jueves, 5 de julio de 2012

EL AMOR Y SUS LABERINTOS


El laberinto del amor
Óscar Pujol
Prólogo de Rafael Argullol
Editorial Libros del Silencio, Barcelona 2011, 166 páginas.

Optimista confianza en la pareja. Eso es lo que Óscar Pujol  confiesa tener en la nota introductoria a este texto, mitad ensayo, mitad ficción y sobre todo reflexión, y en el que se produce una venturosa confluencia de las culturas orientales y europeas y una amalgama de miradas entre la sapiencia antigua y los saberes contemporáneos. Rotulado con un título homenaje a Cervantes y también a una larga tradición literaria universal en la que el laberinto como metáfora del amor aparece una y otra vez.
Un libro pues sobre la ciencia del extravío sentimental, sobre el dédalo amoroso  en el que frecuentemente no se vislumbran salidas. Sin embargo la gente insiste una y otra vez, y quizás tras múltiples fracasos, sigue entrando y perdiéndose en el laberinto amoroso, en esa madeja sentimental, que tiene principio, pero cuyo fin sobrevive con frecuencia más allá de la muerte. En otras ocasiones, por el contrario, arde en segundos.
Echando mano de dos personajes de ficción, Amanda, una joven hermosa con una historia tejida de desengaños, y Paris,  un sabio anciano huérfano del amor que perdió en un accidente, Óscar Pujol teje esta obra con los diálogos de ambas figuras sobre sus deseos, desencuentros y sobre la vida de pareja: las relaciones entre el sexo y el amor, las razones de la brutalidad del macho, de su primitivismo, de su sexualidad muchas veces mecánica. También sobre lo que buscan las mujeres en los hombres y estos en aquellas, qué grado de independencia necesita la pareja para funcionar, la inseparabilidad de amor y sufrimiento, entre otras reflexiones. En un golpe de efecto, el tentador, el infernal ángel caído se transforma en el “señorito Luci”, regando con no pocas gotas de humor cuestiones tan transcendentes.
Sin embargo, la multiculturalidad del autor -largos años de estancia en la India, licenciado en Filología Sánscrita, doctor en la Universidad Hindú, director en la actualidad del Instituto Cervantes en Nueva Delhi -  hizo que irremediablemente en el libro apareciese la formación oriental del escritor. Es por ello que este diálogo iniciático se interrumpe con frecuencia con las intervenciones de Shiva, el andrógino ambivalente que disuelve lo masculino y lo femenino y viceversa. Y con Shiva penetra en el texto la idea tan difundida en la India de que todos somos andróginos, poseedores de una mitad masculina y otra femenina que recuperan su unidad cuando formamos una pareja, independientemente de la orientación sexual de cada uno.
Un libro pues que nació con las pretensiones de engordar el género de los manuales de autoayuda, pero que al final, invirtiendo el sentido negativo de la metáfora medieval y renacentista, va mucho más allá y se convierte en una apuesta a favor del amor como “maraña de enredos y se alaba el espíritu errante y no exento de conflictos de la pareja enamorada" (página 14).
No obstante, Óscar Pujol es consciente del agotamiento de la pareja tradicional y reivindica un tipo de relación donde el amor sea una liberación y no una carga que atenace a los amantes.
Con una prosa dialogada, la exposición y sutiles sugerencias no exentas de buenas dosis de humor, Óscar Pujol nos lleva de la mano en este ensayo filosófico-poético para que seamos capaces de disfrutar de esa felicidad que ahora, igual que en la Antigüedad o en la Edad Media, seguimos creyendo que será más factible y placentera si la compartimos, viviendo en pareja.

Francisco Martínez Bouzas


Óscar Pujol


Fragmentos

“Paris le contó a Amanda que el amor es como un laberinto. Se parte de la periferia de la soledad para llegar al centro de la compañía. Sin embargo, para llegar al centro hay que saber perderse. No hay que tenerle miedo al laberinto. Más bien hay que aprender la ciencia del extravío: perder para volver encontrar. En la vida real la distancia más corta entre dos puntos no es siempre la línea recta. Llegamos alas cosas dando tumbos, retrocediendo y volviendo a avanzar. No somos viajeros lineales, sino peregrinos circulares, y es en el recodo de las curvas donde vemos  la tangencialidad de las cosas”

…..

“Primero el instinto básico y obsesivo de montar a la hembra, de hender la raja femenina, de penetrar en la raíz triangular de las piernas. Y luego, tras el acto, la flacidez del pene, el cansancio del cuerpo, la indiferencia del alma. Por eso no deberíamos confundir el amor con ese instinto básico. Nada tiene que ver, aunque afiance sus pies en ese instinto. El deseo sexual es la antesala del amor, no su dormitorio. Es su punto de partida, no de llegada. No es la habitación íntima, el círculo mágico donde se produce la transfiguración de los cuerpos y la disolución de las mentes.
Amanda leyó una vez que el ochenta por ciento de los orgasmos femeninos eran fingidos. Con los hombres era aún peor, ya que con el tiempo confundían el orgasmo con un pistoletazo de sus penes y andaban por el mundo como vaqueros de tercera en una mala película del Oeste (…)
El sexo es la flor del amor, pero no su fruto. Si buscamos solo la belleza de la flor, no podremos saborear la dulzura del fruto: la miel de la felicidad ante la felicidad del otro. Nada más y nada menos. El amor es fácil de explicar, fácil de entender, difícil de practicar. La inteligencia no sirve para comprenderlo, ni la astucia lo engaña ni el cálculo lo cuantifica.  No le impresiona la erudición ni se deja embaucar por la elocuencia”

…..

“Dice la  fábula que en la Edad de Oro el ser humano era capaz de integrar los contrarios e una unidad anterior. Nacían completos y así se evitaban las carencias de ser solo hombre o mujer. Estos andróginos, señores de los extremos, eran tan poderosos que suscitaron la envidia de los dioses, quienes les cortaron en dos mitades: la masculina y la femenina. A partir de ahí esas mitades se buscan desesperadamente como si añorasen su antigua plenitud.
-Amanda, no debes tomarte esta fábula al pie de la letra. Lo que conviene retener es que la vida es el impulso de un deseo insatisfecho que busca su consumación. Hay como una nostalgia de una unidad perdida, un sentimiento de expulsión del paraíso, una condición perpetua de exiliado. Al nacer estamos incompletos y la vida es una búsqueda de esa parte perdida que al final solo podemos encontrar en nuestro interior. La persona amada es un soporte externo para descubrir la mitad escondida”

(Óscar Pujol, El laberinto del amor, paginas 21-22, 26-27, 31-32)

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