miércoles, 11 de marzo de 2015

"28 DÍAS": COMO EN MASADA



28 días
David Safier
Tracción de María José Díez Pérez
Editorial Seix Barral, Biblioteca Formentor, Barcelona, 2014, 412 páginas

  Después de haber hecho reír a millones de personas -Maldito karma, su primera novela ha sido un éxito internacional en todo el mundo y solamente en España ha cosechado más de cincuenta reediciones- David Safier, en un giro de 180 grados, introduce a los lectores con esta novela en la mismas entrañas del dolor y del espanto. Para ello y para no quedarse en los aspectos más superficiales de un tema muy frecuentado (el Holocausto, la Shoah, la persecución de los judíos por los nazis), David Safier ofrece al lector algo que trasciende  la propia historia del levantamiento del gueto de Varsovia y se convierte en un interrogante de dimensiones universales: la cuestión existencial referida a nuestra condición como seres humanos: ¿qué clase de persona quiere uno ser?, la pregunta crucial a la que tendrá que responder la joven protagonista de esta novela. Los acontecimientos anteriores y posteriores a la pregunta y las respuestas que deciden la vida y la muerte y que constituyen un conjunto pavoroso de hechos reales, aunque transcritos de forma ficcional, configuran una tremenda historia no solo sobre Mira, la joven judía protagonista, sino sobre toda la humanidad, sobre lo mejor y lo peor que los seres humanos somos capaces de hacer: nuestra grandeza y nuestra cobardía.
   Basada, reitero, en hecho reales, aunque con personajes ficticios, David Safier ambienta su historia, o encadenamiento de historias, en el gueto judío de Varsovia, acotando los acontecimientos narrados a los veintiocho días (del 19 de abril al 16 de mayo de 1943) durante los que unos pocos jóvenes judíos supervivientes de las razias de las deportaciones -unos mil doscientos entre trece y diecinueve años- se sublevaron y fueron capaces de resistir la aplastante brutalidad de las fuerzas alemanas. Pero antes del levantamiento, el autor se pones en la piel de su joven protagonista y narradora, Mira, una joven de dieciséis años, y narra así mismo lo que ocurrió las semanas previas, antes de que su heroína se uniera a la Resistencia y empuñara un arma.
   Es la primavera de 1942. Mira a sus dieciséis años tiene que sacar adelante a su familia, a su hermana pequeña Hannah, mal alimentada. Su madre se encuentra tan hundida que jamás abandona el sórdido agujero en el que viven en el gueto. Su hermano menor es un traidor, integrado en la policía judía que colabora con los nazis. A ella no le queda otra alternativa que vender su cuerpo en la prostitución o jugarse la vida dedicándose al estraperlo. Su única creencia es la supervivencia y, aunque con mucho miedo, se convierte en estraperlista. Lo hace con suerte dispar y corriendo no pocos peligros. Hasta que un decreto de las autoridades alemanas dispone que todos los judíos de Varsovia serán reasentados en el Este. El Este son los campos de concentración y de exterminio, especialmente el de Treblinka, donde la mayoría de los judíos serán gaseados. Y solamente cuando ya habían deportado a 400.000 de los 450.000 judíos del gueto, deciden defenderse. No antes porque los alemanes obraban de forma pérfida y astuta: “siempre dejaban vislumbrar un atisbo de esperanza”.
                                                      
