lunes, 13 de febrero de 2017

LA "IMPUDICIA" DE HABLAR DE LA MUJER



Impúdicas
Arabella Salaverry
Uruk Editores, San José (Costa Rica), 2016, 145 páginas.

   Poeta y actriz de raíces caribeñas y de larga trayectoria, Arabella Salaverry realiza en Impúdicas una afortunada exploración en el territorio de la prosa. Un libro que llega avalado  por el Premio Nacional de Cultura Costarricense 2016 en la categoría de cuento, galardón concedido el 30 del pasado mes de enero. Su obra poética decididamente combativa a favor de la mujer -recuerdo Dónde estás Puerto Limón- cede ahora el paso a la prosa para librar la misma batalla por la mujer en el territorio literario del relato de mediana extensión, y cuyas substancias diegéticas más profundas provienen de los materiales que Arabella Salaverry atesoró en el tiempo y en el espacio de la infancia, en ese Limón tropical, “lleno de abanicos verdes” , pero también del universo femenino, engullido por el silencio, por la invisibilidad que tantas mujeres soportan en geografías no solo tropicales.
   Un libro rotulado con un título muy sugerente y que sí, tiene que ver con el decoro y la desvergüenza porque Arabella Salaverry tiene el impúdico descaro de tematizar en sus cuentos aquello de lo que no se habla: de las mujeres, olvidadas en su verdadera y plena condición de seres humanos, sujetos dotados de la misma dignidad que los varones. Sobre esas mujeres silenciadas que buscaban y buscan “horizontes para su miseria” (página 23) giran los relatos de Arabella Salaverry. Historias de mujeres de todos los nombres, apellidos y continentes pero a los que la narradora bautiza con sobrenombres que empiezan por a. De ellas  y sobre ellas escribe Arabella. Sobre sus torturas, bofetadas de la vida, destierros, angustias, soledades, esperas, destinos marcados para siempre, amores contrariados, o amores que casi terminan en besos, o que florecen montados en una bicicleta; sobre sueños femeninos eludidos para protegerse la niña de la mano canalla que pretende invadir sus rincones tibios; sobre esa capacidad de sobrevivir gracias al olvido; sobre recuerdos turbios o manos dulces en contraposición con la que habita en la memoria porque el cuerpo no olvida las marcas del placer pero tampoco las de le vejación; sobre mujeres que pierden sus alas de ángel ante la furia masculina abriendo sus carnes porque las mujeres siguen sin ser dueñas de ese territorio limitado que es su cuerpo (página 74).
   Una inmensa geografía de lo femenino herido, vejado, en la que la voz narrativa homenajea a la mujer ultrajada de todos los siglos y de todos los territorios, aunque la narradora las localiza en el trópico centroamericano. “No es fácil ser mujer, esa construcción de la sociedad”. Así reflexiona en uno de los relatos la autora. Y frente a esa constructo social, Arabella Salaverry se muestra abiertamente combativa, y lo hace narrando en positivo las rebeldías femeninas, las ansias de libertad, las excentricidades, las múltiples formas que algunas mujeres eligen para estar en el mundo.
   Mas la voz acusadora de Arabella Salaverry no está reñida con la evocación, y como en duermevela -así titula la autora la segunda parte de su libro- evoca, en historias posiblemente extraídas del arcón de la memoria infantil, a figuras femeninas, algunas tan entrañables como la de la abuela y su deseo infantil de estar a la última moda, a pesar de haber parido doce hijos que quizás fueron sus felicidad, pero también su cárcel. Otras tan trágicas como la de Amanda, colgada de una viga con la cadena de su perro. O los trastrueques mentales de Alina, su espíritu independiente que le hace permanecer sola en el ojo de la tormenta de las acusaciones.
   Recordación así mismo plasmada en prosa vigorosa y nostálgica de instantáneas grabadas en las pupilas de la memoria: la tarde del circo furtivo que emociona a la niña; la de la mujer que se muere de pudor o tal vez de soledad. Y escenas familiares teñidas con la magia de los trópicos. Así como las amistades y los amores femeninos capaces de abrir las puertas de la libertad y permitir emprender el vuelo.
   Un libro marcado en femenino, que homenajea a las mujeres,  a las que callan ante los victimarios y a aquellas que están convencidas de que la vida es imperiosa y, por lo tanto, asumen su empuje y tiran siempre para adelante. Todo ello absorbido lingüísticamente en un estilo de prosa tan sensorial que nos traslada a los trópicos, a las costas caribeñas y se viste de todos sus colores y olores. Ese mar omnipresente en la obra literaria de Arabella Salaverry, y que siempre alivia, que es medicina infalible, que acomoda las cosas (página 54).

