eran de aquí, de Bovra. Había mujeres que venían en busca de cadáveres desde Gandía, desde Cullera, desde Tabernes. La certeza de la muerte las curaba del miedo. Preguntaban en voz alta, a la puerta de los cafés, por el lugar en que habían aparecido aquella mañana los fusilados, y los hombres volvían avergonzados la cabeza y seguían jugando en silencio al dominó.”



…..



“Cuando regresaba al comedor, tu padre se había servido una copa de coñac y la miraba con insistencia, ya silencioso, hasta que venía a recogerlo José. Entonces recobraba una animación forzada y se ponía a hablar en un tono que no le correspondía, y seguía hablando sin parar, como si temiera derrumbarse si se callaba, hasta que se despedían desde la puerta.

Yo notaba cómo le iba cambiando el carácter. Probablemente nos iba cambiando a todos. Era como si, no teniendo ya que resistir frente al exterior, necesitáramos seguir consumiendo nuestra energía, ahora de puertas adentro. A veces me paraba a pensar qué deprisa nos habíamos olvidado de todo. También pensaba que, en cuando las cosas se quedaban atrás, dejaban de ser verdad o mentira y se convertían sólo en confusos restos a merced de la memoria. No había nada que salvar. El tiempo lo deshacía todo, lo convertía en polvo, y luego soplaba el viento y se llevaba ese polvo.”



…..



“Durante toda la noche anterior me acordaba de que tu padre me contó en cierta ocasión que los marineros se niegan  a aprender a nadar porque así, en caso de naufragio, se ahogan enseguida y no tienen tiempo de sufrir. No conseguía dormirme. Estuve dando vueltas en la cama hasta el amanecer. No podía evitar que me diesen envidia los que se fueron al principio, los que no tuvieron tiempo de ver cuál iba a ser el destino de todos nosotros. Porque yo he resistido, me he cansado en la lucha, y he llegado a saber que tanto esfuerzo no ha servido para nada. Ahora espero.”



(Rafael Chirbes, La buena letra, páginas 30, 113, 156)

martes, 13 de enero de 2015

"EL MONO EN EL ESPEJO": UN RELATO DE CULTO ENTRE LO ALEGÓRICO Y LO FANTÁSTICO



El mono en el espejo
Xabier López López
Traducción de Marta García Seoane
Ediciones de Baile del Sol, Tenerife, 2014, 90 páginas

