martes, 20 de enero de 2015

"OLYMPIA RING, 1934": UNA INDISCUTIBLE NOVELA NEGRA



Olympia ring, 1934

Xabier López López

Traducción de Daniel P. Torres

Editorial Gregal, Maçanet de la Selva (Girona), 2014, 251 páginas



   Xabier López López (Bergondo, A Coruña, 1974), el autor de Olympia ring, 1934, es uno de los más acreditados narradores de la actual narrativa gallega. Un narrador todavía joven -debutó en 1999- y su obra, una decena de libros entre novelas y relatos, se extiende  a lo largo de estos primeros años del siglo actual. Xabier López ha obtenido algunos de los más importantes galardones literarios (Premio García Barros, Premio de la Crítica Española, Premio Xerais de Novela, entre otros). Escritor que tiene la capacidad y la habilidad para frecuentar con éxito varios subgéneros narrativos y suturar de una forma plausible  tramas argumentales y marcos escénicos. Todo eso lo hallará el lector en esta novela, escrita originalmente en gallego, pero traducida y publicada simultáneamente en español.

   En prácticamente todos los sistemas literarios proliferan narradores que, de forma reiterada o eventual, cultivan la novela detectivesca. Sin embargo, son muy pocos aquellos que son capaces de dar un paso más y aventurarse en los territorios de la novela negra. En la narrativa gallega, uno de estos últimos es Xabier López López. Lo hizo de una forma convincente en la novela A vida que nos mata (2003), traducida recientemente al español, y lo vuelve hacer ahora en su última cosecha narrativa, Olympia ring, 1934. La novela editada en el 2003 fue la presentación de un periodista, el “plumífero” Sebastián Faraldo, “un adolescente de cincuenta años y cien kilos”, que contra el parecer de la justicia decide perforar los secretos de un crimen.

   En esta nueva entrega narrativa, el periodista obeso y sentimental vuelve a actuar como accidental sabueso, también en la época de la República, pero no en el Gran Hotel Mondariz-Balneario, en Madrid, Bilbao, Pontevedra y Vigo, sino en la convulsa Barcelona del año 1934. El atípico periodista de sucesos de Pontevedra viaja a Barcelona junto con Valiña, el director del Matutino, el periódico en el que trabaja, para cubrir como cronista deportivo la velada en la que se van a enfrentar por el título mundial del peso pluma el catalán Josep Gironés y Freddie Miller, así como los combates previos, con mucho dinero de apuestas en juego. En uno de ellos intervendrá Manuel Ramírez Castro, O Camión, un boxeador pontevedrés, inteligente, culto, con estudios de bachillerato y concienciado políticamente ya que es miembro del Partido Galeguista. Aunque también viaja realizando el papel de encubridor sin saberlo de las andanzas y aventuras erótico-sentimentales de Valiña, el director del periódico. En el combate entre O Camión y su adversario deportivo, Marc Martell, el boxeador gallego cae en el ring y muere de forma fulminante y sospechosa.

   Tanto la policía como la justicia dan por sentado que lo que había sucedido en aquella velada boxística había sido un accidente casual. Por su parte, Sebastián Faraldo sospecha que se trata de una “muerte matada”, y, al mismo tiempo que ejerce de cronista deportivo, inicia una indagación que lo zambulle en la tensa Barcelona del año 1934, una ciudad agitada desde el punto de vista político y social por la ruptura que Lluís Companys y la Generalit acaban de llevar a cabo con el gobierno de Madrid, la proclamación del Estat Català, la declaración del estado de guerra, intervención armada y reclusión de los miembros del gobierno de la Generalitat en el buque Uruguay, fondeado en el puerto barcelonés. Una ciudad además dominada por el pistolerismo, el terrorismo blanco, el Sindicato Libre, los chulos, los galopines, con bajos fondos muy activos y apuestas amañadas en torno al mundo del pugilato.

   A través de una investigación en la que cobran protagonismo numerosos personajes secundarios y en la que se suturan  múltiples historias fragmentarias, Sebastián Faraldo conducirá la pesquisa de los autores y del porqué del crimen, hasta llegar a un desenlace insospechado: O Camión, el boxeador pontevedrés solamente había sido un pobre actor en una tragedia que no era la suya.

   Xabier López López  le brinda al lector una trama vigorosa, en la que se amalgaman de forma armónica dos grandes ejes narrativos: la propia intriga investigadora y la radiografía histórico-social de la Barcelona de 1934, y también, aunque en menor medida, una imagen de Galicia, centrada sobre todo en la visión moderna de la ciudad de Pontevedra. Reproduce en efecto el autor, con mucha fidelidad y gran rigor histórico, e incluso geográfico-toponímico, el clima social de la Barcelona del 34 y de los años previos. La Barcelona obscura de los bajos fondos, de los negocios sucios, de los tugurios, de los pequeños y no tan pequeños gángsters, la fisonomía física y humana del bario del Raval, el ambiente marchito y decadente de los clubs ingleses o la dura existencia de las clases proletarias en los suburbios y barrios marginales.

   Todo eso más la ambivalente descripción del mundo del boxeo (sus conexiones con el hampa, pero también el extremo sacrifico de un deporte duro), constituyen el marco escénico, el telón de fondo, a través del cual el periodista obeso y sentimental, conduce sus pesquisas sobre la “muerte matada” de O Camión. Acierta plenamente el autor en la caracterización física y emocional de los personajes; no solamente del protagonista, sino también de otros actores secundarios, aunque con indudable peso en el desarrollo de la acción: César Valiña, Malparit, Mister White, Blas Candame, Mar Martell, o ese Eduardo Cortiñas, de sobrenombre Notario, apoyo de Faraldo e en Pontevedra.