Tropas de las SS conduciendo a judios del gueto a los trenes de la muerte
 Entre los que comprenden que es imposible sobrevivir se halla Mira, la heroína de la novela. Tras ver a su madre y a su hermana asesinadas y en un charco de sangre, se llena de odio, el odio que le permitirá matar para que la muerte de su hermana tenga sentido. No está dispuesta a dejarse llevar al matadero como un animal indefenso. Mil cuatrocientos combatientes judíos inexpertos y mal armados entre los que se encuentra Mira, se enfrentarán durante veintiocho días a los alemanes, ucranianos, letones y polacos con un fuerte sentimiento antisemita, dispuestos a resistir hasta el final como en Masada, la fortaleza en la que todos, defensores, mujeres y niños, en lucha contra los romanos, morirían antes de dejarse coger vivos en los compases finales de la Primera Guerra Judeo-Romana. Sin embargo, algunos de los combatientes del gueto conseguirán sobrevivir después de hacer frente a las SS, al incendio de las casas, a los búnkeres gaseados, al infierno de las cloacas…
   Lo que David Safier relata sobre los que aquellos seres humanos vivieron es demasiado espantoso para ser contado. El mismo autor es consciente de que 28 días es una fascinante historia de la grandeza humana, pero también de la cobardía y de la bajeza más abyectas. La novela reproduce historias reales de gran altruismo. Personas que sacrificaron sus vidas por salvar a otras, como Janusz Korzak, un pedagogo de fama mundial que regenta un orfanato con doscientos huérfanos. Le llueven ofertas para sacarlo del gueto a escondidas o pagando a los nazis, pero decide acompañar a sus niños en la muerte de Treblinka. Una historia que agranda la infamia de muchos miembros de la policía judía que trabajaba para los alemanes con la esperanza de salvar sus vidas. En las fases más duras de las deportaciones los alemanes advirtieron a estos policías judíos que cada uno de ellos debía llevar cada día a los trenes de la muerte a cinco judíos. Hubo policías que, para completar el cupo, condujeron a los trenes a sus propios padres para alargar unos días sus propias vidas. Ya habían vivido lo suficiente, fue su descargo. Hubo así mismo madres que poseían certificados salvadores, pero pelearon para quedarse con sus hijos, sabiendo que eso significaba su propia muerte. Mas también hubo una mujer poseedora  de esas tarjetas para ella pero no para su hijo de pocos meses. No tuvo reparo en entregarlo a la fatal condena y buscó argumentos de su conducta que sonaban a vida y no a muerte. “Siempre se puede tener más hijos. Pero si muero con el niño, no podré traer al mundo otra vida” (página 208). En el gueto hasta el amor sucumbe definitivamente: las hijas de los judíos ricos amañaron matrimonios de conveniencia, y pagando grandes sumas se casaron con policías judíos para no ser deportadas. Lo serían igualmente.
Monumento a los héroes de la Revuelta de Varsovia
   Una lucha desesperada para sobrevivir. Un lucha en la que la locura, la grandeza, el horror y la bajeza parecen inventadas, pero fueron reales. Y así las relata David Safier, acentuando la parte emotiva  -por eso mismo se sirve de personajes de ficción- que mantiene en todo momento al lector en una verdadera explosión de conmociones.
   El estilo de la prosa sencillo, directo, con capítulos breves, con una estructura lineal, con Mira como única narradora, acentúa aún más si cabe el ritornelo que se repite en los momentos más trascendentales y dramáticos. Esa pregunta universal que constituye el tema de fondo de la novela: “¿Qué clase de persona quieres ser?”: ¿salvarías vidas?, ¿morirías con los huérfanos del orfanato?, ¿elegirías los trenes de la muerte para estar con tu hijo? ¿cogerías las armas para luchar por la vida o enviarías a otros a la muerte para seguir viviendo?. Todos esos interrogantes en una novela que no arrancará millones de sonrisas como las anteriores del autor, pese a que en ella también hay escenas cómicas, sino encontrados sentimientos de consternación y de admiración.

Francisco Martínez Bouzas
                                                    
David Safier

Fragmentos

“Enfilé a buen paso las calles del gueto y, como siempre, tuve que aislarme de todo cuanto me rodeaba para poder soportar la vida en ese lugar. Las estrecheces. El ruido. El hedor (…)
Pero lo peor era el olor. A la entrada de varias casas había cadáveres, un espectáculo al que no me acostumbraba. Eran muchos los familiares que no tenían dinero ni fuerzas para dar sepultura a sus seres queridos, de manera que por la noche dejaban sin más a los muertos en la calle, para que al día siguiente se los llevaran de allí como si fuesen basura. Durante la noche, a los cadáveres les robaban la ropa, un pillaje que hasta yo podía entender. Los vivos tenían mayor necesidad de chaquetas, pantalones y zapatos.”

…..

“Registrarán todas las casas, una y otra y otra vez -me confió-. Como no son bastantes los que van voluntariamente a la estación, ni siquiera por la mermelada, nos han amenazado a nosotros, a los policías: deportarán a todo el que no descubra a cinco judíos por día.
Había conseguido captar mi atención:
-¿Entregas a judíos…a tus enemigos?
-¿Qué otra cosa puedo hacer? -respondió Simon, desesperado.
A Daniel le habría gustado morir con sus hermanos del orfanato, y el mío enviaba a otros a la muerte para seguir viviendo.
¿Qué clase de persona quiere uno ser?
-Pero sólo llevo a los trenes a desconocidos -intentó defenderse Simon.
¿Qué quería decir con eso? ¿Qué clase de disculpa por su comportamiento era ésa?
-De lo desesperados que están, otros policías llevan a la estación a sus propios padres…
-¿Qué?
-Esos cerdos dicen que al fin y al cabo los padres ya han vivido su vida –contó mi hermano-. Yo aún tengo que vivir la mía.”

…..

“A mi lado iba una mujer con un niño dormido en brazos. Vi que llevaba al cuello una de las valiosas tarjetas, se salvaría. Pero el niño no. La mujer se percató de que la miraba. Desde luego también había oído al hombre que iba con sus hijos a la cámara de gas. Me dijo en voz baja:
-Siempre se pueden tener más hijos.
Al principio no la entendí.
-Pero si muero con el niño, no podré traer al mundo otra vida.
Estaba dispuesta a separarse de su hijo y se había buscado argumentos. Unos argumentos que le sonaban a vida y no a muerte.
Me mareé.”

…..

“- ¿Cuánto tiempo crees que podremos resistir a los alemanes con las armas de Iwanski y las que ya tenemos?
Amos se puso serio.
-Si todo va bien, unas horas.
No debería haber formulado esa pregunta.
-Hagamos lo que hagamos será inútil –afirmé abatida-
-No lo será –aseguró-. Piensa en lo orgullosos que están los judíos del gueto desde que matamos a los alemanes en enero. Si luchamos contra los alemanes, generaciones enteras de judíos estarán orgullos de nosotros. Igual que los judíos que hace miles de años resistieron en Masada. En ese sentido da lo mismo lo que aguantemos: un día, un mes o unas horas. Lo principal es que no nos dejaremos llevar al matadero sin defendernos.”

(David Safier, 28 días, páginas 34-35, 179-180, 208, 294-295)

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