jueves, 8 de febrero de 2018

A LA MEMORIA DE LOS QUE NO TIENEN NOMBRE



Un final para Benjamín Walter

Álex Chico

Editorial Candaya, Anviyonet del Penedès (Barcelona), 2017, 251 páginas.



    

   Walter Benjamín (1892-1940), el gran pensador alemán a pesar de su obra discontinua y poliédrica, nunca fue honrado en vida. Despreciado intelectualmente por las instituciones nazis alemanas y también por las parisinas, sobrevivió a la pobreza en sus últimos años gracias al apoyo que le prestaba la Escuela de Frankfurt, especialmente su amigo Theodor Adorno que fue también quien le ayudó a obtener el visado de tránsito por la España fraquista para exiliarse en Estados Unidos, aunque a la postre de nada le serviría. Él mismo tuvo conciencia de su condición cuando en una de sus Tesis sobre la filosofía de la historia escribió la frase que el artista israelí Dani Karavan grabó  en el Memorial Walter Benjamín en Portbou: “Es una tarea mucho más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que a la de las personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre”. Y Walter Benjamín no tuvo nombre ni durante su vida ni siquiera a la hora de la muerte. En su acta de defunción firmada por el cura Andrés Freixas de la parroquia de Santa María de Portbou, se cambia el nombre por el apellido: “ha fallecido aquí en Portbou (…) a la edad de 48 años el señor Benjamín Walter”

   Sin embargo, ese muro de silencio que le rodeó en vida y tras su muerte, se abrió, para las letras españolas, en el año 2006 con el proyecto de publicación de las obras completas del intelectual filósofo y narrador. Otras iniciativas han recuperado parte de su obra o siguen el periplo vital de Walter Benjamín en España, donde estuvo en dos ocasiones en la Isla de Eivissa (1932) y en las horas trágicas de su fallecimiento en Portbou, en septiembre de 1940.

   De ese momento trágico y del periplo hasta llegar a Portbou se ocupa el reciente libro de Álex Chico, Un final para Benjamín Walter, otro producto editorial muy selecto e interesante editado por Candaya. Un libro hibrido, obra de ensayo ficción como se ha escrito, que amalgama crónica de viajes, novela y ensayo, y sobre todo una reflexión sobre la ética y estética del pensador, así como el peso del pasado y de la memoria en el presente. Una obra que traza una nueva mirada sobre Walter Benjamín, y en la que, sin embargo, el autor muestra su reticencia a la hora de diagnosticar quién fue realmente Walter Benjamin, ya que cree que no existe una sola respuesta.

   Mas Álex Chico no solamente tiene el propósito de descubrir desde sus escritos quién fue el pensador apátrida que pone fin a sus días en Portbou. El escritor viaja a la localidad fronteriza para averiguar cómo fueron las últimas horas de Walter Benjamin. Y además su trabajo se expande por ese territorio que marcó el final de una existencia, porque descubre que autor y territorio podían explicarse mutuamente, como si ambos se hubieran estado esperando desde tiempos pretéritos. De ahí que reiteradamente se menciona la relación del propio narrador con el paisaje de la localidad fronteriza, centrándose sobre todo en algunos de sus símbolos: la vieja estación ferroviaria, el Memorial a Walter Benjamin, las antiguas aduanas hoy abandonadas y otros edificios en ruinas, elementos simbólicos, varios de ellos, que predican el paso inexorable del tiempo.

   Para el autor, antes de su arribo, Portbou era tan solo un escenario colateral de esa extraña trama que se oculta detrás de la muerte, incluido el paso de algunos por el pueblo con mala fortuna, pero él se encuentra con un pueblo. Y en ese lugar fronterizo se siente cómo tantos fugitivos perseguidos por un ejército asesino: “yo también era Hanna Arendt, Agustí Centelles, Alma Mahler. Y también era Walter Benjamin” (página 24). Mas hoy en Portbou todo son estragos producidos por el paso del tiempo. También la visita al cementerio para encontrase cerca de alguien que no estaba, con sus huesos desperdigados, aunque lo importante era el pequeño dolmen erigido en honor del ausente con una inscripción de un fragmento del pensador que habla del despotismo y de la barbarie: “No hay ningún documento de la cultura que no lo sea también de la barbarie” (Tesis de filosofía de la historia, VII).

Walter Benjamin
    
   La necesidad de comprender trasladará al viajero a la cercana Cerbère, otro pueblo abandonado que guarda los huesos de otro fugitivo, Antonio Machado; y visita otro punto “sobresaliente” de la brutalidad y de la vergüenza, Argelès-sur-Mer, el campo de concentración, “un infierno sobre la arena” (Robert Capa) donde penaron y murieron los vencidos, los republicanos españoles, porque haber sido vencidos una vez no es suficiente.