Xabier López López
   Un estilo de prosa muy fluido, con frecuentes reproducciones  de frases dialogadas en catalán, un ritmo apropiado que le va ofreciendo al lector pequeñas dosis de intriga hasta desembocar e un final inesperado; una arquitectura compositiva lineal, a partir de la prolepsis inicial, propia del género negro-detectivesco, en la que se da cuenta de la muerte del boxeador gallego, dotan a la acción de Olympia ring, 1934, de la vestimenta apropiada.

   Concluyo con una observación sobre una característica que, en mi opinión, constituye el principal mérito de esta propuesta narrativa de Xabier López: Olympia ring, 1934 no es una novela detectivesca, sino una verdadera novela negra. El hilo conductor en la novela detectivesca es la investigación y la resolución de un hecho criminal, convirtiéndose la indagación del enigma en el elemento estructurador de todo el relato que queda  a merced de esas “máquinas de pensar” que son los detectives clásicos. Frente a eso, la novela negra añade algo muy importante: el retrato crítico de la sociedad y la introspección psicológica, tanto en relación con el investigador como con el criminal o criminales. Así pues, mientras que la novela enigma muestra una gran tendencia a tratar el desciframiento de las incógnitas del crimen como un juego de habilidades, en el que  el misterio y el ingenio tienen un fin en si mismos, la novela negra es mucho más rica: mantiene el misterio, aunque su importancia aparece desplazada o subordinada a la temática y a la ambientación social y a la especulación psicológica. Las dos son hilos narrativos basilares en Olympia ring, 1934.



Francisco Martínez Bouzas



                                                     
Imágenes del combate entre Josep Gironés y Freddie Miller celebrado en el Teatro Olympia de Barcelona (año 1934)

Fragmentos



“El entrenador de Manuel no profirió palabra cuando la puerta se cerró a nuestra espalda. Se limitó  a mirarme en silencio, como si en ese preciso momento importase bien poco convertir aquel pequeño cuarto recubierto de azulejos en una suerte de velatorio. A O Camión lo habían puesto boca arriba en un banco, con la precaución de esconder bajo un albornoz la terrible evidencia de su rostro. Como a su rival, a nadie se le pasaba por la cabeza quitarle los guantes. Lo habían desvestido como a un santo, amontonado a los pies del banco desde los botines al protector bucal, pasando por los calzones y los trocitos de algodón de la nariz, mas no habían osado tocar los guantes, no, los guantes, ni pensarlo, como si fuese  inexcusable dejar bien patente a qué se dedicaba el difunto. Uno de ellos colgaba una mísera pulgada del suelo, como un imposible remate a un brazo que mi imaginación ya veía rígido como el de una estatua; el otro, oculto por entero por el albornoz, descansaba sobre el pecho.”



…..



“Con todo, no era exactamente aquello lo que me perturbaba. Aquel nombre «Raval», arrabal en castellano, resucitaba un viejo recuerdo, lleno de horror, de unos días en los que las redacciones de media España -«de medio mundo», corregía con una risa macabra el viejo Blas Candame-  buscaban entre el terror y  la fascinación nuevas informaciones que publicar bajo el título de «Los horrores de Barcelona». En el Raval, y hay cosas que no se olvidan por más que pasen veinte años, se encontraba aquel tristemente célebre carrer del Ponet, en cuyo número 29, si la memoria no me traiciona -y no lo hace- aquella desalmada mujer llamada Enriqueta Martí -prostituta y proxeneta de menores- se dedicaba a trocear, cocer y quitarle los untos a docenas de niños pequeños, al mismo tiempo que mi paisano Portela Valladares, por aquellos años gobernador civil de la provincia, no se cansaba de repetir a quien quisiese escucharlo que  era «completamente falso el rumor que se está extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición durante los últimos meses de niños y niñas de corta edad que según las habladurías populacheras habrían sido secuestrados».



…..



“Eran os tiempos del «pistolerismo», tal y como se acaba de bautizar no hace mucho a la época para equipararla con lo que sucede de un tiempo a esta parte en algunas ciudades de la República. Días en los que, bajando de un coche en marcha o saliendo precipitadamente de un portal o de un café, un hombre de gorra o de sombrero de ala flexible propina un par de disparos a otro hombre que camina por la calle. Días en los que los poderosos, como siempre, consiguen que sean los hijos del hambre los que se maten entre ellos, proporcionando armas y excusas y razones a un bando que prefiere creer en ellos antes que en lo que les dicen algunos de sus compañeros de camada.”



…..



“Según se comenzaba a rumorear, todos los diputados del Parlament todavía presos -salvo uno, a quien nadie se atrevía a ponerle nombre- iban a ser liberados de un momento a otro aunque las buenas noticias se quedaban ahí y no se extendían al ejecutivo: Companys y sus consellers seguían presos en los vapores del puerto y ni siquiera ese rumor que volvía a situar al amigo Portela Valladares como gobernador civil en cuanto se firmase el decreto de disolución definitiva de la Generalitat suponía, lamentablemente, esperanza alguna de solución para sus causas. No obstante, algo dentro de mí me decía que más tarde o más temprano, y como tantas otras veces, la tortilla podía…

Me apresuré a ponerle un telegrama al Notario avisándolo de que en un par de días estaba en casa, que procurase que todo estuviese en su sitio y que hubiese suficiente leña para la estufa.”



(Xabier López López, Olympia ring, 1934, paginas 69, 170, 211-212, 246)

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