sábado, 28 de octubre de 2017

LOS NIÑOS DE LA CAMORRA, UNA NOVELA-VERDAD

La banda de los niños
Roberto Saviano
Traducción de Juan Carlos Gentile Vitale
Editorial Anagrama, Barcelona, 2017, 377 páginas.

   
   Por primera vez y a los diez anos de la publicación de Gomorra  (2006) que transformó su vida obligándolo a vivir con escolta, Roberto Saviano (Nápoles, 1979) escribe una novela de ficción, La paranza dei bambini, editada recientemente en español por el sello barcelonés Anagrama. Un libro que, como sus publicaciones precedentes, no ha cesado de suscitar polémicas. Como su autor: idolatrado por sus fans y odiado por sus detractores a causa de sus éxitos que no se perdonan fácilmente, y de la obsesión de protagonismo del propio escritor. Mas lo que no admite dudas es que Roberto Saviano es hoy en día uno de los intelectuales más interesantes de Italia, un personaje reputado y carismático.
   El título de la novela en italiano es intraducible al español. “Paranza” es un sustantivo que proviene del mar; es el nombre de los barcos que van a la caza de peces por la noche a los que engañan con las luces. Los peces buscan la luz y quedan atrapados en las mallas de las redes. Una metáfora muy apropiada porque del mismo modo la “paranza” humana va a la caza de vidas humanas a las que engaña con hermosas promesas y brillante joyería. La banda de los niños es ciertamente una novela, pero bebe de la realidad que reflejan los periódicos y la investigación policial que, hace dos años (2015), llevó a la detención de Pascuale Sibillo de veinticuatro años, jefe de la banda de los niños real, esa que controla el negocio de la droga en las calles de Nápoles, y que a los dieciocho años o menos tienen ingresos cercanos al medio millón de euros. Un dinero que vuela, ya que la muerte les puede estar esperando a la vuelta de la calle. Forma parte de su trabajo.
   La novela gira en torno a la mafia napolitana, protagonizada por adolescentes con apodos infantiles y aparentemente inofensivos: Marajá, Tucán, Dientecito, Lollipop, Pichafloja, Esatableciendo, Dron, Bizcochito o Cerilla entre otros. Ellos son los “pececitos” que son arrastrados y engañados por la luz criminal. Matan y serán matados porque entre esas mafias casi infantiles solo hay dos categorías en las que se divide el mundo, según reitera en más de una ocasión el líder de la banda, Nicolás Fiorillo, alias Marajá: jodidos y jodedores. Paulatinamente la banda de los niños logra introducirse en los diversos estratos de la delincuencia napolitana: en sus actividades criminales y copia así mismo sus métodos y rituales, tales como las ceremonias de adhesión, juramentos y ritos de omertà.
   La acción de la novela la sitúa Saviano en Forcella, un barrio céntrico napolitano. El discurso narrativo comienza “in media res”, lo que provoca a continuación analepsis, retrospecciones. Ese punto medio es el “enmierdamiento”; prohibido mirar a alguien porque la mirada es territorio. Prohibido poner “me gusta” en las fotos de Letizia, la chica de Nicolás Fiorillo porque le pertenece. Si alguien lo hace como Renatino recibe una tremenda paliza y Nicolás le caga en la cara.
   La banda de los niños surge porque los capos mafiosos adultos, los históricos, han sido liquidados o están presos. Ellos los sustituirán, quieren ocupar sus tronos y para ello se disponen a luchar por el territorio. Se suben a sus escúteres y corren a todo gas. Rápidos, insolentes, maleducados: pisotear, chocar y correr. Ese es su lema. Ellos serán la nueva mafia italiana, la Camorra 2. Consiguen algunas armas y comienzan a currar con el revolver. El primer golpe, un atranco a un estanco. Segundo paso, la extorsión a los vendedores ambulantes y a los aparcacoches después de los partidos de futbol. Pero en Nápoles eso es moneda corriente. Hasta los niños de ocho años forman bandas y se ganan su dinero con extorsiones a las madres y abuelas en los parques públicos, aliándose con los gitanos.
   Los llamaban niños y eran niños de verdad, y, como quien no ha empezado a vivir, no tienen miedo de nada. Niños sí, pero con pelotas y pistolas, especialmente desde que El Arcángel, un viejo capo de la mafia en arresto domiciliario, apuesta por esa banda de adolescentes y les entrega las armas  que estaban escondidas desde hacía años. Y como no sabían matar -solamente habían sido asesinos de videojuegos-, precisan entrenarse y lo hacen disparando a dos indios, un negro y un marroquí. Ellos serán sus dianas. Tal como suelen hacer los grupos mafiosos, Nicolás somete a los miembros de su banda a un ritual de omertà: pan, vino y sangre que los hermana. Desde ese momento son una banda y Nicolás será el capo, el ras. Han creado su Sistema y la deslealtad con la banda se paga de forma muy cara: quedarse con una pistola, incluso para defender a la banda de la policía, exige una reparación: ¿cortarle una manos? ¿cortarle las orejas? No, la penitencia será traer a la hermana para que les haga una mamada a todos los miembros de la banda. Se implicarán a fondo en el negocio de las drogas; en ejecuciones estratégicas a sangre fría porque Marajá sabe que cada muerte tiene dos rostros: la decisión y la lección.
   Son algunos de los ingredientes que emplea Roberto Saviano para relatar la creación y la consolidación de la banda mafiosa compuesta por chiquillos menores de edad. Violencia, ferocidad, dulcificadas de vez en cuando por los ligues, los brindis con Moët & Chandon, las fiestas, los conciliábulos en la madriguera. Y en un final que no es propiamente un desenlace, la tempestad, un verdadero tifón.
   Más en el fondo que en la forma, La banda de los niños es un bildungsroman, una novela de formación. El aprendizaje de la vida, no en libros de texto sino en Tou Tube, en You Porn, en Porn Hubb y en las películas sobre la mafia y la camorra. Ellas son la fuente de su educación sentimental. Y los consejos de El Príncipe  de Maquiavelo del que Nicolás aprende que no se debe de hacer profesión de la piedad. La política se hace mejor con el miedo. La única categoría del espíritu que admiten son la de perdedores y ganadores y  ellos quieren pertenecer a la segunda. Lo esencial no es la ética sino el poder. No imitarán a sus padres que se rompían la espalda por un mísero salario. Obtendrán mucho dinero, pero como entraba, salía, sin pensar en ahorrar porque saben que la muerte no avisa y puede estar a la vuelta de la esquina.
   Novela verista, o novela-verdad, a pesar de las acusaciones que ha recibido Saviano de haber escrito un libro irreal, que sigue vertiendo basura sobre Nápoles. En la obra sobran posiblemente secuencias prescindibles, que favorecerían una lectura más rápida, no más placentera. Los personajes, especialmente el de Nicolás, alias Marajá, el gran protagonista son, en algunos de sus rasgos, una copia de estereotipos. Pero la realidad, una vez más, supera a la ficción: cuenta Roberto Saviano que los niños de ciertos barrios de Nápoles leen su libro y se ríen de forma chulesca: “estos, dicen orgullosos, son chistes, nosotros hacemos cosas mucho peores…solo han hecho medio homicidio, aquí disparamos todos los días.”



