viernes, 8 de mayo de 2015

EL PESO DE LA JUVENTUD



Una juventud
Patrick Modiano
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Editorial Anagrama, Barcelona  2015, 183 páginas

   Anagrama rescata por segunda vez una de las obras menos conocidas de Patrick Modiano, Une jeunesse (1981), traducida al español dos años más tarde y editada ahora por la editorial barcelonesa en la versión de María Teresa Gallego Urrutia, sin duda la mejor traductora del lenguaje modianesco y gran difusora de la literatura francesa. Desde que en 1968 Patrick Modiano publicara su primer libros, La Place de l’Etoile (El lugar de las estrellas), que lo dio a conocer como figura emergente de la narrativa francesa, se han ido sucediendo a un ritmo acompasado un buen número de novelas que no se alejan del mismo escenario: los contornos parisinos, sus calles, suburbios, distritos, plazas, cafés… Un París sobre todo el de la Ocupación, una ciudad sin mirada, una urbe de pesadilla como recordó Modiano en el discurso de aceptación del Nobel de Literatura: “Ese París no me ha dejado nunca y su luz tamizada todavía ilumina mis libros.”
   Es la cartografía de París , en cuyas coordenadas vivieron sus años jóvenes los protagonistas de Una juventud, Odile y Louis. Fue en su “puntos fijos”, en sus calles, bulevares, salas de fiesta, barrios periféricos, andenes de las estaciones ferroviarias… donde realizaron su aprendizaje vital. El París nostálgico y a la vez mítico de los años 60, donde el escritor, el joven Modiano, tímido, callado y melancólico vivió su desamparo de adolescente y de joven, y que ya solamente existe en sus libros.
   Aunque la novela está transitada por no pocos personajes secundarios, los verdaderos protagonistas son Odile y Louis. Viven en un valle rodeado de una masa de abedules con un teleférico rojo que lleva a una estación de esquí. Y desde la frontera de los treinta y cinco años que están  a punto de traspasar, retornan a sus años jóvenes, a sus veinte años, al período más decisivo de sus vidas que duró apenas siete meses. La novela va desgranando en paralelo esa etapa de la juventud de ambos. Louis acaba de ser licenciado del servicio militar y conoce a Brossier que le consigue un trabajo como vigilante nocturno en un garaje. Odile a Bellune que le promete introducirla en el mundo de la canción. Un día se encuentran los dos en un bar a punto de cerrar. Y evocan ahora las peripecias en las que más que actantes son seres pasivos que se dejan llevar. Ninguno de los dos decide tomar las riendas de su existencia. Louis actúa bajo la protección de personajes turbios que le introducen en el tráfico de dinero negro. A Odile el suicidio de su amante cincuentón la deja a merced  de depravados sexuales y así mismo se convierte en cebo para la policía. Ninguno de los dos hace nada para impedir que otros gobiernen sus vidas. Todo lo aceptan con apática placidez. Solos en el mundo, intuimos que se enamoran, pero viven a la deriva realizando tareas poco definidas, “viviendo de parches” con un futuro que es un puro esbozo. Solamente al final -esta novela simplemente concluye sin un verdadero desenlace-  Modiano nos deja entrever que esos años de neblina gris y lluvia que había sido sus juventudes, concluyen cuando deciden tomar sus decisiones y disfrutar de la Costa Azul. Será entonces cuando comiencen a tener existencia individual.
   Al margen de esa concepción modianesca de tomar las riendas de la propia vida como remate conclusivo de la juventud, que me parece bastante congruente con la realidad, opino que no es Una juventud una de las mejores novelas de Patrick Modiano. La mayoría de las peripecias, viajes, encuentros de los protagonistas con la galería de personajes laterales que se mueven por la novela, apenas nos dicen nada, carecen del gancho de la aventura, del thriller, del suspense o de la simple emoción. No obstante, esos supuestamente triviales asuntos, recreados  en sus ambientes, o sus simples anotaciones con el reflejo de sus puntos de vista, terminan atrapando la atención lectora. Y el ir y venir como a la deriva de esta pareja de veinteañeros por París, descritos con la simplicidad formal y la escritura elusiva  propias de todas las novelas del escritor, convierten a la capital francesa una vez más en coprotagonista de la narración. Una ciudad que más que pincelada o descrita, aparece simplemente enunciada por los nombres de sus calles, plazas, bulevares, librerías, tiendas de discos, túneles, cafés, cruces de calles, reflejados en el gris y negro, los colores de la las pompas irisadas de la urbe francesa (página 181).