   Y a Portbou, atravesando la ruta Lister, llegó como muchos otros y otras Walter Benjamin. Seres con nombre y seres que no tienen nombre a los que se refiere el pensador apátrida en la única cita que Dani Karavan acepto inscribir en “Passatges”, el Memorial de Walter Benjamin. Allí sigue la fonda de Francia en la que se alojó, vivió y murió Walter Benjamin  tras su llegada, como reza la placa, si bien en realidad en aquella humilde habitación no residió más que unas horas, las que mediaron entre la desesperanza, la desesperación y la muerte. Un oportuno retroceso en la historia, le permite a Álex Chico reconstruir la existencia de Walter Benjamin a partir de 1933, cuando el nazismo se consolida en Alemania y Walter Benjamín huye a París.

   Tras la muerte, las especulaciones que dificultan la separación entre el mito y la historia. Y múltiples interrogantes que quedan en el aire porque los que podrían contestar, han fallecido. Pero si algo tiene claro Álex Chico es que la escritura -en este caso la de Walter Benjamin- es un anticipo de la forma de desaparecer del mundo. Por eso, a examinar esos escritos dedica las secuencias finales del libro, mas sin abandonar el territorio, los testimonio y ni siquiera los sueños. No se trata de un estudio erudito, académico y con frecuencia engorroso de los escritos de un pensador. Es suficiente un regreso a algunos de esos libros  para, desde allí, extraer impulsos y acatar la lejanía que le separaba del escritor apátrida, que fue algo parecido a lo que el mismo Walter Benjamín escribió sobre Kafka: “un hombre que había estado ocupado continuamente en la indagación de sí mismo y, sin embargo, nunca pudo mirar siquiera una vez a un espejo.”



                                             
Cenotofio Walter Benjamin en Portbou

   Afortunado y apropiado cierre para un libro que nunca pretendió ser una biografía, sino únicamente señalar el itinerario de alguien ausente, etéreo, distante, alguien del que no dudamos que haya existido y, sin embargo, tampoco llegamos a comprenderlo del todo (página 237). Esas palabras reúnen la esencia más profunda de este libro, el ensayo ficción que recorre itinerarios, glosa de forma modélica e inteligible textos anteriores, recupera historias de otros fugitivos de dictaduras que hicieron de Portbou su patria.

   Un excelente libro, en definitiva que confirma una de las tesis de Walter Benjamin: la construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre.






 
Álex Chico

Fragmentos



“¿ Qué significaba ese cuadro para Walter Benjamin? ¿Qué le atraía tan profundamente como para escribir sobre él en varias ocasiones? Una de las respuestas está en su novela tesis de las dieciocho que configuran sus Tesis sobre la filosofía de la historia. Este es el fragmento.«Hay u cuadro de Klee que se llama “Angelus Novus”. En él se muestra a u ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer los despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”



…..



“Benjamín carga con su mala salud y con quince tabletas de compuestos de morfina. Debe pararse cada cien metros y acaba extenuado el viaje. La pared de la montaña se levanta casi verticalmente, sin apenas senderos que pudieran facilitar el camino. A su alrededor, un paisaje lleno de viñas, cultivadas para la producción del vino de Banyuls.

Avanza por la ruta Líster, un antiguo camino frecuentado pro contrabandistas que fue empleado por los republicanos de la División del General Enrique Líster en su retirada (…)

Al grupo de Walter Benjamín, Henry Gurland y su hijo Joseph se le suman cuatro fugitivas, empeñadas también en cruzar la frontera: Carina Birman, su hermana Dele. Sophie Lippman y Grete Freud (…)

En el lado español les recoge un pastor, que les guía hacia el pueblo. Benjamin se presenta en la comisaría de policía o en el cuartel de la guardia civil, un gran edificio hoy desaparecido que ocupaba una parte de la rambla. ¿Por qué acude allí en primer lugar? ¿Para que le proporcionaran un papel que le tranquilizara? ¿Por equivocación, pensando que se encontraba en el edificio de las aduanas? Lo que Benjamin no sabía es que estaba entrando en la boca del lobo, aunque tuviera un visado de tránsito por España y Portugal. Un reciente cambio de legislación impedía el paso por España a los refugiados sin nacionalidad. Por ese motivo serían deportados de nuevo a Francia al día siguiente. Según nos explica Grete, deberían regresar por el mismo camino que les había llevado hasta allí. En Portbou, se alojan en un hotel regentado por Juan Suñer. Pocas horas después, uno de ellos aparece muerto. El resto continuará su camino más tarde.”



…..



“Lo último que escribió Walter Benjamin fuer una carta. Se la entregó a Henry Gurland, con quien había atravesado la frontera poco antes. Gurland debía transmitir su contenido a uo de los amigos más cercanos de Benjamin, el filósofo alemán Theodor W. Adorno. Sabemos lo que decía esa carta, pero o dónde está, porque no se conserva ninguna prueba de su existencia. Es esta:«En una situación sin salida no tengo más opción que ponerle fin. Será en un pequeño pueblo de los Pirineos en el que nadie me conoce donde mi vida se acabará». Antes había ingerido una gran dosis de morfina. Después de sufrir intensos dolores y de rechazar enérgicamente un lavado de estómago, Walter Benjamín murió hacia las diez de la noche del 26 de septiembre…”



(Álex Chico, Un final para Benjamin Walter, páginas 96, 120-121, 123)

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