                                                 
Roberto Saviano

Fragmentos

“A última hora de la mañana De Martino visionó la filmación. Se la entregaron y se encerró solo en el taller de artes plásticas, donde estaban los aparatos. Apareció en la pantalla la cara de Nicolás. Los ojos miraban directamente a la cámara, y en verdad viéndolo así, dentro del espacio del encuadre, Fiorillo era todo ojos. Nicolás había aceptado el desafío y ahora contaba el inicio del capítulo diecisiete de El Príncipe como quería:
-Alguien que debe ser el príncipe no se preocupa si el pueblo le teme y dice que da miedo. A alguien que debe ser príncipe le importa un pimiento ser amado, porque si eres amado, los que te aman lo hacen mientras todo va bien, pero en cuanto las cosas se ponen feas, te joden de inmediato. Más vale de tener fama de ser un maestro de la crueldad que de la piedad.”

…..

“La única arma que tenían era la ferocidad que los cachorros de hombres aún conservan. Animalitos que actúan por instinto. Muestran los dientes y gruñen, eso basta para que se cague encima el que está enfrente.
Volverse feroces, sólo así quien aún infundía temor y respeto los tendría en consideración. Niños, sí, pero con pelotas. Crear desconcierto y reinar sobre él: desorden y caos para un reino sin coordenadas.
-Se creerán que somos criaturas, pero nosotros tenemos ésta…y también éstas.
Y con la mano derecha, Nicolás cogió la pistola que tenía en los pantalones. Enganchó el guardamonte con el índice y empezó a hacer girar el arma, como si no pasase nada, mientras con la izquierda señalaba el paquete, la polla, las pelotas. Tenemos armas y pelotas, ése era el concepto.”

…..

“Ahora en aquella casa todos los chavales se habían convertido en hermanos de sangre. El hermano de sangre es algo de lo que no se puede volver atrás. Los destinos se ligan a las reglas. Se muere o se vive según la capacidad de estar dentro de las reglas. La ‘ndrangheta siempre ha contrapuesto los hermanos de sangre a los hermanos de pecado, es decir, el hermano que te da tu madre pecando con tu padre al hermano que eliges, aquel que no tiene nada que ver con la biología, que no procede de un útero, de un espermatozoide. Aquel que nace de la sangre.
-Esperemos que no tengáis el sida, que nos hemos mezclado todos -dijo Nicolás. Ahora que todos había terminado también él estaba entre los otros, como una familia.”

…..

“Dron tenía la mano en la manilla para marcharse, aún convencido de que estaban todos de broma. Pero aquella palabra -«hermana»- disparada a quemarropa lo hizo volverse de golpe.
-¿Y qué…? –preguntó.
-¿Cómo qué y qué…? ¿Te acuerdas de la película El camorrista? ¿Te acuerdas de cuando está aquel chaval que dice «en mi opinión, el profesor era medio marica?
-¿Y…qué tiene que ver?
-Espera. Ahora te lo explico. ¿Lo recuerdas?
-Sí
-¿Y te acuerdas  qué pregunta el profesor?
-¿Qué pregunta?
-Eh, pregunta: «Esa chica que te viene a buscar es tu hermana, ¿no?» Ahora como penitencia me traes a tu hermana. Debes hacer eso. Pero no me la traes a mí, porque no es que me hayas ofendido a mí robando una pistola. La debes traer a toda la banda.
-¿Qué estás diciendo Marajá? ¿Te has vuelto loco?
Entre los muchachos de la banda descendió ese silencio que anticipa la decisión.
-Tú ahora traes a tu hermana, que nos tiene que hacer una mamada a todos, a todos los miembros de la banda.”


(Roberto Saviano, La banda de los niños, páginas 126, 171-172, 195, 251- 252)

2 comentarios:

  1. Escalofriante realidad, no creo que esté muy lejana del actual escenario napolitano, en donde se vive tanta crueldad con estos niños que sólo conocen la violencia. Bella reseña querido Francisco, gracias por la oportunidad de leerte. Un abrazo.

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