Francisco Martínez Bouzas

P. Modiano tras el discurso de aceptación del Nobel de Literatura

Fragmentos

“-¡Está sola? ¿Quiere que vayamos a tomar algo?
Ella desvió la cara en el acto y apretó el paso hacia la avenida. El hombre quiso alcanzarla pero se detuvo bajo el porche del Lido. La muchacha se alejaba y el hombre no le quitaba la vista de encima, como si quisiera tenerla al alcance de los ojos cuanto fuera posible. La gente salía del cine en grupos compactos. Él divisaba aún el pelo castaño y la espalda de la gabardina; la muchacha no tardó en confundirse con la demás gente.
Entró en Sinfonía. A esa hora había muchos clientes. Se fue colando hasta el fondo de la tienda. Eligió un disco y se lo dio al vendedor para oírlo. Esperó a que se quedase libre una cabina y se sentó al tiempo que se colocaba los pequeños auriculares. Un silencio acolchado. Se olvidó del bullicio que la rodeaba. Ahora deja que la inunde la voz de la cantante y cierra los ojos. Sueña que llegará un día en que no andará ya entre ese gentío y ese barullo que la asfixian. Un día en que podrá atravesar esa pantalla de ruido e indiferencia y no será ya sino una voz, una voz que destaque nítidamente, como la que está oyendo ahora mismo.

…..

“Le estaba desabrochando la blusa y ella no oponía resistencia. Ahora estaba echada boca abajo y él tiraba de la falda y de las bragas y le acariciaba las nalgas. A Odile le daba asco acordarse de aquellos dedos demasiado cuidados. Miraba de frente, con la barbilla apoyada en el borde del sofá. Las luces de la avenida se desenfocaban a través de los visillos de gasa, igual que el contorno de los muebles y de las cosas. Fuera llovía. Allí por lo menos estaba resguardada. Bastaba con no moverse y, según una de las expresiones de Bellune que le gustaba mucho, disolverse en el entorno.
Si el individuo aquel pudiera ayudarla…Olía a una colonia cuyo aroma se le quedó a Odile en la memoria y más adelante, cuando recordaba aquella época, le volvía aquel aroma con el recuerdo de las esperas en las casas discográficas, del metro en hora punta, del vestíbulo de la estación de Saint-Lazare, de la lluvia y del radiador de sus cuarto que calentaba demasiado porque la llave estaba estropeada.”

…..

“Todavía era de día y pasearon al azar por aquel barrio donde había vivido Roland Chantain de Bejardy y una rubia que se llamaba Geneviève. Louis llevaba el maletín debajo del brazo. Fueron andando hasta la estación del Este y volvieron luego a las inmediaciones de la estación del Norte. Un barrio de donde salen los trenes, fachadas macizas, barrios de comerciantes, de bufetes polvorientos, de diamantistas y de cervecerías de las que brotan bocanadas de Alsacia y de Bélgica.
No saben que es su último paseo por París. Todavía no tienen existencia individual y van confundidos con las fachadas y las aceras. En el macadán, remendado como una tela vieja, hay escritas fechas que indican las coladas sucesivas de alquitrán, pero quizá también nacimientos, citas, muertes. Más adelante, cuando recuerden este período de sus vidas, volverán a ver cruces de calles y portales de edificios. Han captado todos sus reflejos. No eran sino pompas irisadas con los colores de esa ciudad: gris y negro.”

(Patrick Modiano, Una juventud, páginas 37, 73, 180-181)

2 comentarios:

  1. Gracias, amigo, por esta detallada reseña de otra obra del gran escritor. Me hace recordar, en otras épocas, a Victor Hugo y sus radiografías parisinas. Un abrazo.

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