martes, 12 de julio de 2016

RECORDANDO A AGUSTÍN FERNÁNDEZ PAZ



   La mañana veraniega del día de hoy se abrió entoldada por un doloroso acontecimiento, que nos entristece no solo a los gallegos,  sino también a todos los lectores, porque Agustín Fernández Paz (Vilalba, Lugo, 29 de mayo de 1947- Vigo, 12 de julio de 2016), nos dejó para siempre. Agustín Fernández Paz, uno de los grandes creadores de la literatura gallega, especialmente en el campo de la narrativa infantil y juvenil, falleció en el día de hoy. Autor de más de treinta y cinco libros, muchos de ellos, traducidos al español y a otras lenguas. Varios distinguidos con los más importantes premios de la narrativa infantil-juvenil. Es por ello, pero no solo por ello, un escritor universal.
Como modesto homenaje al príncipe de la planura vilalbesa, reproduzco, traducida al  español, la reseña de su último libro editado por Edicións Xerais el pasado año.

A neve interminable
Agustín Fernández Paz
Edicións Xerais, Vigo, 2015, 180 páginas

   Es un verdadero deleite leer a Agustín Fernández Paz en cualquiera de los formatos o subgéneros que frecuenta. Esa escritura clara, sin cimentarse en la frase brillante o exquisita, sino en la naturalidad lingüística, en la arquitectura del relato y en la solidez de sus historias, sigue cosechando lectores y lectoras en cada una de sus novedades literarias. Esa fue siempre su forma de escribir, y, en gran medida, la clave de sus éxitos. Y lo vuelve ser en su último libro, A neve interminable, una amalgama de historias secundarias ligadas por un hilo narrativo principal, que, veinte años después, nos recuerda, por ciertas semejanzas ambientales sobre todo, a su obra más conocida, Cartas de inverno (traducida al español en Ediciones SM). Un libro además que, por su estructura compositiva, homenajea a los cinco escritores y escritoras (Mary Wollstonecraft, Claire Clermont, Percy Shelly, John William Polidori y Lord Bayron) que, en la noche del 19 de junio de 1816, se reunieron en la orilla de un lago suizo con el reto de escribir cada uno de ellos un relato de miedo. Es el mismo desafío que aceptan los personajes de A neve interminable.
   Cinco guionistas, sin demasiada experiencia, pero dotados de creatividad, se concentran en un lugar aislado, en un hospital de Fonsagrada (provincia de Lugo, Galicia) para poder trabajar sin distracciones, y escribir así los guiones de una serie de miedo para la televisión. Su propósito es explorar los terrores presentes en el mundo actual, huyendo de los argumentos clásicos del género, como manifiesta una de las guionistas recluidas. Allí coinciden con otros tres creadores de historias o responsables de traducirlas a otros idiomas. En la tarde del cuarto día comienza a nevar; una interminable nevada que los deja aislados. Cada uno de ellos escribirá una historia que, posteriormente pondrán en común. Son historias que Agustín Fernández Paz integra hábilmente en la principal y que beben, sin duda en Lovecraft, en el terror preternatural: la presencia de fuerzas maléficas (vampiros, fantasmas, muertos vivientes…), o que tienen que ver con psicopatías o alteraciones en la visión de la realidad.
   El horror que habita en el bosque, el arañar ominoso que esclaviza la mente del protagonista, a pesar de que una nueva construcción ocupe el lugar de la antigua (“Casa azul”). Los vampiros que se introducen en el espejo y trabajan en el cuerpo del protagonista, introduciendo en el mismo pequeñas dosis de sangre (“Herdanza de sangue”). Seres que retornan de la muerte para llevar a cabo la venganza tantos años aguardada y temida (“A néboa da venganza”). O el hecho de ser de familia rica que sirve incluso para ocultar las mentiras y que nadie descubra los secretos repugnantes. Mas afortunadamente en la muerte no hay clases ni privilegios (“Un incidente en el internado”)
   Sin embargo, a pesar de que las cuatro historias son capaces de provocar el miedo psicológico, no cumplen con el propósito que reunió a los guionistas: descubrir, dar testimonio de los terrores actuales, eses miedos de los que apenas somos conscientes, provocados por el planeta que se rebela -como muestra, la interminable nevada- por culpa de los estragos y desastres que realizamos y, sobre todo, por la codicia de los poderosos. Terrores que afloran en el desenlace del libro.
  
Agustín Fernández Paz
El relato fluye espontáneo en la pluma de Agustín Fernández Paz, ya sea por las historias secundarias que muestran “el sentido de lo morbosamente antinatural” (Lovecraft), ya por la historia principal capaz de crear atmósferas de gran verosimilitud. Para ello el autor sitúa la trama de los relatos en un marco temporal próximo a la actualidad. Agustín Fernández Paz gradúa perfectamente el ritmo narrativo, cediéndole la narración a un personaje protagonista que lo hace en primera persona para conferirle mayor credibilidad a lo que cuenta. O adelantando oportunamente la sensación de horror (descubrimientos desconcertantes, la puerta de una habitación que debería  estar cerrada y que aparece medio abierta, páginas 28-29). También con la utilización frecuente del pasado imperfecto que actúa sobre el presente, preñando las historias de sensaciones de amenaza. Estrategias compositivas muy apropiadas que el autor domina, á la vez con creatividad y oficio, y que  ayudan a que la gordura de las historias tire de nosotros, los lectores que muy pronto quedamos seducidos por las tramas de la novela. Es el arte de escribir libros de frontera que atrapan por igual a niños y a adultos.

Francisco Martínez Bouzas

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