Francisco Martínez Bouzas

                                               
Arabella Salaverry

Fragmentos

“De nuevo pensó en qué momento se torció su destino. Cómo y por qué había ido a parar a ese puerto perdido, Puerto Limón, en esa América  inhóspita por lo salvaje, por lo exuberante, tanto verde y tanta selva, árboles que no terminan nunca tapando el sol y perdiéndose en lo alto, humedades y selva, tan lejos de su casa, tan lejos de su Muelle de San Beltrán allá en su Cataluña extraviada, donde llegaba en las tardes de verano a escuchar el sonido acompasado del mar, de su Mediterráneo doméstico y familiar. ¿Qué hacía allí, en aquel lugar húmedo y endemoniadamente caliente, embutida en el vestido de manola, si su vida había quedado en Barcelona? ¿Qué hacía allí frente a ese mar de altas olas entre palmeras y perezosos? Y además, ¡bailando flamenco!”

…..

“En ese mundo distinto, al que llegó empujada por su destino de tortura y de miedo, empujada por el dolor que se cobija sordo cuando tu país se transforma en un manto helado en donde el temor es el amo, y donde cualquier paso en falso puede significar la muerte, Azucena se mantiene latente. No está viva. Sabe que el pasado está en el pasado, -su universidad, los compañeros, las huelgas y las manifestaciones- pero salta en los momentos menos oportunos y produce un temblor, una agonía que no se agotan. Existe un país de picana y de cepo, un país de manos que ensucian, cortan la piel con cuchillo y con aliento, donde sus nichos sagrados fueron invadidos, donde sus senos jóvenes fueron palpados  una, otra vez, unas manos, otras, dolor aún después del dolor, sus rincones manchados, más dolor, un país del cual ella trabajosamente pudo huir, y el que menos quiere recordar. Un país que fue el suyo y que ahora se ha transformado en un recuerdo turbio. Le ha tomado mucho, mucho olvidar. Y a pesar del tiempo a veces cree que no lo ha logrado.”

…..

“Una fiesta. Lo mejor del puerto a la orilla del río. Las palmas reales se disparan al cielo y los macizos de ginger con sus enormes hojas de verde inconcebible, sus flores furiosas salpicando de rojo el verde desbocado de la vegetación que al menor descuido se desborda. Las mesas cubiertas con manteles de lino, el aire tibio que llega desde el mar mece el ambiente. Una larga hilera de negros pulcros en sus trajes blancos sirve de mil formas distintas el pescado. Mientras los músicos desde una tarima ponen su esfuerzo en tocar sus instrumentos, el capitán holandés del barco que había atracado ayer se deja estar mirando atentamente las piernas de Aura y su cabello rojo, percibiendo el olor agridulce que despide. Ella no se siente bien. Un dolor improvisto la recorre, pero no la derrota. Ese día lo más importante es la fiesta, el atardecer en el río y la luna dispuesta a iluminar en cualquier momento.”

(Arabella Salaverry, Impúdicas, páginas 21-22, 51-52, 100)

3 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, Francisco, por tomar en cuenta a estas Impúdicas. Como siempre, es un gusto leerte! Un abrazo cariñoso

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  2. Un gusto leer tu reseña, a veces por trabajo, me pierdo de disfrutar de ella, pero siempre me quedo complacida con todo lo que nos compartes. Ahora esta novela de marco feminista, que por lo que puedo leer, promete mucho, un gusto será poder leer a la autora a la cual felicito. Un abrazo Francisco, gracias.

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