   Tuve la oportunidad de leer el original gallego de esta novela breve de Xabier López López en el año 2002. La releí ya editada y como ganadora del Premio Manuel Lueiro Rey de Novela Curta 2002, al año siguiente. Y tengo ahora el placer de acercarme a la versión española y sigo pensando que El mono en el espejo es una pieza de ficción cuya valía va más allá del interés de su trama argumental, porque, a lo largo del escaso centenar de páginas de la novela, Xabier López López lleva a cabo una verdadera disección de la condición humana. O mono no espello, título de la edición original gallega, fue la tercera aproximación del escritor a la narrativa. Desde entonces, y sin ser un autor que se prodiga en exceso, han salido de su pluma algunas de las propuestas ficcionales más interesantes de la narrativa gallega, escritas con el mismo rigor, la misma tonalidad, la misma calidad de este autor de culto. Novelas como A vida que nos mata (2003), Cadeas (2013), Olympia ring, 1934 (2014), muy alejadas del solaz de los best sellers  de consumo masivo, cimentadas por el contrario en una narrativa reflexiva que no solamente nos traslada una historia, sino que pretende ir más allá, hacer que nos interroguemos, invitarnos a dar respuestas.
   El mono en el espejo, a pesar de su formato de novela breve, comparte esas mismas coordenadas y puedo decir que no ha envejecido. Pero en ella también hay una historia que el autor desgrana a lo largo de ocho capítulos y cuya sinopsis recojo en las siguientes líneas. En una playa repleta de gente se pierden niños con mucha frecuencia. Por los altavoces anuncian repetidamente el extravío de un niño de seis años al que nadie se acerca a recoger. Se aproxima la noche y el protagonista, un profesor solitario y obsesionado con sus lecturas, sube al niño en su motocicleta y lo lleva para su casa, temiendo no obstante que lo consideren un raptor de menores de edad. Le da techo, “comida”, vestido y con eso cree haber cubierto el expediente del buen corazón. Lo único que el chiquillo hace es sonreír con una de esas risas que hacen apartar la vista. Desde ese momento el protagonista cambia sus rutinas de ser solitario. Y se ve sometido a múltiples tensiones y ahogos interiores. Piensa entregarlo a la policía, mas en el último segundo se vuelve para atrás. Cavila consultar a un viejo catedrático jubilado que tiene soluciones para todo. También a un periodista, pero no lo hace. Juega al buen samaritano, mas, sin darse cuenta, es él el que se convierte en muñeco de esta nueva versión del niño-salvaje (sordomudo, engullidor de pescado crudo) que actúa con indiferencia y con el  automatismo de un juguete a pilas. Un desenlace trágico, terrorífico e inesperado sutura Eros y Tánatos, la muerte y los sueños eróticos del protagonista y pincela en buena medida la atmósfera de la novela.
   Por detrás de las pocas páginas del libro, un relato simbólico, con muchos elementos fantásticos y alegóricos, se ocultan las claves del macrotexto de Xabier López López: la creación de atmósferas narrativas cimentadas en el “juego de reflexiones y refracciones, de sombras chinescas, de apariencias, en ese laberinto interior donde soplan de cuando en vez los vientos del surrealismo y del absurdo” y se nos hace presente un ámbito de la realidad próxima y opresiva.
   Las citas de Ánxel Fole, Herman Melville e Alfred Russell Wallace, epígrafes en el pórtico de libro, nos sitúan en la pista del mensaje oculto de la novela. El fundido de este mundo en el ultramundo, de los colores del arco iris  con la imposibilidad de fijar la línea de demarcación, son una verdadera transposición de las dificultades con las que nos encontramos muchas veces a la hora de marcar la frontera que, en nuestro mundo humano, separa la cordura de la demencia. Es esa, en mi opinión, la meta de esta versión posmoderna del mito del niño salvaje, que el escritor desenvuelve a caballo entre la realidad y la fantasía.
   Lo más relevante de la novela de Xabier López López es la creación de un clima que poco a poco, y a medida que avanza el relato, se va fortaleciendo. Un clima sofocante y poblado de silencios inmundos. Un aire que nos envuelve como esas campanadas llenas de fatiga que llegan de lejos, o de muy cerca, por ejemplo de la mirada profunda, terrible y enrarecida del niño que mira al protagonista-samaritano sin quitar de su rostro su siniestra sonrisa de hoja seca.
    Novela erguida con una arquitectura interna muy sencilla, basada en un narrador omnisciente que conduce el relato de forma lineal y recrea ese clima existencial en el que vive el protagonista. El mono en el espejo, es sin embargo una narración densa y compleja. Una lengua concisa, un ritmo apropiado, aunque a primera vista pueda parecer demasiado lento para una obra cuyo formato exige condensación. Pero no sobran las minuciosas descripciones y reflexiones del protagonista que quizás no tengan demasiada influencia en la trama, pero a través de ellas aquel rumia sus problemas, manifiesta su forma de pensar y contribuyen a crear la atmósfera opresiva y sofocante de la novela. En resumen, una literatura en estado puro, mas con la presencia da abundantes referencias literarias, de elementos paródicos y claves simbólicas. La carta de presentación de un autor de culto capaz de deleitarnos con importantes y estimulantes cosechas literarias.

Francisco Martínez Bouzas

                                                     
Xabier López López
Fragmentos

“En la caseta de salvamento y socorrismo espera un niño de seis años que no sabe decir cómo se llama. Lleva una gorra amarilla, bañador negro y tiene el pelo largo. Se ruega a sus familiares que pasen a recogerlo. Repito: en la caseta de salvamento y socorrismo…
Dirigió instintivamente la mirada hacia los postes de los altavoces. Si uno ya reacciona al escuchar las señales sonoras que anuncian la canción de los pequeños desaparecidos, con más razón debe reaccionar cuando dan un mensaje tan peculiar. «No sabe decir cómo se llama»…¿Y entonces que era, un niño mudo? ¡En ese caso cómo pueden saber su edad! ¿A ojo? Se golpeó la frente. Con la …mano. Bastaba usar los dedos de la mano, qué tonto, y se sorprendió a sí mismo contando hasta seis con pequeños golpes en las uñas.”

…..

“El pequeño giró la cara y de repente reparó, con ese andar lento y húmedo de las sorpresas, en aquel, su masticar demorado y viscoso, lleno de mucosidad y tripada. Parecía que estuviese mordiendo un trozo de papel de plata manchado de sangre cuajada, de minúsculos capilares, negros y gelatinosos. Pescado crudo. Una pescadilla. Se la arrebató y la tiró a la basura. Se anticipó a su mano y alcanzó la bandeja donde se apretaba el resto de los peces, aquellos espárragos de mercurio con la boca mordiendo aire, los ojos mirando blando, las agallas irisadas segregando saburra. La levantó sobre su cabeza, mientras el pequeño, repentinamente enloquecido, saltaba a su alrededor para alcanzarla. Lo hizo; se puso a sollozar. Agrietó el rostro con una mueca, dejó escapar el berrido del llanto.
 Pasó del asco al miedo en el tiempo de un suspiro. ¿Pero por qué grita este…? Miró hacia todos los lados, como si los estantes, la fresquera, la mesa, la puerta, la ventana, fuesen a asomar las caras de los vecinos de un momento a otro. Se enervó; se quedó sin resuello. Ya no supo si taparle la boca o coger y darle sin más la bandeja.”

(Xabier López López, El mono en el espejo, páginas 21-22, 47)